Esta nación cuenta con una cultura milenaria a través de las cual se han confeccionado populares mitos y leyendas. Para dar ejemplo de esta riqueza y entender algo más de su carácter, expondremos a través de este artículo una serie de sus famosas leyendas chinas.
Leyendas Chinas
Las leyendas chinas pueden ser con facilidad reseñadas como una variedad de cuentos populares que han sido transmitidos desde tiempos remotos, en sus inicios de modo oral y a posteriori de la invención de la imprenta de manera escrita.
Estos relatos no solo han servido de inspiración a los noveles escritores orientales, sino que igualmente han funcionado como instrumento de enseñanza para los más chicos de casa. De tal manera, que muchas de las leyendas chinas están al alcance de los niños ya que tocan temáticas fantásticas y de figuras mitológicas como la del dragón.
Leyendas Chinas de Terror
Dentro de la cultura de esta nación el terror es expuesto de manera ligera y no tan cruento como en las tradiciones de los países occidentales. Las leyendas chinas de terror aquí presentadas conservan un manto de gran fantasía.
Jiang Shi, Los Vampiros de China
El personaje de los no-muertos es de frecuente presencia en la mayor parte de las culturas, pero pocas versiones son tan ingeniosas como los Jiang Shi, los vampiros que pertenecen a la tradición popular de China.
Los términos Jiang Shi quieren decir «cadáver tieso«, y bien merece ese nombre ya que sólo se puede desplazar por medio de pequeños brincos y con los brazos estirados al frente a causa del rigor mortis. Son ciegos y mantienen un instinto muy elemental, requiriendo detectar el aliento de los seres vivos para poder nutrirse de su fortaleza vital.
Estos finados retornan a la vida para retaliarse por no haber sido sepultados debidamente o para obtener sepultura cerca de sus familiares luego de haber fallecido alejado de casa.
Ancestralmente en China se disponía de servicios de traslado de difuntos brindados por religiosos taoístas que imploraban por su espíritu en todo el viaje, pero obviamente no todos podían pagar tales costes así que la única opción que restaba al muerto era retornar por su propio cuenta.
Su apariencia física es la que se esperaría en un muerto, siendo su descomposición proporcional al tiempo que lleve en ese estado (de mayor lentitud que en los cadáveres normales) al tanto que su cabello y uñas igualmente prosiguen creciendo.
Proveídos de extensas y negras lenguas y pieles descoloridas con tonos verdosos por el musgo, los Jiang Shi son seres nocturnos motivado a que el sol estimula su proceso de descomposición, a pesar de que no necesariamente los aniquila al instante.
Están disponibles asimismo métodos tradicionales para mantener a distancia a los vampiros de China. Uno de los cuales implica arrojar porciones de arroz en los caminos, de tal manera que los Jiang Shi se detienen a contar los granos, desperdiciando así cuantioso tiempo.
Otra manera es emplazar una tabla de 15 centímetros de alto para imposibilitar que puedan adentrarse con sus pequeños brincos, y los huevos de gallina pueden ahuyentarlos (los de otras aves no son útiles). Igualmente es posible paralizar a un vampiro fijando en su frente un papel con un encantamiento en él escrito.
Si bien su personaje se ha popularizado en occidente en las últimas décadas merced a filmes como «Encuentros en el más allá» o la leyenda de «Mr Vampire», la convicción popular del retorno de un fallecido es casi tan vieja como los dragones.
Hay otros que igualmente consideran que el mito del vampiro pudo ser de utilidad en la antigüedad como excusa para traficantes, que podían consumar delitos sin miedo a que los supersticiosos campesinos osasen siquiera a aproximarse.
Fantasmas Hambrientos del Séptimo Mes Lunar Chino
China es un país sumamente místico, y por lo ello, fieles a mitos y leyendas de fantasmas. No obstante, quizás sean igualmente sus convicciones filosóficas, o su lucha continua por la armonía tanto física como, particularmente, espiritual la que los haga convivir con esas ancestrales leyendas de un modo sano y respetuosa.
El mes lunar numero siete es, en China, el de mayor importancia para esas convicciones populares. El fin del verano representa para los chinos la redención de los ancestrales fantasmas, la presencia de los espíritus vengadores que buscan en la Tierra librarse de una ancestral maldición, y tan grande es su fe en estas leyendas chinas que se confinan en sus casas al mediar de ese séptimo mes apenas anochece.
La fecha que mas inquietud crea entre todos es el día 15 de ese séptimo mes lunar. Los espíritus benignos no son los únicos que se lanzan a las calles, sino también los más perversos. Las almas condenadas deambulan por las calles entre los murmullos de la noche en posición de a vengar su misma muerte, para conseguir de entre los mortales a quienes les reemplacen en su funesto purgatorio.
Quienes conforman a este grupo de fantasmas «hambrientos», son usualmente seres que perecieron sin descendencia y que su deceso ocurrió de una modo trágico o que se suicidaron.
Desde ese día hasta el fin de mes las personas son advertidas de que no salgan de noche y, particularmente, para no acercarse a los ríos, sitio en que las creencias populares consideran que se congregan todas estas almas trastornadas. Los vivos se bendicen en sus casas, oran y hacen ofrendas. Inciensos y envases con comida colman los portales y ventanas de sus viviendas para calmar así a esos espíritus e impedir ser atrapados.
Todos los desconocen, así como su aspecto. Pueden burlarnos al hacerse pasar por mujeres u hombres, por animales caseros o salvajes, o sencillamente, ser una sombra que se desplaza a tu lado con un ligero silbido y un viento que refresca tu rostro. Numerosos son los casos que se atribuyen a estos «fantasmas hambrientos», y quizás el de mayor fama sea el que fue conocido como el surgimiento de las «trenzas cortadas».
Las trenzas son un distintivo tradicional de los hombres de esta nación a partir de que la dinastía Qing, por medio de los Manchú, lo instituyera. Hay manuscritos de un curioso suceso acontecido en Taiyuán, lugar en el cual en el año 1844, numerosos hombres que llevaban sus coletas, súbitamente veían cómo éstas se precipitaron al piso.
Todo sucedía a la luz del día y nadie tenía una explicación para ese evento. El pánico se propagó en aquella población ante el miedo de que los fantasmas arremetiera contra lo más sagrado de la apariencia de un chino: su trenza. Y tan grande fue que por mucho tiempo, los referidos chinos, no sólo andaban todo el tiempo vigilando sus espaldas, sino que se voltearon y peinaron hacia delante su trenza en vez de atrás.
Ese mismo acontecimiento se reiteró 32 años después, en 1876, en Xiamen. Sucesos al parecer absurdos para nuestras convicciones occidentales, pero de particular respeto y temor de parte de los chinos. Cualquiera sea el miedo se termina el postrer día del séptimo mes lunar. En esa fecha, inclusive hoy es más comprensible de entender en lo que podríamos entonces creer, China de nuevo colma sus calles al anochecer.
Se declaman oraciones de gratitud, e inclusive en una festividad litúrgica tradicional, un religioso sacude la denominada «espada de las siete estrellas» con la que se advierten a los perversos espíritus que su hora en la Tierra ha pasado y que deben retornar al más allá. A partir de ello China respira en calma… hasta el próximo año.
Jing Wei y La Princesa que Quiso Secar el Océano
Shen Nong, Amo de la Tierra o Granjero Celestial, emperador de la ancestral China, contaba con una hija llamada Nü Wa, quien era además su predilecta, que tenía igual nombre que la diosa creadora del mundo y de los humanos, Nü Wa, la Madre del Mundo.
La princesa Nü Wa le encantaba navegar entre las olas, percibiendo bajo sus pies el continuo vaivén de su barca, y contemplar a las aves que sobrevolaban por arriba de su cabeza. Tal era el entusiasmo que experimentaba que se dejaba llevar por la corriente hasta mar adentro sin inquietarse en absoluto de que algo malo pudiera ocurrirle.
Más aún, cierto día su atrevimiento le produjo el peor de los resultados. Se hallaba ya muy adentro cuando se originó una potente tormenta que hizo zozobrar su modesta embarcación y la lanzó al fondo sombrío de aquel mar que tanto adoraba. Y allí halló la muerte. Fue poco lo que pudo hacer su padre el emperador Shen Nong ante este horrendo evento, que estuvo llamándole a través de toda la noche sin contestación alguna.
Pero el alma ardiente de Nü Wa cambió lo que previamente fue profundo amor en odio ilimitado y se transformó en Jing Wei, una criatura maravillosa con aspecto de ave, la cabeza decorada con numerosos colores, el pico blanco y las patas rojizas. Estaba en busca de conseguir el modo de vengarse del mar que le había quitado la vida a tan corta edad.
Cierta vez se encontró volando sobre el enorme océano, habló a las olas para notificarles su misión: lanzaría ramas y rocas en el agua hasta que lograra colmarlo, de tal manera que jamas existiera la probabilidad de que alguien llegase a ahogarse en sus aguas. Pero el mar, consciente de su enormidad y arrogante en su poder, sencillamente sonrió, afirmándose que eso que ambicionaba era algo imposible.
Pero el ánimo de la joven no se doblegó y dirigió a Jing Wei de regreso a tierra firme. Ahí el ave recogió con su pico ramitas y todo lo que hallaba a su paso y, progresivamente, fue lanzándolo al mar. Se cuenta que aún en la actualidad el alma de la princesa Nü Wa, en el cuerpo de Jing Wei, prosigue empeñada en secar al océano…
Leyendas Chinas de Amor
Muchos de los relatos presentados en esta sección de leyendas chinas de amor son historias muy elementales acerca de la relación de pareja, quienes llevan sus vínculos de manera muy superficial.
La Leyenda de Yeh-Shen, la Verdadera Cenicienta
Esta, una de las más hermosas leyendas Chinas antiguas, acontece durante las dinastías Qin y Han. Yeh-Shen era la hija de una de las dos cónyuges de Wu, un dirigente minero. Al morir la progenitora de Yeh-Shen, ésta permaneció al cuidado de la otra cónyuge de Wu, la cual igualmente contaba con una hija. Y, claro, emergió la envidia de la madrastra.
Ésta, notando que la modesta huérfana contaba con más virtudes que su propia hija, intentaba hacerle amarga su vida y la daba un mal trato, responsabilizándose de las más duras y sucias faenas de la casa.
La existencia de Yeh-Shen era tan pesarosa que apenas contaba con un amigo: un hermoso pez de enormes ojos dorados. Moraba en el río, y en cada oportunidad que veía aproximarse a la joven, se mostraba fuera del agua para darle saludos. Inclusive brincaba a la orilla para acercarse más a ella.
Pero esta amistad fue de breve duración. La perversa madrastra, al conocer de esa relación le llevó a atrapar ella misma al pobre pez, aprovechándose luego para la cena. Con un terrible enfado, Yeh-Shen fue de corrida a la orilla del río y allí, encogida en el suelo, empezó a llorar.
Súbitamente, escuchó una voz a sus espaldas. Al voltear la cabeza, sus ojos colmados de lágrimas contemplaron a un extraño viejo, ataviado como un mendigo y con una larga cabellera cayéndole sobre los hombros.
Éste le exclamó: «Linda niña, las espinas de tu adorado amigo pez tienen una potente magia. En cada oportunidad en que te encuentres en apuros, sólo habrás que arrodillarte ante ellas e implorar ayuda. Pero se cuidadosa: no debes despilfarrar tus deseos.»
Raudamente, la joven recuperó las espinas de la basura y las atesoró. El tiempo transcurría y se aproximaba el Festival de Primavera, una festividad que los jóvenes del lugar empleaban para conseguir su pareja. Yeh-Shen anhelaba con acudir, pero su madrastra quería que su propia hija se casase primero y no podía dejar que la asistencia de la huérfana le arrebatara sus probables pretendientes y lo dañara todo. Así que no la dejó ir.
De tal manera que, toda vez que madre e hija salieron al pueblo, Yeh-Shen rogó a las mágicas espinas un deseo…La Fiesta de Primavera se conmemoraba cuando hizo su aparición una hermosísima joven trajeada con fastuosos vestidos. Sus pequeños pies llevan zapatos de oro con modestos peces labrados en piedras preciosas. Se trataba de Yeh-Shen.
Una muchedumbre se aglomeró a su alrededor para apreciarla, entre ellas sus perversas parientes. Con miedo de ser reconocida, la joven no tuvo otra alternativa que evadirse de la fiesta, olvidando atrás uno de sus zapatos.
Al arribar a casa, sus maravillosas ropas se desvanecieron. Trato de volver a pedir otro capricho a las espinas, pero no sucedió nada. Angustiada, de nuevo atesoró los despojos de su amigo el pez. Lo único que le restaba de aquella fantástica noche era un hermoso zapato dorado.
Cierto tiempo después, un comerciante consiguió el zapato extraviado y, reconociendo el valor que tenía, fue a venderlo a un asociado, el cual, asimismo, resolvió llevarlo como obsequio al rey T´o Han, soberano de una isla próxima.
El rey deseaba conocer el destino del otro par. Pero, particularmente, saber quién era el verdadero dueño de aquel magnifico zapato. Por eso resolvió establecer una especie de pabellón en el sitio donde había sido conseguido, para que los habitantes del pueblo lo viesen y de ser posible lo reconociesen.
Al enterarse Yeh-Shen tomó la decisión de que tenía que rescatar lo que era suyo. Así que, cierta noche, salió disimuladamente para ingresar en el pabellón. Pero los soldados del rey la descubrieron y la llevaron ante su presencia. El soberano estaba incrédulo a lo que decía la joven.
Su apariencia desaliñada y sucia no era correspondiente con la imagen del propietario de un zapato como aquel. Pero Yeh-Shen mantuvo su historia, y agregó que era dueña del otro par. Los soldados se acercaron a su casa para confirmar su versión y allí se encontraba el otro zapato.
Al ponerse la joven los dos zapatos delante del Rey, y así comprobar que eran verdaderamente suyos, sus míseras ropas se convirtieron en un fabuloso vestido. Al observarla, el rey quedó cautivado y terminó casándose con ella. En cuanto a la madrastra y su hija, el rey mandó a que vivieran en una caverna, y que no salieran de allí nunca. Un día la cueva se desplomó y las dejó sepultadas para siempre.
La Leyenda de las Lágrimas de Meng Jiang Nü
Una de las famosas leyendas chinas tradicionales nos relata acerca del poder del amor y el enojo ante el fallecimiento de los seres queridos. Asimismo hace alusión a las severas condiciones y los peligros que soportaron quienes construyeron la Gran Muralla China.
Cuenta la leyenda que en los tiempos cuando la dinastía Qin dominaba China y la Gran Muralla se estaba levantando, dos familias resultaron separadas por ella: Los Meng y los Jiang. Ambas familias, para eternizar su amistad, sembraron dos plantas trepadoras (una de cada lado) que al crecer se encontrarán arriba. Una vez enlazadas, las dos familias vieron que tal unión había generado un inmenso fruto.
Se desató una discusión entre las familias reclamando su posesión, pero resolvieron dividirlo a la mitad de modo equitativo. No obstante, en el interior del fruto hallaron una niña, a la cual criaron conjuntamente y la llamaron Meng Jiang Nü.
Esta niña creció y se convirtió en mujer, y cierto día llegó a conocer a un hombre denominado Wan Xiliang, a quien perseguían para ser ajusticiado (puesto que un sabio le había señalado al emperador que ofrendar a diez mil hombres imposibilitaba la caída de partes de la muralla, y el vocablo Wan quiere decir precisamente diez mil).
Tras narrarle la situación ella resolvió esconderle en su casa, pero al pasar del tiempo ambos se encariñaron y finalmente se desposaron. Pero justamente el día del casamiento Wan Xiliang fue apresado. Al inicio fue forzado a realizar labores pesadas: ser parte de la construcción de la Gran Muralla China.
Meng Jiang Nü no se desesperanza y aguardó que su esposo retornara con ella. No obstante, al arribar el invierno Wan no volvió. La mujer se dedicó a hilar ropa para que su esposo pudiese protegerse del frío, para más adelante llevarla al sitio de la Gran Muralla donde se debería encontrar Wan Xiliang.
Aun así al llegar le aguardaba una muy funesta noticia: a través del proceso de construcción, el hombre había perecido y había sido sepultado en algún sitio de la Gran Muralla. La mujer lloriqueo por tres días con sus noches con tal potencia que la Muralla se compadeció de ella, permitiendo que cerca de 400 kilómetros de ella se desplomaran.
Entre los despojos se hallaba el lugar en el cual Wan Xiliang estaba sepultado, algo que favoreció que la mujer pudiese ver a su amado nuevamente.
Leyendas Chinas El Pastor y la Tejedora
Según lo que me narraron unos ancianos oriundos del país asiático, mucho tiempo atrás vivía un pastor, quien a diario cuidaba a su rebaño con dedicación. Cierta tarde, una de sus vacas se había extraviado y pidió a un campesino que corriera en su busca. Allí fue donde consiguió a una lindisíma tejedora, de quien se encariño.
Lo que él no sabía era que ella realmente era una Diosa quien deseaba dejar su posición para vivir como una sencilla mortal en la Tierra. Se desposaron y concibieron al tiempo un par de niños. No obstante, en el cielo la Diosa Wang Mu fue contraria a esa unión, y mandó a la tejedora que retornara a su hogar.
De su parte, el pastor se entristeció mucho ya que que no sólo dejaría de poseer el amor de su mujer, sino que asimismo no vería mas nunca a sus pequeños. La mujer y sus hijos iniciaron su ascenso al cielo, al tanto que el pastor iba en marcha veloz hacia lo más elevado de la montaña, con la idea de alcanzarlos.
Fue así cuando Wang Mu, notó que la perseverancia del hombre era inacabable y por tal razón tomó la resolución de colocar un río suficientemente amplio para que separara a la pareja. Desde ese momento, ambos quedaron situados en los extremos de lo que hoy entendemos como Vía Láctea. El único instante del año en el que el pastor y la tejedora pueden juntarse es en el séptimo día del mes siete del almanaque chino.
Esa festividad es de gran popularidad en esta nación, pues les rememora a los lugareños que no hay distancia que pueda hacer renunciar al amor verdadero.
La Leyenda de los Amantes Mariposa
Mucho tiempo atrás tuvo su vivienda una joven en la ciudad de Hangzhou, en la provincia de Zhejiang, la cual se llamaba Zhu Yingtai, la cual sabía que la única manera en la que podía llegar a estudiar era haciéndose pasar por hombre. Eran tiempos ya pasados de la antigua China, donde el estudio no se les permitía a las mujeres.
El atuendo de hombre de Zhu Yingtai fue tan persuasivo que ni sus mismos compañeros se percataron de que era sólo eso, un disfraz. Ni cuenta se dio uno, que fue muy peculiar para ella y con el que compartió bastante tiempo, Liang Shanbo.
Con el paso de los años, ambos culminaron sus clases y arribó el momento de decir adiós. La joven Zhu, ante el miedo de no ver de nuevo a Liang, le prometió a su hermana en casamiento para que fuese parte de la familia. Zhu no contaba con hermanas, sólo deseaba que Liang supiese pronto que era una mujer y que se había encariñado de él. De nuevo, a Zhu le salió todo bien y Liang asimismo supo que de su amor por ella.
Empero se manifestó que en el camino de Zhu existía alguien más, un hombre que aguardaba ser el esposo de Zhu tras haber sido acordado por los padres de la joven el enlace de ambos Ella no lo quería pero nada podía hacerse por impedir dicho matrimonio. Liang se abatió al enterarse y se sumergió en una profunda aflicción que lo condujo a la muerte.
Tras el fallecimiento de su adorado, Zhu ya no tenía deseos de vivir, ya no le restaba nada, pero prosiguió adelante con lo que para ella habían planeado. Llegado el día del casamiento y Zhu marchó en compañía del séquito nupcial. Dicen que en una parte del camino se elevó repentinamente un potente viento en remolinos que no la dejaba moverse hacia adelante.
Llego a conseguir el sepulcro de su enamorado, aquel que pereció de pesar al no poder seguir con ella. Se cuenta que entonces el sepulcro se abrió y Zhu ingresó en él al mismo tiempo que dos hermosas mariposas de brillantes colores surgían de él. Eran sus dos almas que finalmente consiguieron la libertad para estar unidas por toda la eternidad.
Leyendas Chinas de Dragones
No podía dejar de estar presente el dragón como personaje esencial de mitos y leyendas chinas. En gran parte de las aventuras de los héroes y adalides de esta nación siempre se cuenta con la compañía de esta inefable criatura.
Leyendas Chinas La Perla del Dragón
Vivía en la isla de Borneo, en la cumbre más elevada de la isla Kinabalu, un tranquilo dragón que protegía celosamente una bonita perla. Cada día se dedicaba a jugar con ella; la arrojaba al aire y la tomaba con la boca. Era muy dichoso con su refinada perla y sus días eran rebosantes. Fueron muchos los que vanamente intentaron quitarle su tesoro, pero el dragón no permitía que le arrebataran su única posesión.
Aun así, el emperador de China tenía la intención de desafiar al pacífico dragón y pidió a su primer hijo, el príncipe heredero, que buscará la perla para hacerla parte del tesoro imperial. Luego de algunos días de travesía, el príncipe logró alcanzar la montaña y, en su cima, al travieso dragón.
Alistó un plan para quitarle la perla sin exponerse al peligro. Mandó a sus hombres que elaborarán una cometa capaz de aguantar el peso de un hombre y una lámpara de papel. Les tomó siete días de duro trabajo para que sus hombres construyeran la cometa, de una belleza nunca vista. Al anochecer, abordó la cometa y emprendió vuelo a lo cima de la montaña.
Ingresó con sigilo sigilosamente en la caverna. El dragón se encontraba en lo mas profundo de sus sueños, y resguarda entre sus patas la valiosa perla. Con extremo cuidado, le despojó de la joya y en su sitio dejó la lámpara de papel. Envía una señal a sus hombres para que recogieran la cuerda de la cometa. Pido aterrizar a salvo, en la plataforma del barco.
Velozmente, ordenó elevar anclas y el barco se hizo a la mar, favoreciendo de una leve brisa. Al despertar el dragón, se percató que le habían despojado de la perla, dejando en su lugar una lámpara de papel. Por lo que encolerizó y empezó a arrojar fuego y humo por la boca y se echó montaña abajo para capturar a los ladrones.
Escudriño en todos los recodos de la isla, hasta que avistó en alta mar un junco chino. Se lanzó hacia la embarcación y gritó a todo pulmón: «¡retornados mi perla!» Los marineros estaban sumamente aterrados. El príncipe, en una tentativa angustiada por librarse del dragón, ordenó cargar el cañón de mayor tamaño y disparó contra su airado acosador.
El dragón llegó a ver como entre la nube de pólvora surgía una bola creyendo que era su perla. Abrió la boca para atrapar su joya… Y fue llevado en su caída hasta las profundidades del mar. El príncipe y sus hombres retornaron victoriosos, y la perla se transformó en la joya más valiosa del Reino de China.
La Leyenda de los Cuatro Dragones
El dragón es un ser mitológico de enorme popularidad en China, constituyéndose en una criatura hondamente asociada a la cultura y relacionado a las lluvias y al río. Sumado a la leyenda de la perla del dragón estos seres conforman parte de otras muchas leyendas, inclusive algunas que hacen alusión al origen de los más importantes ríos de China.
Cuenta la leyenda que en la antigüedad no había ríos ni lagos en China, sino solo el mar. En él moraban cuatro enormes dragones: el Negro el cual le encantaba volar por los aires, el Perlado el cual era amo del fuego, el Amarillo dedicado en la tierra y el Gran Dragón que gustaba del agua.
Estas criaturas volaban y eran dichosos, hasta que cierto día observaron como en la tierra los hombres imploraban a los dioses por la lluvia, sin la cual no podrían cosechar para obtener alimentos. Los dragones, afligidos, resolvieron ir con el Emperador de Jade y le rogaron que hiciera llover. Este se molesto por su intrusión, pero juró hacer llover al próximo día y les dijo que retornan al mar.
Aun así, ni al día siguiente ni días después una sola gota de lluvia hizo presencia, algo que acrecentó la angustia de la humanidad. Los dragones se apesadumbraron ante la falta de acción del emperador y su desinterés para con el hombre. Dado que el emperador no lo haría, los dragones resolvieron actuar. El Gran Dragón planteó coger el agua del mar y lanzarla desde el cielo para irrigar los campos, algo que los cuatro hicieron con rapidez.
Empero el dios del mar advirtió al emperador de Jade, que se enfado al no haber pedido su permiso y ordenó apresar a los dragones. El emperador mandó al dios de las montañas que pusiese una montaña sobre cada uno de ellos con el propósito de atraparlos por la eternidad. Sin arrepentirse de sus actos, los dragones se convirtieron en los ríos Yangtzé, Heilongjiang, Huanghe y Zhujiang.
La Leyenda de la Dama Serpiente Blanca
El amor prohibido es otra de los temas que puede conseguirse en numerosas leyendas chinas, siendo una de las más populares la de la Serpiente Blanca. En ella igualmente se habla de no generalizar nuestras convicciones, a partir de la perspectiva de una serpiente bondadosa y amorosa.
Narra la leyenda que en el monte Emei moraban dos enormes serpientes, una blanca y una verde, las cuales tenían poderes mágicos. Con ellos se convirtieron en mujer y recorrieron la región. Cierto día Serpiente Blanca, adoptando el nombre de Bai Suzhen, consiguió a un joven denominado Xu Xian en el camino. Entre ellos surgió un profundo cariño, desposándose ambos en breve tiempo y abriendo prontamente una farmacia.
Empero cierto día, un religioso denominado Fa Hai le dijo a Xu Xian que su cónyuge era un demonio serpiente. Al principio no le creyó, pero en unas festividades la mujer se puso a beber vino para no enfadar a su marido, lo cual la hizo descontrolarse, lo que ocasionó que corriese a su cuarto y allí se convirtiera.
Al entrar Xu Xian y contemplarla como Serpiente Blanca, pereció de terror. Ello incitó a que la gran Serpiente comenzará la búsqueda de hierbas mágicas con capacidad de retornar la vida, unas hierbas que la deidad de la longevidad le otorgó al apiadarse de su situación.
De vuelta a la vida, Xu Xian en un principio creyó que había vivido una ilusión, pero terminó acudiendo al templo de Fa Hai y hacerse religioso. Bai Suzhen fue con su hermana en busca de su marido, algo que luego de rehusarse Fa Hai provocó un combate mágico en el que las mujeres ocasionaron que las aguas inundarán el templo a la par que el monje producía tierra que imposibilitaba que ello ocurriese.
Ya que la Serpiente Blanca estaba embarazada y sus energías reducidas, las Damas Blanca y Verde se replegaron. Pero arribó el tiempo en que Bai Suzhen tuvo su hijo y Xu Xian fue a visitarla. Fue allí que la mujer le reveló a su marido la verdad. Para aprovechar el momento, Fa Hai arrojó un embrujo que hizo que la Dama Blanca fuese atrapada en un envase de oro, aduciendo que su unión con un humano estaba denegada.
No obstante, al pasar del tiempo la hermana de la Dama Blanca, la Dama Verde (su figura humana denominada Xiao Qing) adquirió un poder mas grande y pudo liberar a su hermana y que el religioso fuese engullido por un cangrejo. A partir de ello la pareja pudo juntarse de nuevo, en esta oportunidad admitiéndose y amándose tal cual eran.
Leyendas Chinas Tradicionales
Dada la prolongada historia de esta gran nación, el cúmulo de narraciones y leyendas chinas acerca de sus orígenes y sus relaciones con su entorno natural son abundantes.
El Emperador Augusto de Jade, Gobernador del Cielo y la Tierra
El Panteón Taoísta Chino detenta como su dios supremo al Emperador de Jade, igualmente conocido como Augusto de Jade, un personaje inspirado en el aparato oficial de la China Imperial, y como las demás deidades (así como sus ocupaciones) es verídica imagen del modelo chino de estructura social.
Los emperadores eran tenidos como seres celestiales y mostraban el título de «Tien-tzu» (Hijo del Cielo), una manera de decir que provenían directamente del Emperador de Jade y fortalecer su legitimidad como regidor. Al nacer el Emperador Augusto de Jade llego en compañía de un resplandor de luz que alumbró todos los rincones de sus dominios, y desde chico se mostró dispuesto al estudio y los buenas maneras.
En la medida de su crecimiento revelaba más virtudes, con un comportamiento de respeto y benevolencia para con todas lo seres vivos. Al fallecer su progenitor le reemplazó como rey, y consagró enormes esfuerzos a fortalecer la felicidad y bienestar de su pueblo para luego comenzar a buscar el Tao, tarea que le tomó 1.550 intentos continuos.
Cada una de esas tentativas duros unos 120.976 años, y en su búsqueda logró alcanzar la Inmortalidad Dorada con la que pudo comenzar una nueva fase de cultivo espiritual que permaneció 100 millones de años, adquiriendo, por último, la excelencia de espíritu.
De acuerdo a la tradición taoísta el Augusto de Jade celebra su aniversario en el día nueve del mes inicial del calendario lunar, y en esa fecha se conmemora en los templos taoístas de China y Taiwán un ceremonial denominado pai-Tian-Kung (Veneración del Cielo), en la que los religiosos realizan ofrendas de distintas clases de comida.
A través del periodo de regencia de la Dinastía Shang, que ocurrió del año 1766 a.C. al 1046 a.C., la suprema deidad y dirigente del panteón era Shangti, con poder para manipular la naturaleza a su potestad y de orientar a las almas de los fallecidos. Los soberanos de aquella dinastía pregonaban que al perecer sus almas se destinarán al inframundo para reunirse con el propio Shangti.
La cuestión con la adoración a Shangti es que estaba restringida a los humanos ordinarios y mortales, ya que era de exclusividad para los gobernantes, por lo que fue después de todo sustituido (en todo caso sobre-escrito) por la personalidad del Augusto Emperador de Jade por los taoístas.
En efecto, la tradición taoísta no es opuesta a la existencia de Shangti sino que lo convierte en el Emperador, de tal manera que uno de sus epítetos es «Yuhuan Shangti» (Máximo Emperador).
Kuan Kung, el Dios de las Artes Marciales
De acuerdo a lo narrado en esta leyenda, un pequeño infante de procedencia humilde, quien nació aproximadamente en el año 162 llegaría a transformarse en un dios, específicamente en la deidad de la guerra y de las artes marciales, conformado parte así de la alucinante mitología china.
Se llamaba Yu Kuang y fue ajusticiado a los 58 años de edad por su oposición a unirse a las tropas adversarias tras su fracaso. A su nombre fue agregado el título Kung, reconocimiento de respeto sólo otorgado a las personas merecedoras de admiración.
Kuan Kung vivió su existencia en base a la simpleza y la humildad, además de abrigar un gran amor por la cultura y la preparación, así como por el empleo de las leyes y la justicia, y a causa de su influencia se le refirió en el renombrado Romance de los 3 Reinos.
En China, su figura es sinónimo de valor, consideración y erudición, así como de probidad y moral, y se le adora como modelo de militares y políticos en alusión a sus cualidades para la rectitud y la honradez, virtudes con las que ambas agrupaciones deben contar.
Una de las crónicas que nos describe su valor es la que relata que fue herido en un hombro por una saeta envenenada, y que aunque fue extraída la flecha, el veneno le alcanzó el hueso. La operación, de acuerdo al médico, sería sumamente dolorosa, pero Kuan Kung no se amilanó, sino que se mantuvo todo el tiempo charlando con sus amigos, e inclusive compartiendo juegos de mesa.
A través de su existencia fue conocido igualmente como el «Duque de la Fidelidad y la Erudición«, e indiferentemente de la tendencia filosófica (ya sea taoísmo, budismo o la doctrina de Confucio), es usual observar su imagen en el interior de los hogares, en oportunidades en actitud provocadora y otras veces como un juicioso lector. Estas son las dos dimensiones primordiales de su personalidad.
El arma predilecta de Kuan Kung es la denominada Yīguàn Dao, una lanza de 2 metros de largo y que pesa en promedio unos 40 kg, y que en la actualidad conforma parte de las más destacadas armas del Kung Fu. Es por su influjo y atributos por lo que muchos de los que practican este arte marcial le ofrendan una oración cada día.
Chong’s, la Humildad del Príncipe Exiliado
El príncipe Chong’s, relevante figura de las Crónicas Primaveras y Otoñales del Confucionismo, soportó 19 años de destierro a causa de una falsa acusación en su contra. Pero a pesar de que la desdicha cayó sobre él, peor fortuna corrió su desventurado hermano, Zhensheng, quien fue ajusticiado por ser parte de una presunta confabulación en contra del mandato imperial.
Por lo menos veinte años fue lo que le tomó a Chong’s para comprobar su inocencia y fue entonces cuando resolvió retornar y hacer efectivo su derecho al trono de Jin (Shanxi en la actualidad).
Cuando el príncipe y sus partidarios se aprestaron para atravesar el río Amarillo y enrumbarse de retorno a su tierra, todos imaginaban una mejora en sus existencias ahora que Chong’s regresaba para reclamar su cargo en el gobierno. Y no sería extraño, ya que habiendo sufrido penurias junto a su adorado y desterrado emperador por lo menos por dos décadas, era de esperarse que una retribución por su lealtad ahora llegase .
Al ultimarse las diligencias para zarpar, el príncipe observó a su mayordomo ascender al barco llevando sobras de comida, sus vetustos ropajes y sus accesorios viejos y estropeados, ante lo cual estalló en carcajadas Chong’er. El príncipe le interrogó acerca del motivo para conservar esos gastados harapos y trastos cuando le aguardaba una existencia colmada de riqueza y lujos y le sugirió tirar todo eso al río.
El siervo, con aflicción, contestó dándole al príncipe un amuleto de jade blanco, lo cual significa su intención de renunciar. Ante el asombro del príncipe, el humilde mayordomo le declaró que si bien había sido de utilidad en las penurias del exilio, no comprendería cómo vivir en medio de tantos lujos y galas y no quería convertirse en estorbo en este nueva ciclo de la vida palaciega.
Asimismo manifestó que para ensalzar en medio de la abundancia y el poder ya estaban disponibles cortesanos de mayor destreza que él y que no sería de mayor utilidad que los viejos ropajes que el príncipe mandó a arrojar al río.
El príncipe, tras recapacitar acerca de sus palabras y rememorar las penas sufridas en el exilio en compañía del mayordomo, admitió su error y le rogó que permaneciera a su lado para ayudarle a proseguir por el camino más integro y justo. De acuerdo a lo afirmado por la tradición, al final el príncipe Chong’er devino en Duque Wen de Jin y se ha registrado como uno de los regentes más austeros de la historia de éste país.
La Leyenda del Rey Mono
Una de las grandes leyendas chinas, y posiblemente de las más populares a nivel planetario, es el relato del Rey Mono. Esta figura cuenta con una historia muy extensa, la cual nos narra acerca de la búsqueda de la inmortalidad.
El Rey Mono Sun Wukong surgió de una piedra mágica, proveniente del caos, en las montañas Huāguǒ-shān. Tras aunarse a una banda de simios, Sun Wukong dio prueba de su valor arrojándose por una cascada y consiguiendo detrás de ella un nueva morada para los monos, los cuales le designaron como soberano.
No obstante, el Rey Mono, después del fallecimiento de un semejante, fue consciente de que algún día llegaría su tiempo, con lo que resolvió salir en búsqueda de la eternidad, vistiendo de ropajes humanos.
Luego de partir se hallaría con un gran maestro budista, el cual a pesar de sus dudas iniciales acabaría por acogerle, otorgarle su nombre y enseñarle grandes destrezas como la capacidad de convertirse o de dar formidables saltos de casi cien kilómetros.
Pero cierto día, y tras observar cómo el Rey Mono empleaba sus dones como un espectáculo, el maestro resolvió echarlo del templo. Tras concluir con su aprendizaje ésta criatura efectuó cuantiosos viajes con el propósito de lograr la inmortalidad.
Entre ellos sobresale el viaje al Palacio del Rey Dragón del Mar del Este, del cual hurtaría la vara Ru Yi Bang que sustentaba el equilibrio de los mares y que a posteriori se transformaría en su arma (algo que produjo severos desastres) y con la cual forzó a los grandes Reyes Dragón a darle aprovisionamiento mágico. Igualmente fue al Infierno para suprimir su nombre y el de los otros monos del libro de la vida y la muerte.
Ocurre entonces que, el emperador de Jade, para tratar de controlarlo, resuelve concederle un título aristocrático. En primera instancia le da el nombramiento de Protector de los Caballos de los Establos Imperiales, pero luego de una disputa decide añadirle el de Guardián del Huerto del Durazno de la Inmortalidad.
Fue entonces que, cuando le es prohibida la entrada a un banquete en respecto a la Emperatriz, Sun Wukong se enoja y resuelve hurtar los duraznos de la inmortalidad y las píldoras de la eternidad del señor Daoista Laozi, devastando asimismo el huerto.
Más adelante, el emperador manda cien mil guerreros para apresarlo, pero el Rey Mono logra vencerlos. Por último es atrapado y se ordena su ajusticiamiento, pero luego de tomar las píldoras y comer los duraznos de la inmortalidad, nada lo mataría. Sun Wukong fue confinado en el Horno de los Ocho Trigramas, en el ardió hasta que el aparato estalló. Pero ello no fue suficiente para aniquilarlo.
El emperador pidió la ayuda de Buda, quién retó al Rey Mono e hizo una apuesta con él, quien no podía brincar más allá de la palma de su mano. De lograrlo sería denominado emperador, y si no, sería apresado. Sun Wukong admitió la apuesta y brincó, hasta lo que él consideró que era el final del Universo en donde únicamente podía ver cinco columnas.
Meó en ellas para señalizar hasta donde había alcanzado. Al descender, no obstante, se percató que esos pilares eran los dedos de Buda; no había ganado su apuesta. Trato de escapar, pero Buda lo selló en la Montaña de los Cinco Elementos a perpetuidad.
Centurias más tarde le sería dada la libertad por el monje Tang, con quien colaboraría en su viaje para rescatar las sagradas escrituras para China (claro que con el auxilio de una banda mágica que permitía que el monje pudiese ocasionar gran dolor en caso de ser necesario).
Leyendas Chinas La Creación del Universo
Una de las categorías de leyendas que son parte de casi todas las mitologías y civilizaciones hacen alusión a algo que ha llamado la atención de la humanidad desde el inicio de los tiempos: ¿cómo se originó el universo?. La mitología china nos brinda en este sentido la leyenda de Pangu o P’an-Ku como probable explicación.
Cuenta la leyenda que al inicio sólo había caos, estando Cielo y Tierra aunados y condensado el universo en un huevo oscuro. En su interior dormitaba un único ser, Pangu o P’an-Ku. Al despertar éste se halló atrapado en el huevo, con lo que resolvió romperlo.
Esto provocó que parte del huevo, la más liviana y clara, saliese despedida para conformar el cielo, al tanto que la parte inferior y más sombría constituirá la Tierra. El enorme ser tendría su cabeza en el Cielo y los pies en la Tierra, y con el pasar de los milenios los dos se engrandecieron.
Después de ello, emergieron igualmente cuatro criaturas: el Dragón, el Feng Huang (parecido al fénix), la Tortuga y el Qilin. Juntando fuerzas con Pangu, conformaron las estaciones y los cinco elementos.
Pero P’an-Ku era mortal, y el tiempo de su muerte arribó. De su fallecimiento surgirían una enorme cantidad de elementos del mundo: de su aliento emergió el viento y sus ojos se convertirían en el Sol y la Luna. Su barba serían estrellas y sus huesos minerales. Sus miembros serían los pilares que dividen Cielo y Tierra, y su sangre los océanos.
Nüwa y la Creación del Hombre
Antiguamente China contaba igualmente con una sucesión de dioses creadores, usualmente vinculados con la jerarquía imperial. Una de los cuales es Nüwa, la primera deidad, un ser femenino que entre sus cuantiosos poderes algunas leyendas la estiman como la creadora de la humanidad.
Narra la leyenda que una vez conformado el universo y las estrellas, los océanos y las cumbres, los bosques y los animales, surgió asimismo la primera deidad, Nüwa. Era un ser de torso hacia arriba humano y de allí hacia abajo dragón con la capacidad de convertirse. Esta deidad recorrió el mundo, sorprendiéndome ante sus prodigios.
No obstante, la diosa estimó que al mundo estaba carente de vida, tanto así que ella misma se sintió sola en poco tiempo. Al detenerse pararse frente de un río, pudo observar sobre al agua su imagen y comenzó a pensar en crear criaturas parecidas a ella misma.
Inició la extracción de barro para duelo darle forma hasta lograr alguna que le gustase. Le otorgó piernas y brazos, y cuando al fin terminó su obra resolvió darle vida. De esa manera nació el ser humano inicial.
La diosa prosiguió creando más y más personas, pero calculando que le harían falta muchas para poblar el mundo resolvió disponer una caña de mimbre con el propósito de remover el barro, para que cuando se extrajese emergieron modestos fragmentos que a su vez se convertirían en otras personas.
Igualmente, y dado que no les había proporcionado el don de la eternidad, creó al hombre y la mujer para que lograran engendrar y generar más criaturas con los que poblar el mundo. Podrás conseguir otras leyendas interesantes aquí: