Los relatos sobre muertos, apariciones y milagros de seres verdaderos o imaginarios forman parte del modo de ser costarricense desde siglos atrás. Las leyendas de Costa Rica recrean tales sucesos pretendiendo exagerar la realidad o dejar una lección al oyente, usualmente niños.
Leyendas de Costa Rica
Las leyendas de Costa Rica no solo constituyen parte esencial del patrimonio cultural de ese país, sino que ademas son cultura propiamente dicho ya que se alimentan de las costumbres y la sabiduría popular. No existe autor o creador, temática o argumentación en la conformación de las leyendas ya que provienen de la tradición cultural, como creación colectiva en la cual se conjugan creencias y búsquedas de la realidad muy próximas al mito.
Las leyendas comienzan siendo costumbres de transmisión oral, transferidas de padres a hijos por generaciones que luego se transformaron en parte de su cultura, en las cuales las familias eran quienes promovían con mayor fortaleza esa tradición.
Debido a los avances tecnológicos y a la inmediatez de los medios de comunicación, las leyendas ya no dependieron de la transmisión oral, pero igualmente, hoy podemos hallarlas plasmadas en libros o en internet, constituyendo parte de la historia de un pueblo y dejando su impronta en la cultura.
Teniéndose como tradición de generaciones, las leyendas no dejan duda de su aportación al patrimonio cultural. Sumado a ello, no se les puede relegar cuando se busca los precedentes de nuestra cultura, la cual constituye parte de cada costarricense que desea cimentar un porvenir próspero con una identidad propia y sólida.
Leyendas de Costa Rica Mágicas
Las leyendas de Costa Rica mágicas se refieren primordialmente a la aparición de fantasmas o espectros (que en Costa Rica se llaman «espantos»), y su cometido fundamentalmente es la lección moral. Los «aparecidos» son seres sobrehumanos que se muestran para dar un escarmiento a los que transgredían los límites de las rectas costumbres.
Leyendas de Costa Rica El Cadejos
Pavoroso y fantástica bestia que la gente supersticiosa lo reseña como un inmenso perro, de ojos enrojecidos, de pelaje muy largo y enredado, que desde primeras horas del anochecer salía a atemorizar a las personas, en particular a los que marchaban por mal camino o a niños indisciplinados, o a asustar caballos, gallinas y hacer otras travesuras más.
De acuerdo a ciertos vecinos del poblado, era lo más siniestro y pavoroso que le podía haber ocurrido a quien tuviese la mala suerte de encarar a la más terrorífica de todos esos perversos seres: el “Cadejos”. Un perro negro y embrujado que se mostraba y se desvanecía como por arte de magia, portando inmensas e invisibles cadenas que se escuchaban mas no se veían, chirriando largos y afilados colmillos y arrojando fuego por la boca, ojos y orejas.
Quienes tuvieron el infortunio de verlo usualmente decían que era el verídico Lucifer en forma de perro. De acuerdo a las reseñas que dan solidez a la leyenda del Cadejos, este horripilante perro negro es producto de una maldición.
Se dice asimismo que de los numerosos hombres valientes que osaron andar a altas horas de la noche por las solitarias vías de San Juan del Murciélago de antaño, mas de una vez volvieron espantados a sus casas “jadeando” tras la corrida que les produjo el “espanto del Cadejos”, con ojos cruzados, y además, “mojados” y “untados” por contemplar al terrorífico perro negro. Si vamos al pasado, sigamos lo que sucedió:
Era una sencilla familia; al marido le encantaba embriagarse en las cantinas y, llegar a casa a altas horas de la noche haciendo un gran escándalo. Con una cruceta (machete en forma de cruz) desafiaba a muerte al que osase detenerle. En otras ocasiones golpeaba fuertemente a su mujer por cualquier menudencia. Su hijo de mayor edad resolvió cierto día asustarlo cuando volviese a regresar de sus andanzas nocturnas.
Busco conseguir un cuero peludo y, siendo muy tarde en la noche, se ocultó en un lugar oscuro y solo del camino, por el que tenía que transitar su padre de retorno a casa. Y apenas pudo distinguir la sombra del hombre que se aproximaba, se colocó el cuero peludo para luego ponerse de cuatro patas y avanzar al encuentro de su padre, transformando en horrible animal del inframundo.
Lo que se produjo fue lo esperaba el muchacho, ya que su padre, al contemplar aquella amenazante aparición, resultó tan asustado que corrió velozmente distanciandose de aquel sitio que pareciese que los muchos años vividos ya no fueran un peso.
La impactante aparición prosiguió encarándose en el mismo lugar, en cada oportunidad que su padre volvía de sus andanzas nocturnas. Aun así, no obstante todos estos sustos, no lo hacía dejar su mal proceder y mucho menos abandonar del licor.
Cierto día se le acabó la paciencia al hombre y controlando el miedo que le provocaba tan estremecedora aparición, buscó la cruceta para enfrentar y hacer picadillo a puñaladas al espectro, pero al momento de propinar el primer golpe letal, oyó la voz de su hijo que muy tembloroso le vociferaba que todo había sido una chanza, que lo disculpara y que no le hiciese daño.
El progenitor, al comprobar que aquel hijo se había burlado de él y de tan aterradora forma, pronunció una blasfemia al joven: “En cuatro patas caminarás toda tu existencia”. La maldición llegó a cumplirse y su hijo se transformó en un perro enorme y negro, que la noche más sombría no llega a ser tan oscura.
Tal fue la blasfemia por haber espantado a su progenitor: se convertiría él en el Cadejos, para temor de la gente: ese perro de aspecto espantoso, con el poder de erguirse el pelo a cualquiera.
No se ha tenido noticias de que este espectro haya agredido a nadie. Por lo contrario, numerosos supersticiosos afirman que más bien es acompañante de los andantes solitarios para resguardarlos del peligro. A pesar de que la costumbre avisa, no obstante, si alguien intentase pegarle a este perro en la oscuridad, éste crecerá, pronto se enojará y el osado corre grave peligro de una ataque.
Le resultaría fácil a quien quiera averiguarlo, solo bastaría con conseguirse con el Cadejos, en las sombrías calles de San Juan del Murciélago.
Leyendas de Costa Rica La Llorona
Ya muy avanzada la noche, cuando al parecer todos duermen y apenas se oyen los gritos recios con que los boyeros alientan el andar lento de sus animales, cuentan los campesinos que lejos, por el río, se escucha ir y venir con intervalos, parándose en los frescos recodos donde abrevan bueyes y caballos de las inmediaciones, una voz quejosa que atrae la atención de los viajantes.
Es una voz femenina que llora, que deambula por las orillas del río en busca de algo, algo que ha dejado ir y que no conseguirá nunca. Asusta a los niños que han escuchado, relatado por los labios mustios de la abuela, la crónica conmovedora de aquella mujer que mora por los potreros, rompiendo el silencio nocturno con su gemido perpetuo.
Se trataba de una humilde campesina cuya adolescencia había vivido en medio de la quietud oyendo con regocijo las avecillas que saltaban felices por las ramas de los higuerones. Dejaba su cama apenas cantaba el gallo anunciando la aurora, e iba al río para acarrear agua con sus tinajas de barro, despabilando, al pasar, a las vacas adormecidas en el camino.
Su felicidad era amar la naturaleza; pero en cierta oportunidad al llegar la familia del patrón a su finca, la bella campesina pudo ver la elegancia y la coquetería de las señoritas que arribaban de San José. Pudo comparar sus encantos con los de aquellas mujeres; viendo que su cuerpo era tan hermoso como el de ellas, que tenían bello rostro, una sonrisa encantadora, y se propuso imitarlas.
Como era laboriosa, la patrona la puso a su servicio y la llevo a la capital donde, en breve tiempo, fue pervertida por sus compañeras y los cuantiosos vicios que existen en las capitales, y el nivel de libertinaje con los que la metrópolis le cautiva.
Fue ilusionada por un jovenzuelo de esos que dan a conocer su cultura y que, usualmente, amanecen totalmente embriagados. Más adelante se enteró que iba a ser madre, se alejó de la ciudad y retornó a la casa paterna.
Engendró una bella niña sin que su familia se enterase, la cual tuvo que lanzar prontamente al lugar en el cual el río tenía más profundidad, debido a su incapacidad y temor de confrontar a su padre o una sociedad como la suya. Luego enloqueció y, de acuerdo a los campesinos, el pesar la hizo deambular por las márgenes de los ríos en busca siempre del cadáver de su hija que no podrá encontrar.
Desde entonces, cuando en noche silenciosa se cruza el bosque y se transita por las orillas de los ríos, se escuchan gemidos quejumbrosos, lastimosos y terribles que hielan la sangre. Es la Llorona en busca de su hija…
El Mico Malo
Era un simio no de gran tamaño, blanco, ojos rojizos, largo rabo que termina en flecha, uñas extensas y filosas, auténtico pariente del mal, señalaba doña Filomena Burgos pobladora del alto de Santa Cruz de Turrialba. La señora Filomena fue muy infortunada en su matrimonio ya que debido a su proceder polémico, chismoso y engañoso, su vida en pareja fue peor de lo que imaginaba.
“Fue enviado por el diablo”, remachada para darle un castigo a los cónyuges que riñen mucho, se aparece de noche y se le ve trepado en un árbol alto próximo a la casa y al toparse con los desafortunada pareja se arroja sobre ellos para acabar con sus vidas. Eso fue lo que ocurrió con nosotros, solo el Señor con su inmenso amor pudo ampararnos.
“Una muchacha de no mucha edad metió su “pata de banco” (embarazada sin casarse). Su progenitor la expulsó de casa y ella se refugiaba para dormir, entre los residuos del trapiche. Cierta noche su abuelo la hallo ahogándose con una faja negra al cuello. Por el volante del trapiche se hallaba enroscado el Mico Malo, que es un puma de montaña (popularmente llamado león de “falda”).
El abuelo se despojó de su escapulario y se lo colocó a la muchacha al tanto rezaba “La Magnífica”. La faja negra se desvaneció y el Mico Malo mediante saltos largos se alejó chiflando como si fuese un hombre entonando una canción sinvergüenza. La joven fue llevada por el abuelo a la casa de su papa quien la perdonó, pues al parecer el Mico Malo estaba en complicidad con el seductor”.
La Carreta sin Bueyes
De las populares leyendas de Costa Rica, en esta se relata que existía una bruja que habitaba en un caserío del antiguo San José, poblado de carretas, gente humilde y muy crédula. Esta hechicera se había enamorado del más apuesto de los jóvenes del pueblo. El jovenzuelo por su gran respeto a su fe cristiana no quería saber de ella pero la bruja se sirvió de ardides para conquistarlo y así vivir con él mucho tiempo, llevando a ser como ella.
Nadie en el pueblo aprobaba esta unión, siendo el cura del lugar el que menos la consentía, quien en sus sermones denunciaba el hecho. Pasados los años y ya habiendo convertido el muchacho en un hombre mayor, enfrentó una enfermedad incurable y rogó a la bruja que de morir, le hicieran su velatorio en el templo del pueblo.
Al enterarse el sacerdote del último pedido del amado de la bruja, aquel se negó debido al pecado llevado por ella toda su vida. La bruja afirmó que cumpliría con el pedido de su querido de una u otra manera. Así que al fallecer su hombre, preparó los bueyes y la carreta y le montó el ataúd con el cuerpo muerto, agarró su escoba, su machete y se dirigió al templo.
Los bueyes marchaban a paso redoblado pero al llegar a la puerta del templo, el sacerdote les señaló que “en el nombre de Dios se detuvieran”, los animales pararon de inmediato, no así la bruja la cual maldecía contra lo sagrado.
El sacerdote absolvió a los bueyes por haberse detenido y la bruja, la carreta y el fallecido aún deambulan por el mundo, y ciertas noches se escuchan las ruedas de la carreta transitando por las calles de los poblados, la cual es llevada por la mano peluda del mismísimo diablo.
Leyendas de Costa Rica La Cegua
Cerca de dos siglos atrás, en un poblado de Cartago, moraba una linda mujer, la más hermosa del pueblo. Bella como una rosa, de curvas destacadas, encantadores bustos, piernas redondeadas y una cara como ninguna otra. No obstante era la joven de mayor orgullo y no era considerada con sus progenitores, con quienes se revelaba y trataba de modo humillante, ya que achacaba su infelicidad a su pobreza.
Dice ésta, una de las populares leyendas de Costa Rica, que cierto día, esta hermosísima joven fue invitada a un baile por un adinerado y simpático español, a lo cual su madre era opuesta, ya que el joven era famoso por sus cualidades de conquistador, “Don Juan” y bastante informal con las jóvenes.
Dada la negativa de su madre, la joven se encoleriza y la maldijo llenando de injurias su modesto hogar al tanto su madre la veía sollozando calladamente ante el proceder de su hija. A esta no le bastó con insultarla, sino que luego quiso abofetearla, pero no hubo levantado su mano cuando de la nada surgió una mano negra, con enormes uñas y retuvo la mano de la hija desagradecida, para luego escucharse una voz atronadora que dijo:
“Te blasfemo ingrata mujer, por insultar y querer golpear a quien te engendró, a partir de hoy y para la eternidad los hombres a ti se aproximaron por tu bello cuerpo pero por tu horrorosa cara de ti huirán“
Desde ese momento la Cegua se aparece repentinamente en el camino solicitando ser llevada por algún jinete en su caballo, pidiendo ser llevada al poblado más cercano; “ningún hombre se resiste a tan bello cuerpo y dócil ruego”, pero una vez se sube al caballo su rostro se convierte en el de una horrorosa bestia semejante al de un caballo en pleno relinche.
La Cegua se le muestra igualmente a aquellos hombres seductores que deambulan a elevadas horas de la noche en la calle, ella se les presenta y con su ternura les hace pensar que es fácil conquistarla pero en el instante preciso enseña su cara de caballo.
Algunos cuentan haberse encontrado con la Cegua y aún en la actualidad se advierte que en cualquier calle cuando te desplaces en tu auto por la noche, has de ser cuidadoso con quien te pida llevarle, pues ella será muy encantadora al subirse a tu auto, y cuando estés atónito con su belleza se transformará en lo que es, la Cegua.
Las Leyendas de Costa Rica La Tulevieja
Se trataba de una viejita que moraba próxima al río Virilla en una casucha arruinada por el tiempo, quien, para cubrirse el sol, usaba un enorme sombrero de “tule”, hoja ancha de la planta homónima.
¡Se los llevara la anciana de la tule!, gritaban a aquellos seres que atemorizados escapaban al verla buscando leña por el río. Con los años, ésta se transformó en una de las leyendas de Costa Rica, narrándola del siguiente modo:
“Enorme sombrero de tule, pechos al descubierto, patas de águila, alas de murciélago, cara de bruja y cargamento de leña.”
Se afirma que toma vuelo y se precipita sobre la persona descuartizando cuando esta ha cometido pecado mortal. La Tulivieja era una señora con muchos años y mañas. Se cuenta que hasta no se quitaba el sombrero para dormir, sin forma, sucio, con forma de chupón.
La muchachada burlona la apodo de Tulivieja, y les daba gusto molestarla. Ella se enojaba y, si conseguía una rama, los perseguía, intentando alcanzarlos para darles su castigo, lo cual jamás lograba. Sus bravuconadas incitaban a los revoltosos muchachos.
La Tulevieja rondaba los cafetales buscando “charamusca”, o sea, pedazos de leña. Al mismo tiempo, se llevaba un racimo de plátanos en su cabeza, lo que ennegrecía aún más su tule.
Cierto día el viento le llevó el sombrero el cual descendió sobre las agitadas aguas del entonces crecido río Tiribí, cuya corriente lo arrastró. Ella voló en su búsqueda, pero la cabeza de agua de la gran crecida la sofocó.
La Bruja de Escazú, la “María Negra”
Dice la leyenda que esta bruja era morenita y una de las postreras brujas de más renombre del poblado, que residía al norte de la Iglesia del centro de Escazú.
Se afirma que ella en una madrugada fue vista por su abuelo Tali totalmente desnuda, a la mitad de la quebrada que corría por detrás de su casa, y además se encontraba en trance. Al verse descubierta, ésta le requirió a su abuelo que no le dijera a nadie lo que había observado. De modo paternal él le respondió: “Oh, María, ya está concibiendo un mal para alguna persona”.
Tras cierto tiempo, el abuelo relató el hecho a algunos vecinos en quienes confiaba y se cuenta que tras algunos días fue castigado por la condena de su bruja nieta. Y fue que, empezó a darse cuenta de que al mediar la noche descendían algunas pistas sobre el techo de su casa y las vacas patean sin freno y lucía como si fuesen a partir las barandas de la casa. Al salir vio que nada ocurría ; sin novedad, ya que solo se percibía el olor de las bostas.
Tras unos días, en un despiste del abuelo Tali, uno de sus pequeños fue hallado ya fallecido, parece fue por una golosina inofensiva que se asfixió. Para empeorarlo, cuando tenía que ir por El Jaboncillo, próximo al lugar del Hatillo, a desmalezar la siembra, al transitar por la casa de la malvada mujer se le colocaba detrás una chancha grande y negra con sus chanchitos que le mordisqueaban las piernas y lo acosaban a su antojo.
Tali se pudo defender con su cuchillo, pero no podía alejar ni matar a los animales; era tal su rapidez sobrenatural. Permaneció así por unas semanas hasta que falleció la bruja; y cuenta la leyenda que ese día fue fuerte el temblor, con retumbos y que la añeja casa de barro de María la Negra se cayó, siendo totalmente demolida por el sismo. Desde entonces el abuelo Tali tuvo plena y permanente tranquilidad.
La Piedra de Aserrí y la Bruja Zárate
Érase una vez una extravagante ciudad de nombre Aserrí localizada a 11 km al sur de San José y dirigida por un español ilustre y de buen porte, del cual la Bruja Zárate se enamoró irremediablemente. El la desairó y entonces ella juró desquitarse de aquel desdén con el que le trato el español.
Luego de unos días amaneció la aldea transformada en una gran piedra, los pobladores en animales de la montaña y el presuntuoso español Pérez Colma se rebajaba a la categoría de pavo real.
La Zárate era una dama de piel blanca, gordita, bajita, de enormes y negros ojos, mirada desconfiada, se peinaba par de trenzas, muy controlada, solía sanar a sus enfermos y cuando le presentaban casos tristes, les regalaba frutas que al arribar a sus casas estas se transformaban en gemas valiosas y monedas de oro.
Un día, un caballero de nombre Diógenes Olmedo fue de visita con la célebre Zárate, para saber si la reina fortuna le sonreía. Tras marchar unas seis horas, arribó entrada la noche a la piedra y extenuado de circundar sin hallar como poder charlar con la Bruja Zárate, decidió apoyarse en la piedra y aguardar, tanto que el cansancio lo dominó y pronto se dormitó.
Tras unas horas deliraba, viendo a su lado un árbol en cuyo ramaje se pararon unas blancas palomas afirmándose con voz humana: “Si deseas charlar con la encantadora Zárate, golpea tres veces la piedra y repite las siguientes palabras: Buscó vanamente mi ideal… años andando y siempre parado, hermosa Zárate oye y ábreme por el cariño al pavo real”. Entonces las palomas alzaron el vuelo soltando pétalos blancos.
Diógenes se despabiló… Ya casi medianoche, poniéndose de pie golpeó tres veces la piedra y al unísono recalcó las palabras que le habían dejado las palomas. En ese momento la piedra se alumbró apareciendo Zárate con un chal color vino cruzado por los hombros, en una mano un cigarrillo prendido y en la otra sostenía con una cadena un bello pavo real.
Se dirigió amablemente al desdichado hombre que tiritaba de miedo diciéndole: ¿Qué de mi, bondadoso hombre. En que puedo satisfacerte? Diógenes, ganando valor se aproximó, la saludó inclinando su cabeza, tras lo cual le narró su apenada historia, su viudez, sus hijos achacosos y famélicos.
La Bruja Zárate como si recordase algo y absorta le preguntó: ¿Hace cuánto tiempo falleció su esposa y cuál era su nombre? El infortunado hombre le contestó: Ella no falleció… hace un par de años fue ella con unas amigas a bañarse a un río en la serranía… jamás se supo de ninguna de ellas, se desvanecieron misteriosamente… se llamaba Lupita Olmedo.
La Zárate alzó sus cejas, inhaló el humo de su cigarrillo y con una carcajada ruidosa congeló la sangre del desdichado hombre y le afirmó: “Sobresaltada por tu desagradable sufrir y ya que me has pedido por el cariño de mi ave predilecta, el pavo real, te voy a otorgar lo que requieres”.
Marcharon una hora montaña arriba y al final arribaron a una llanura en donde una encantadora laguna circundada de bambúes, toronjas y limones surgían de ese hermoso lugar, la bruja cogió algunas toronjas y le señaló: Ten, aquí te doy la comida de tus hijos”. Diógenes colmó su alforja con ellos, cuando una docena de palomas blancas se pararon en los bambúes y la bruja le dijo: “Puedes irte ya, esas palomas te guiaran”.
Retornaba el infortunado hombre absorto y desilusionado, portando en los hombros aquella carga de toronjas y en el alma la palabra de una mujer frívola y repulsiva. ¿Cual era el sentido de tanta fruta y tantas palabras vacías?… Al llegar a la mitad del trayecto y sintiendo el peso de la carga resolvió aligerar, y botó seis naranjas por un desfiladero hasta llegar a un río y desaparecer.
Más ligero siguió su camino, sus hijos lo otearon y corrieron hacia el cuestionando que les había enviado la señora Zárate. Diógenes aparentando alegría, les dijo que ella les enviaba unas jugosas toronjas y que el próximo día arribarán una docena de palomas blancas para sorprender. Los niños se durmieron esa noche, en espera del día siguiente para capturar las palomitas y entretenerse con las toronjas.
A la mañana siguiente las toronjas estaban transformadas en oro puro, y más luego Diógenes y los niños escucharon el ladrar de los perros y pasos de caballos, cuál sería el asombro al ver que retornaban las doce paseantes que días atrás, felices fueron a la serranía y no volvieron. Lupita Olmedo venía al frente galopando para abrazar a sus hijos y su desconsolado esposo.
Y decían que la Bruja Zárate, al verlas darse un baño en el río tuvo la idea de transformarlas en palomas blancas y que constituirán así su comitiva de honor. Del pavo real, le aseguró que tan pronto esté de acuerdo en ser su pareja, le restituye su forma original, pero el respetable español mantendrá su alcurnia, es mejor soportar ser un pavo real preso, antes que esposo de la bruja en libertad.
Cómo mi Abuela Habló con la Llorona
De acuerdo a lo relatado por mí abuela, cuando ellos apenas se habían casado, poseían un potrero que daba con una lado de la montaña, sitio donde mi abuelo iba a amarrar los bueyes poco antes de llegar la noche. En esa época como aún no tenían niños, ella le hacía compañía, en particular porque se recordaba que dos años atrás, una inundación arrastró a un joven que quiso atravesar el río a caballo.
Por cierto este joven pretendía a una chica de la barriada, de ahí que a ella le atemorizaba que a su esposo le ocurriese igual, ya que era invierno y en esa temporada el río descendía con mucha fuerza.
Ese día se encontraban arriba del potrero en busca de un ternero cuando vieron hacia el río y contemplaron un bulto blancuzco por la margen del mismo. Pensando que era el ternero mi abuela descendió para traerlo a casa al tanto mi abuelo la aguardaba arriba en tanto abría la gatera.
Empero cuando ella se hallaba muy cerca del bulto se le fue el ánimo porque en vez del ternero, vio a una señora muy linda trajeada de blanco. Lo único que pensó era que se había encontrado con la llorona sin poder verle su rostro debajo del velo que traía. Luego se le oyó decir.
—No me tema, le afirmó ella, soy Martita la noviecita de Julián, el joven que arrastró el río con los niños. Cuando hay crecidas usualmente vengo en las crecidas para ver si los consigo, pero no le diga a nadie ya que sino mi abuelo me da palos.
—¡Ay hija de Dios, por poco me muero del susto!, quién le ha dicho que los va a conseguir así, ya eso ocurrió Martita, Julián era un bondadoso joven, los hombres estuvieron es su búsqueda bastante pero no los consiguieron, creo que Tatica Dios los tiene en sus manos y en paz debe dejarlos. Aun tu eres hermosa, búscate otro hombre que le ayude a olvidar y hágase una nueva vida.
—No es posible, yo le hice promesa de mi fidelidad y además anoche estuvo en mis sueños, que vendría a buscarme junto con mis hijos y me llevaría, por eso me traje tan bonita.
—¡Ah muchacha! ¿Como se te ocurre?
—¡No se lo cuente a nadie!, ¡ni a Don Neto por favor se lo pido!
—Bien , Bien , pero has de cuidarte que te puede suceder algo por caminar a éstas horas en zonas tan retiradas a la margen del río en crecida.
Al regresar arriba mi abuela, mi abuelo le cuestionó con quien había conversado allá abajo; ella solo pudo decirle que era la Martita, desconociendo que era la llorona y que le comentó que cuidara que los chiquitos de que no se aproximaran al río en crecida, ya que si los arrastraba, ella los buscaba.
Mi abuelo la miró con fijación pero ella no se doblegó, lo dijo como si no fuese nada extraordinario, así que él solo enmudeció sin agregar nada más. Cuando más adelante otras personas dijeron haber observado alguien próximo al río esa noche, mi abuelo se enseñaba y decía, que era Martita desconociendo ciertamente que era la llorona y que había conversado con su mujer.
Ésta última parte era la que compartía con sus hijos. Cuando ya crecieron lo suficiente se animó a relatar el resto. Cuando le consultamos por esa joven, ella se pone enigmática y señala que tras esa noche que habló con ella no la vieron de nuevo. De allí que de nuevo nos deja a todos dudando. De tal manera que, por aquello, les aconsejo no acercarse al río de noche ya que la llorona se los puede llevar.
Leyendas de Costa Rica Religiosas
Las leyendas de Costa Rica religiosas representan manifestaciones de la intención o la aparición divina en tierras costarricenses, y cuentan con una connotación religiosa, con el objetivo de fomentar o robustecer la fe católica entre la población.
Leyendas de Costa Rica La Negrita
Erase los años de 1635, cuando la Puebla de los Pardos era una barriada segregada de la ciudad de Cartago, cuyos habitantes eran todos mestizos. Se acostumbraba en casi toda la América hispana dividir a los mestizos de los blancos, forzándolos a vivir separadamente, tanto así que la Ley prohibía en oportunidades el matrimonio entre ellos.
Por esos tiempos existía allí un matorral al cual regularmente iban los pobres de Cartago a buscar leña para levantar fuego. En los alrededores del matorral moraba una humilde y sencilla mujer que al amanecer del 2 de agosto salió, como era usual, a recoger su cargamento de leña.
En esta ocasión halló sobre una roca una imagen que personificaba a la Santísima Virgen con el Niño en sus brazos, de una medida no superior a una cuarta y labrada en piedra, la tomó y al arribar a su modesta casa la asesoró en una caja de madera.
Al acercarse el mediodía, la mujer regreso al matorral por más leña y, colmada de admiración, halló la imagen sobre la misma roca. La cogió pensando que era otra figura y la trajo a su casa. Al abrir la caja para ponerla junto a la otra, quedó estupefacta al notar que la otra imagen ya no se encontraba. Su asombro fue tanto cuando espantada, vio por tercera ocasión al retornar al matorral, la imagen sobre la misma roca.
Aun así, la tomó y se la llevó de nuevo, en donde pudo verificar que había huido de la caja, y que halló vacía. La bondadosa y humilde mujer se inquietó muchísimo, fue a la casa del sacerdote del pueblo, se la dio y le relató los extraños eventos que había visto recién. El cura, que se dice era don Alonso Sandoval, cogió la modesta imagen y la colocó en un cofre con la finalidad de evaluarla luego en detalle.
El próximo día cuando el señor cura resolvió hacerle un examen a la imagen, se dio cuenta que ya no se hallaba en el lugar en que la puso. Cuando la humilde mujer que previamente había encontrado la figura, resolvió regresar al matorral por más leña matinal, con sorpresa halló la imagen sobre la misma roca donde muchas veces la había conseguido.
Fue rauda la mujer donde el señor sacerdote, apersonándose éste con otras gentes del lugar en el matorral y en ceremoniosa procesión la trajeron hacia la iglesia de la parroquia colocándola en el Sagrario. A la mañana siguiente cuando fueron a examinar, ya no se encontraba allí, marcharon todos a la ya famosa roca en el matorral y allí se encontraba, sobre la misma roca de siempre.
Era la quinta oportunidad que en este modo se manifestaba la Santísima Virgen, entendiendo así que deseaba tener su hogar allí mismo. Emprendieron entonces de inmediato la compleja tarea de erigir una ermita, al tanto podían edificar un templo meritorio de ella, la divina señora, “La Virgen de los Ángeles”, una de las grandes leyendas de Costa Rica.
El Cristo Negro de Esquipulas
De acuerdo a lo que relata la leyenda, muchos años atrás en Guatemala, la policía estaba buscando un individuo que quería ganar dinero con la figura de un Cristo negro, beneficiándose de la fe. Al saberse perseguido resolvió escapar, llevándose con él la imagen.
Aún no se sabe cómo pero este individuo vino a llegar a Guanacaste, donde prosiguió con sus tentativas de vivir usando al “Negrito” como nombraba el populacho al Cristo. La policía de la localidad conjuntamente con la de Guatemala resolvieron apresarlo, pero éste supo eludirlos velozmente, tanto así que olvidó la imagen enganchada en la rama de un árbol en el parque de Santa Cruz, o ese fue el pensar de la gente común.
Un vecino resolvió recuperar y resguardar la figura en su casa, pero al amanecer del nuevo día no fue menos su asombro, ya que la imagen se había desvanecido. Aunque mayor fue la sorpresa al hallarla de nuevo colgando en el parque. A ello no se le quiso dar relevancia, por lo que fue llevada de nuevo a casa del devoto, para aparecer al próximo día otra vez colgada de la misma rama en el parque.
A partir de lo ocurrido la gente comprendió que la imagen deseaba un templo y efectivamente se lo levantaron. A través de los años la figura ha recorrido las planicies y vecindarios, atenuando penas y percibiendo limosnas, esta imagen es reconocidas por la falta de un par de dedos en una de sus manos.
El Padre sin Cabeza
El padre sin cabeza es el espíritu de un cura católico cuya cabeza fue cortada. El espectro, trajeado de sotana y sin cabeza, hace su aparición en los restos de templos, ermitas, escuelas católicas, monasterios y lugares semejantes.
Se muestra dentro del sitio a cualquier hora ofreciendo misa a los penitentes, llevando todo el ceremonial religioso de espaldas, sin mostrar el rostro, escondido en las penumbras, hasta que al momento de otorgar la eucaristía, cuando el devoto se aproxima, el sacerdote se voltea y la persona se da cuenta aterrorizada, que no tiene cabeza.
Una de las leyendas de Costa Rica, la del padre sin cabeza viene de los tiempos de la colonia y está muy presente en el folclor de muchos países de Latinoamérica. Sus antecedentes están vinculados con las ejecuciones de los religiosos católicos a través de los tiempos iniciales de propagación del Cristianismo en América.
Entonces a estos curas y monjes se les consideraba como amenazas por lo adinerados, o bien, por no coincidir con el sentir de la misma Iglesia Católica de la época, lo que causaba la ejecución de estos religiosos, en muchas ocasiones en contra de la voluntad popular, en plena Inquisición Española. Una de las iniciales interpretaciones de este relato emergió tras el asesinato de fray Antonio de Valdivieso en Nicaragua en 1550.
La Procesión de las Ánimas
El desfile de las ánimas es muy popular en todo el país, pero particularmente se le conoce en Cartago y Puntarenas. Hablamos de la presencia a la medianoche, de una procesión de numerosas personas ataviadas de negro, con capuchas sobre la cabeza, que van orando, portando en cada mano una cirio de cebo encendido y una modesta cruz.
Se sospecha que estos individuos son almas de fallecidos (ánimas) que se hallan en el Purgatorio. En otras interpretaciones, la comitiva se muestra en el interior de algún templo, usualmente al mediar la noche, hora en que se presupone que el edificio no está abierto. Igualmente puede presentarse en los panteones.
En una crónica, una viejita contempló cierta noche la procesión de las ánimas sin darse cuenta que era algo fantasmal. Uno de los espíritus se aproximó a la ventana de su vivienda y le dio una vela prendida, que ella resuelve guardar. La alucinación se repite por unos cuantos días, y la viejita prosigue guardando los cirios hasta que se enferma, deteriorándose cada vez mas hasta casi fallecer sin que los remedios ayuden.
El cura del sitio la visita para proporcionarle los santos óleos y ella le relata la extraña ilusión. El religioso va por las velas y reconoce aterrorizado que se trata de huesos de personas. Inicia entonces un ritual de expiación y sepultaron los huesos en el cementerio. La mujer entra en mejoría de manera milagrosa en unos cuantos días.
Esta leyenda se halla vinculada con el relato español de la Santa Compaña, y se consigue igualmente presente en otras naciones de América Latina.
Leyendas de Costa Rica La Yegüita
El relato de la Yegüita se origina en la conmemoración de las Fiestas de la Virgen de Guadalupe en Nicoya, Guanacaste, celebraciones que se han venido realizando desde el año 1531.
En sus inicios la fiesta se centraba en la parte religiosa y en los preparativos de comidas para las personas provenientes del campo. Un evento insospechado ocurrido en la punta del Cerro las Cruces, en el sendero hacia Curime, Nicoya, agregó una característica muy peculiar a la celebración.
Narran los más viejos que en cierta oportunidad, cuando los indígenas promesanos retornaban del pueblo de Nicoya luego del ceremonial y procesión de la Virgen un doce de diciembre, dos hermanos guapes ya embriagados se disgustaron y se enfrentaban en una pelea de machetes.
Los pobladores al observar aquello rogaron la ayuda de su Patroncita La Virgen de Guadalupe, de tal manera que entre los peleadores se apareció un caballo alazán que con sus coces y mordeduras los pudo separar, desvaneciéndose al terminar la pelea. Para los indios esto fue un auténtico milagro por lo que, desde esa fecha, las procesiones van acompañadas de un caballito de madera que baila al ritmo de pitos y tambores.
Para evocar este milagro, se hizo tradición entre los indios resolver sus diferencias el doce de diciembre en el poblado de Nicoya. Descamisados y con látigos de piel de danta, al ritmo de pitos y tambores, se golpeaban hasta sangrar delante del caballito de madera que, cuando lo cree juicioso, se interpone con su baile para separarlos.
Leyendas de Costa Rica de la Tierra
Las leyendas de Costa Rica de la tierra reúnen aquel tipo de relatos sobre eventos particulares de un lugar, los cuales a veces se consideran embrujados. Su objetivo es explicar fenómenos o testimoniar la denominación de una región, un río, una montaña, etc. La mayor parte de ellas contienen antecedentes aborígenes o coloniales.
La Leyenda del Turrialba
Numerosos años antes de la invasión española, este fecundo territorio estuvo poblado por indígenas recios y valientes. El Cacique, anciano viudo, protegía su único y gran tesoro que era su hija, bella muchacha de quince años, de cuerpo estilizado, de pechos por madurar, carnes morenas tentadoras.
La tribu tenía una existencia feliz. Cira, como se llamaba la joven india, era dadivosa y cariñosa con todos; manipulaba el arco y la flecha con maestría.
En un atardecer de verano en que el sol se refugiaba tras la montaña, Cira percibió el encanto de la selva susurradora y se adentra en ella reuniendo florecillas, yendo más a su interior. Se asomó la primera lluvia y Cira, extenuada, se sentó sobre un añejo tronco, la oscuridad de la selva la cubría por lo que sintió temor.
Comenzó a gritar, pero las tinieblas consumieron su grito; empezó a llorar; su cuerpo cansado quiso reposar sobre la hierba, y pronto se durmió. Los árboles permitieron entrar hilos plateados que daban brillo al rostro de aquella virgen silvestre.
La selva rechinó ante el avance de un hombre, los árboles emitieron un alarido. Un indígena errante, de otra etnia, ingresaba en la selva; marchó un poco, se paró sorprendido ya que a sus pies estaba Cira, sus ojos se fijaron en aquel diamante cubierto de esmeraldas. Se arrodilló y posó sus labios, como roce de plumas, sobre los de la bella india.
La virgen se sacudió, y se colocó de pie, quiso escapar, pero unos brazos fornidos atraparon su cintura. El indio elevó su presa y marchó raudo hacia la cima, detúvose e hizo sentar a Sira a su lado. Le hizo saber de su amor en compañía del ligero suspiro de las hojas que crepitaban al amanecer, frágil cinta plateada alumbraba a la pareja feliz. Las estrellas trémulas, como pétalos de rosa que se ajaban, empezaron la huida.
En la clan de Cira todo era confusión; los caracoles pincharon el espacio con su chillido de alerta.El anciano cacique, el primero, se adentra en la selva que escondía a su diosa. La totalidad de los indígenas con sus arcos alistados, le escoltaban de cerca. Marcharon, marcharon; el sol se desengancha feliz y coquetón de la cumbre.
El anciano cacique emitió un alarido que hizo vibrar la selva; Cira se encontraba allí, en manos de otro hombre. Los arcos se combaron, alistados a lanzar sus saetas mortales, pero la selva se intranquiliza, abrió un gran vientre y escondió a dos seres ya dichosos. Una franja de humo divino surgía de aquel vientre, como júbilo del amor de dos etnias.
Tras varios años, cuando los audaces conquistadores ocuparon esta región, sus ojos quedaron extasiados ante aquella franja de humo divino, a la cual nombraron torre-alba, que después del pasar de los años, los residentes de esta región lo modificaron por el de Turrialba. De esa manera surgió nuestro volcán Turrialba.
La Leyenda de Irazú
Numerosos años atrás antes de que los conquistadores arribaran a Costa Rica y Juan Vásquez de Coronado estableciera Cartago, los enormes palenques se erigían en las secciones Norte y Sur de la región del Valle del Guarco. La del Norte, era regida por un cacique de nombre Coo, de inmenso poder y de dedicación a la agricultura mientras que la Sur la comandaba Guarco, cacique tirano invasor.
Guarco y Coo peleaban por el control de todo el territorio (Valle Central del Guarco). La contienda fue enorme; progresivamente Guarco iba venciendo la resistencia de Coo, hasta que este falleció y dejó al mando a Aquitaba, quien era un guerrero enérgico y recio. Al ver que iba a ser vencido por Guarco, llevó a su hija “Irazú” a la cumbre más elevada del norte de la región y la inmoló a los dioses, rogando por ayuda para la guerra.
Encontrándose en una férrea batalla con Guarco, Aquitaba rogó por la ayuda de “Irazú” inmolada; de la cumbre más elevado surgió fuego, cenizas, rocas que descendieron sobre los combatientes de Guarco que escaparon. De un flanco del monte emergió un riachuelo que se transformó en agua caliente arrasando los palenques de Guarco.
Una maldición se esparció y se contaba que los pobladores de Guarco laboraban la tierra, elaborando con ella su propio tejado (teja); el pueblo fue nombrado posteriormente Tejar de Cartago, la parte Norte Cot, y el monte elevado volcán Irazú.
Creación de los Sikuas
Sibo creó la tierra del cuerpo de Iriria, la cual era una niñita gordísima que apenas caminaba. Sibo meditó, «quiero engendrar seres vivos, pero ellos no podrán vivir ya que sólo hay piedras». Así que resolvió ir de visita con la familia danta. Para poder persuadirlos le dijo a Naítmi, progenitora de Iriria, «voy a realizar un gran ritual y te vengo a convidar pero requiero que lleves a la niña, le haré sanaciones para al fin camine».
A pesar de que no fue fácil persuadir al final aceptó. Al caer al suelo Iriria y morir, su madre y su abuela lloriquean mucho y se enojaron mucho con Dios y le increpaba: «eres un embustero, nos mentiste, por eso nosotros no deseábamos venir». Empero Sibo las calmaba señalándoles que Iriria no había fallecido, ella aun vivía y les garantizo que va a caminar por medio de otras personas que ella engendrará.
Aun así la madre y la abuela fueron incrédulas y se alejaron muy tristes. No obstante, Sibo tenía que consumar la promesa que les había hecho, por lo que conformó del cuerpo de Iriria a las personas de piel blanca.
Del mismo modo ocurrió con Mulurtmi, el mar, quien tras morir, de su vientre emergió un árbol, pero a Sibo le disgustó este árbol, porque lo que hacía era crecer y le estaba tumbando la casa, por lo que ordenó cortarlo. Al cortarlo sus flores fueron a flotar al mar y de ellas surgieron personas blancas, sikuas. Para hacerlos sabios, Sibo les dio el entendimiento de un ser espiritual llamado Ple Akekol, con figura de hombre y de hormiga.
Esta criatura dio sus primeros pasos sobre la tierra recién formada y del polvo que desprendían sus pies emergieron las hormigas zompopas.
Dichas hormigas velozmente comenzaron a sesgar las hojas de los árboles, a elaborar sus nidos, a hacer senderos y dejar el sitio en el cual viven bien aseado. En ocasiones su carga es de mayor tamaño que su cuerpo, usualmente están trabajando sin descanso. Por ello los sikuas siempre estudian para seguir aprendiendo (Otra interpretación señala: por ellos los blancos asean todo y quitan la vegetación en el sitio que laboran).
- Iriria: es la niñita Tierra hija y nieta de la progenitora y abuela de la Tierra , quien moraba en el inframundo
- Naítmi: Madre de Iriria, Madre de la Tierra
- Ple Akekol: Soberano, capataz o dirigente de las hormigas zompopas
- Sibo: Deidad superior de la creación
- Mulurtmi: La dama del Mar, mujer Mar?
La Leyenda de la Piedra de San Isidro de San Ramón
Cuentan los que de tales cuestiones saben, que los indígenas huetares pensaban“que su deidad, el sol, era un ser ansioso de sacrificios; con tal propósito levantaron: un altar de roca enorme. Los huetares engendrados en el mes de marzo eran sacralizados al dios sol”.
Se sabe que el cacique contaba con una doncella muy hermosa, pero con una gran condición: había tenido su nacimiento en el mes de marzo; por lo que estaba determinada al sacrificio. Esta joven, de nombre Yumbaruti, tenía la grandeza de sacerdotisa o sea “Virgen del Sol”.
De acuerdo a la tradición, el día en que la doncella llegar a los 15 años, tenía que danzar rodeando un círculo, en cuyo centro habría un arco con una cuenco colmado de hojas, extractos y bálsamos. Si al finalizar el baile su contenido aún seguía encendido y el sol no se había ocultado, era indicio de complacencia del dios, con lo cual condonaba el sacrificio.
Se narra que al faltar escasos meses para que Yumbaruti alcanzara los 15 años, arribó al pueblo, localizado en el lugar donde hoy queda la ciudad de San Ramón, un joven muy guapo, de casta chorotega, Turichiqui, quien se encariño apasionadamente de la joven. Pero Yumbaruti no lo quiso así, miedosa de que el dios sol se encoleriza.
No obstante, Turichiqui tuvo que resolver la cuestión por el camino más simple: secuestró a la princesa. Llevándola en sus espaldas, se marchó a las montañas.
Pero sucede que el día indicado para la danza del sol, la doncella retornó a cumplir su promesa; la joven inició su baile desde el mismo amanecer y le llegó la noche y seguía con sus bailes. Ocurre que la oscuridad fue muy profunda a través de todo el día, ya que el sol no quiso mostrar su rostro. Y al no haber sol, no se encendieron los bálsamos, ni los extractos, ni las hojas secas.
Yumbaruti desfallecer de cansancio. El brujo de la tribu expresó que la doncella no era pura, por lo que el sol se había negado a aparecer. No quedando otro alternativa que atar a la joven para prepararla para el sacrificio.
El día determinado para la ofrenda igualmente no se mostró el sol. Apenas fue llevada la muchacha a la piedra de los sacrificios y le fue clavada una lanza en su corazón, se inició una delicada lluvia y, sumado a ello, un relámpago descendió sobre el cadáver, quebrando la piedra en dos.
A partir de entonces cada cien años de aquel suceso hay un enorme hueco, se acerca la tormenta, descienden rayos y se escucha el potente cantar de un gallo al mediar el día. Posiblemente sea el ánima de Turichiqui que aún deambula buscando su amor.
Leyendas de Costa Rica Los Muerras
Se llaman Muerras a unos gigantes que descendían por la cordillera de Tilarán, o por el Río Frío provenientes del Lago de Nicaragua. Sin duda alguna han de ser los Niquis, cuyos restos se encuentran en la Isla Sagrada Zapatera, entre Granada y Ometepe y las Islas Solentiname.
De acuerdo a las leyendas de Costa Rica, los Muerras liquidaron a los hombres y secuestraban a las mujeres y a los niños. Que una lindísima de esas indígenas, pudo huir de la isla sagrada y relató lo siguiente: me mantuvieron en un heptágono donde había una figura de distintos ídolos en cada lado a los cuales les colocaban el corazón de humanos inmolados, entre las garras de su dentadura.
Para arribar a ese altar hay que escalar más de mil gradas, por las cuales tiraban de los pies a las víctimas, que al golpear repetidamente con su cabeza los escalones los manchaba con su sangre. Cierta noche ella huyó nadando con muchas “xícalli” de las bebidas divinas, y que yendo al Sur, por la costa del Lago, arribó a Upala, donde estaba casualmente su novio preparando guerreros para la lucha con los Muerras.
Tras cinco días de terrible angustia, como estaba embobada por las tretas de los Nahuas y por las inmolaciones humanas que le ofrendaban al venerarla, no pudo contener al pesaroso amor del guapo indígena “boto”, quien al contemplarla desfalleciendo juró venganza.
Atormentado el indio, no llegó a sepultar el cuerpo de su querida, sino que lo arrojó amarrado a una piedra al río Zapote al anochecer, y cruza la montaña ya más avanzada la noche, tras trotar todo el día, arribó a la desembocadura del Caño de Mango en el Río Frío.
Que al vadear el río por donde la verduzca y tropical orilla conforma un exuberante marco, aún en la actualidad, al majestuoso espejo de agua el cual es mucho mejor que de cristal de roca, la indígena se le mostró dentro del agua y que con gestos le indicaba: ve a dormir en paz, que al despertar hallarás unas plumas, ponlas en tu cabellera y te harás tan fuerte como los Muerras.
Para comprobarlo, toma luego los carrizos de las orillas del río y observaras que todos los que agarres se convertirán en tus manos mazos y hachas, arcos y flechas, con los que y con tu propia gente aniquilarán a los Muerras en su siguiente viaje.
Ese es el relato, que, para concluir sus abuelos le decían, al igual que los abuelos de sus abuelos … habían aniquilado a todos los Muerras, y que tan mal habían quedado que desfallecen en el Caño al lavar la sangre de sus heridas. Por ello, cada vez que se acercaban al Caño de la Muerte, se aseaban las piernas para rememorar el consejo de la india, cuyo rostro en las noches del astro, aun se ve en el resplandor del agua.
La Leyenda del Rey de los Chanchos
En medio de los animales, los chanchos tienen soberano. Este es en mucho semejante a un hombre muy blanco y hermoso y marcha por las montañas con un bordón dorado en la mano. Habita en un palacio hechizado en los alturas de Sankrá-ua y en su puerta tiene de centinela a un tigre muy enorme.
Al monarca de los chanchos le disgustaba que sus súbditos le lancen fechas sin asesinarlo de una vez. Cierta vez existía en Boruca uno de aquellos que era famoso por ser mal flechero y usualmente hería a los animales sin liquidarlos. Un día que anduvo por el monte, se consiguió con una enorme manada de chanchos y fue corriendo detrás de ellos sin poder alcanzarlos.
Al darse cuenta adonde había llegado vio que estaba extraviado, aun así siguió adelante hasta que se presentó ante el rey de los chanchos (sini-súj-kra). Este lo sujetó y le indicó: ¿Por qué hieres a todos mis chanchos sin nunca liquidarlos? ¡Por ello ahora no saldrás de mis manos hasta no curarlos a todos ellos!
Y allá permaneció muchos años, sanado chanchos: y éstos no era nada fácil, ya que se daban vueltas y le mordisqueaban, y él experimentó mil padecimientos hasta que al final se domesticaron algo y proseguían su pasos por cualquier lado. Al ya no haber chanchos heridos, el rey lo pidió venir y le indicó que ya podía retirarse y que no tratase de herir nuevamente chanchos sin matarlos. E igualmente le señalo a cuales podía asesinar.
Luego el hombre se marchó por las montañas hasta que llegó al Camarronal (Krámra-ua), donde consiguió a algunos compañeros en cacería de chanchos. Éstos cuando observaban a su sanador, se tornaban muy dóciles y no querían marcharse y él podía liquidar a todos los que le habían señalado. Y siempre recomendaba a sus compañeros no herir animales, sino aniquilarlos de una buena vez.
Leyenda de Costa Rica Breves
En este aparte se resumen una serie de leyendas cuya característica común es la brevedad de su relato, cuyo sentido primordial radica es la específica referencia a un suceso o lección a compartir y sobre el cual reflexionar.
Leyendas de Costa Rica La Mona
La Mona, igualmente llamada como Mona Bruja o Mico Brujo, es un figura de una leyenda de América Central de procedencia chorotega. De acuerdo a ésta, una de las leyendas de Costa Rica, las monas eran brujas o hechiceras que, por medio de rezos indígenas antiguos, se les caía la piel al tanto que su pelo comenzaba a crecer, se les estiran las manos y los pies, convirtiéndose en una criatura semejante a un mono deforme inmenso.
Las monas podían moverse de manera rauda a través de los árboles, regularmente para golpear a sus enemigos de modo sorprendente. Lo realizaban en medio de risotadas espeluznantes y gritos espantosos que congelaba la sangre de sus víctimas, dejándolos pasmados o enmudecidos para toda su vida.
El Diablo de Puente de Piedra
Existe un puente natural en el camino a un poblado denominado Grecia. Desde sus inicios persiste una leyenda: todos los días un campesino debía circundar un extenso cañón y el río para poder alcanzar su destino.
Con mucho cansancio encima, una noche evoca al mismísimo diablo y le promete su alma si él le construye un puente, pero le pone de condición de que debería finalizarlo antes del canto del gallo, lo cual el diablo acepta.
En el momento preciso antes de poner la última piedra del puente, el hombre busca un saco que escondía en su carreta al cual le entra a puntapiés, haciendo que el gallo que estaba dentro comience a cantar con lo cual logra salvar su alma. Se cuenta que por este motivo el puente sigue teniendo un gran hueco en el medio.
Los Duendes del Bacín
Los duendes folklóricos de Costa Rica se reseñan como hombrecillos con trajes y gorros de colores, de unos treinta centímetros de alto, que lucen como niños con barba, y sus pisadas parecen las de un ave, un gallo. Revoltosos y juguetones, un relato indígena señala que en la batalla original entre Dios y el Diablo, los duendes no secundaron a Dios ni dieron su apoyo al Diablo.
Esa dejadez da pie a su condición de seres neutrales, ni benignos y malignos. Las leyendas cuentan que los duendes raptan a los niños invitándolos con juguetes y golosinas, para juguetear con ellos y retornarlos, o para hacerles diabluras (pellizcos, coscorrones).
Pero, de acuerdo al folclore, al nacer un hijo o hija de una familia adorada por ellos, le profesan cariño al niño por su inocencia, convirtiéndose en un tipo de segundo ángel de la guarda. Cuentan con poderes mágicos y pueden embrujar a las personas o las casas. En muchas ocasiones emplean sus poderes para hacer bromas pesadas, como provocar que los viajeros en apuros se pierdan, o en un relato, colmar a una mujer de vello.
La Virgen del Mar
Esta es una de las leyendas de Costa Rica que se origina en honor a la Virgen del Carmen, quien se apareció a inicios del siglo XX para consumar un milagro. Cierto barco había zozobrado con toda su tripulación, lo cual fue motivo de las muchas oraciones de todo un pueblo delante del templo de Puntarenas.
Dichas oraciones fueron atendidas y unos cuantos días luego los marineros fueron hallados sanos y salvos. Este salvamento se le atribuye a la Virgen y desde entonces se celebra anualmente este milagro realizado.
El Espantajo Azul
Es una presencia de carácter maléfico, la cual se cuenta que deambula por los sendas entre Paraíso y Cártago. Su aspecto es extraño y cuyo cuerpo es de coloración es azulada.
Arroja fuego y llamas en su derredor permanentemente. Se relata que fue un hombre de mal proceder que pudo fugarse del infierno y en la actualidad fustiga en los senderos a quienes han actuado con tanta malignidad como él.
El Sanatorio Durán
A este se le conoce como un hospital del siglo XX en donde se trataba la enfermedad de la tuberculosis. Tras ser abandonado se ha venido deteriorando de tal manera que lo que queda de él ha sido objeto de supersticiones y figuras fantasmales.
De sus paredes surgen quejidos de pacientes e infantes, así como de idas y venidas de médicos y enfermeras. Estas exteriorizaciones sin explicación han dado lugar a una gran popularidad, y han generado temor.
La Cascada de la Novia
El relato tras esta catarata narra la crónica de dos jóvenes enamorados y de reciente casamiento que preparan un recorrido alrededor del área de la catarata, con la idea de celebrar.
De retorno, transitando en las proximidades de la cascada, el caballo en el cual paseaba la novia súbitamente enloquece y se lanza al desfiladero junto con la mujer. Se dice que en la cascada se puede ver rondar el espectro de una joven trajeada de novia.
La Roca Bruja
La Roca Bruja es una piedra de enorme tamaño localizada en el mar. El relato detrás de esta enigmática roca reseña el atrevimiento de un indígena de nadar desde la playa hasta la piedra.
Al alcanzarla, el indio consigue en una pequeña cueva a tres mujeres bellas, la cuales son víctimas de un hechizo, encontrándose cada una con un centinela. El indígena se propone retornar para redimir a las doncellas y estas le solicitan que no hable de su encuentro a nadie.
Llegado a tierra, el hombre empieza a contar su travesía, provocando que el hechizo se prolongue y ocasionando que las mujeres apresadas en la roca se desvanecieron para siempre.
El Dueño del Monte
Aquí se cuenta de un espectro que en vida fue un cazador sanguinario que aniquilaba sin miramiento alguno a todo animal que hallaba en su camino.
Al fallecer, sus brutalidades no podían ser absueltas por Dios; no obstante, y como forma de salvación, lo dejó deambulando en los bosques y las cumbres con el propósito de salvaguardar a los animales de la violencia del hombre.
Su aspecto es el de un hombre inmenso que difunde horrendos alaridos para atemorizar a los viajeros y tiene el poder de convertir a los animales en otros más violentos cuando se encuentran en riesgo de muerte.
La Leyenda del Poás
Esta, una de las leyendas de Costa Rica, dice que en la tribu establecida a los faldas del volcán moraba una bella doncella que un día acogió un ave rualdo, que no tenía padres como ella. Los dos llegaron a vivir juntos.
Cierto día el volcán inició sus amenazas de hacer erupción, y la tribu no consiguió otra alternativa que hacer un sacrificio para aplacarlo. Resolvieron inmolar a la pequeña doncella; no obstante, el rualdo no lo permitiría así que empezó a cantar al volcán para aplacarlo con su trino.
Se cuenta que el volcán se aplacó y ahogó sus vapores, permitiendo que la joven doncella siguiera viviendo. Sin embargo, debido a ello, el rualdo, perdió para siempre su capacidad de cantar.
El Fantasma de los Llanos
Era un alma en aflicción de un caballero en un caballo, que se muestra en la pampa guanacasteca ante la presencia de la luna llena. De las leyendas de Costa Rica, esta se trata del hijo de un encargado de una hacienda de Guanacaste, un joven apuesto pero de mal temperamento que anhelaba lograrlo todo a su modo aunque fuera de mala manera.
Se encariño de una linda joven que era su sobrina, quien no le atribuía su amor, por su forma de ser y por ser familia uno del otro. Aparte, ella se había enamorado de un sencillo sabanero que faenaba en aquella finca, con quién se veía a hurtadillas a la sombra de un modesto árbol de guanacaste.
Allí fueron sorprendidos por el amante quien, indignado, quiso asesinar de un tiro a la joven, pero se interpuso el enamorado sabanero y la bala le quitó la vida a los dos. Sabedor el padre de la joven de lo ocurrido, con el pesar de su alma blasfemo al asesino, sentenciando a deambular por los llanos sin reposo por la eternidad.
Leyendas de Costa Rica El Fantasma de la Sabana
Este espanto puede ser semejante al fantasma de los llanos. Hablamos de un campesino veterano en arrear ganado y a su vez se dedicaba a domesticar bestias.
Este campesino falleció al no poder enlazar a un toro, y a partir de entonces, deambula en pena por las fincas, espantando y volviendo loco al ganado y a otros animales de la hacienda.
El Diablo Chingo
A pesar de que se originó en las regiones, este relato es tenido como uno de los de mayor popularidad en toda Costa Rica. El Chingo es la representación del diablo mismo en la figura de un toro indómito, sin cola, con ojos encendidos en llamas y unos grandes cuernos. Se dice que se muestra para asustar tanto animales como personas.
La crónica detrás de esta aparición se refiere al fracasado intento de un capataz que trató de amansar al chingo, el cual huyó a las montañas, llevando al domador tras de sí. No se volvió a ver al capataz, más se afirma que, a lo lejos, se pueden oír los perpetuos gritos del hombre detrás del bramido de un toro en llamas.
Leyendas de Costa Rica El Diablo
Fue conocido por mi persona en los carnavales patronales de nuestra colectividad y espante diariamente de parte de nuestros mayores, cuando nos hallaban en nuestras diabluras.
“El diablo vendrá por ti”.
Relatan los abuelos que hubo una gran pelea en el cielo entre el ángel Luzbel y el arcángel San Miguel en donde el primero fue vencido y arrojado al infierno.
Diablo del Génesis y conversión del ángel Luzbel en la serpiente que repta por la tierra y desde su averno aguarda a todos quienes que en la tierra se dedican al mal.
Leyenda «Las Hormigas de Nandayure»
Nandayure es el cantón número nueve de la provincia de Guanacaste, que en los tiempos precolombinos estuvo poblado por indios chorotegas. Un relato describe la denominación de la región en base a una legendaria doncella chorotega de nombre Nandayure, quien contaba con poderes mágicos y podía conversar con los espíritus.
Nandayure era una de las amantes del cacique Nambí, soberano de Nicoya, quien contaba con numerosas mancebas. Envidiosa Nandayure, imploró al Espíritu Creador que la diese poder de venganza. Este le contestó dándole el poder de convertir a las queridas de Nambí en hormigas zompopas, las cuales obtuvieron el poder de saber si el corazón de los hombres alojaba buenas o malas pretensiones.
A quienes disponían de malignos propósitos, les estropeaban los cultivos. Con éste relato describen los campesinos la existencia de esta variedad de hormigas que en determinados periodos del año asedian los campos de siembra.
Leyenda de La Monja del Vaso
La monja del vaso es el espectro de una religiosa que deambula por los patios del Hospital San Juan de Dios de la ciudad de San José. El relato cuenta que la monja no atendió la último voluntad de un desahuciado (un vaso de agua), permitiendo que este muriese sin haberla tomado. Pesarosa, su alma sufre por las noches vagando por los corredores del hospital, brindando un vaso de agua a los pacientes.
La leyenda narra que el fantasma deambula por los corredores del nosocomio sin descanso alguno hasta que un agonizante le admita el vaso con agua. Ninguno lo hace por el pánico que la aparecida le ocasiona, pero la costumbre oral señala que quien lo toma, se cura por milagro.
La Pasajera Fantasma
Este relato está vinculado con las leyendas de Costa Rica urbanas sobre la autoestopista fantasma, en otras palabras, el mito sobre el espectro de una dama que se muestra a las márgenes de una carretera desierta casi a la medianoche, llama a un taxi y se monta, pidiéndole al chófer que la traslade a una dirección, usualmente una vivienda cercana a un cementerio.
Al llegar a su destino, baja del vehículo y le señala al chófer una casa en la cual le pagarán por el traslado, al tanto se adentra penetra en el camposanto y se desvanece. El taxista, expectante, toca la puerta de la casa y cuenta la historia, tras lo que, las personas que residen allí, desconcertadas, le muestran una foto de la mujer.
Al taxista afirmar que esa es la persona que le pidió el servicio, le dicen que ella falleció ya hace muchos años, y que está sepultada en una tumba en el camposanto cercano. En otras interpretaciones de la leyenda, el espectro sencillamente se desvanece dentro del vehículo.
La Leyenda del Barva
Existen un par de leyendas que reseñan el surgimiento de la laguna del volcán Barva. La primera, de procedencia española, señala que en dicho volcán fue encontrado un gran tesoro indígena, escondido por años. Luego de ser repartido el botín, uno de los exploradores falleció al poco tiempo, haciendo responsable a un amigo que con su porción del tesoro erigiera en ese sitio una ermita a la Virgen del Pilar, patrona de los españoles.
El hombre, muy astuto, planificó apropiarse de todo el oro y partir, para descansar en campo. Al despabilarse se halló en el mismo sitio del cual había salido, a un lado de la sepultura de su amigo, y delante de una muchacha gimiendo, quien decía llamarse Pilar. La oferta de levantar la ermita fue negado por la doliente, quien se desvaneció, dejando una mar de lágrimas. Al poco tiempo el hombre falleció.
La otra interpretación relata una expedición azteca en regiones huetares, en el que recaudaron tributos y soltaron una serpiente. Empero cada sitio donde se paraba la serpiente se colmaba de agua, así que los huetares repudiaron al animal. Los mexicas comenzaron su retorno con el animal, que liberaron en el volcán Barva, donde provocó el nacimiento de la laguna.
Eskameca y Tenori
Esta leyenda narra los orígenes del apodo del volcán Tenorio. Se cuenta una leyenda prehispánica chorotega donde Tenorí, un combatiente de la tribu de Avancari, se confronta con un horripilante monstruo que mora en una laguna localizada en las faldas del volcán.
Tal monstruosidad había anteriormente agredido a su novia, la hermosa Eskameca. Tenorí pudo derribar a la criatura, pero se desvanece entre las olas de la laguna, permaneciendo no más que el recuerdo de su proeza en el nombre del volcán.
Leyendas de Costa Rica La Muerte
De las cuantiosas historias que existen, la de “La muerte”, fue engendrada así: La inicial y más ancestral dentro de la humanidad que inculca cierto temor y respeto a quienes la presienten.
Dice que se reseña así: su extensa barba denota su antigüedad, sus ojos blancuzcos y ciegos pues no puede elegir su siguiente víctima, su ropa holgada ya que su labor lo amerita, sus piernas de caballo debido a que tiene que ser muy veloz y su azada con la que a ciegas se hace la selección. Angel del creador con el cuál nos conseguiremos algún día.
Otras Leyendas de Costa Rica
Es cuantioso el número de leyendas de Costa Rica que se comparten desde tiempos inmemoriales en Costa Rica. Es reconocida la exuberancia de este país en cuanto a relatos de cualquier tipo, los cuales no podemos reseñar aquí en su totalidad. Aun así a continuación le aportamos una lista de otras leyendas de Costa Rica de gran popularidad. Entre ellas podemos nombrar:
Leyendas Mágicas
El jinete entre la niebla, El Jinete sin Cabeza (Costa Rica), El misterio de la Piedra Blanca, El misterio del árbol de Jícaro, El Pirata sin Cabeza, El velo de la novia, La cuesta del toro, La fuente del sacrificio, La iglesia de las hadas y los duendes, La leyenda del mandador y el chingo negro, La segua gringa, La novia sin rostro del cementerio de Obreros, Leyenda de la casa embrujada (Tacares de Grecia), Una historia de duendes, etc.
Leyendas de la Tierra
El niño que salvó a Guanacaste de la sequía, El Rey de los Tapires, El Paso de la Vaca, Historia de la guerra entre los borucas y los extranjeros, La carreta fantasma, La leyenda de la piedra del encanto, La segua del Poás, Las cuatro piedras malditas de Cartago, La leyenda del Zurquí, El árbol matasano, la serpiente y la laguna del Barva, Leyenda de los Cangilones del Pito, Orontes, etc.
Otras Categorías
Mujeres y varones encantados, Con las ropas al revés, Rincón de la Vieja, Tazo y la fiesta embrujada, Una historia jamás contada, Viene la Tule, etc. A continuación le dejamos algunos enlaces de interés: