La leyenda del niño del bote es una célebre y escalofriante historia acerca de un pequeño a quien sus padres no le creían. El infante no paraba de contar acerca de las situaciones atemorizantes que ocurrían en su casa al anochecer…Para saber mas sigue leyendo.
La Leyenda del Niño del Bote
Se relata que cierto tiempo atrás ocurrían eventos muy insólitos en un domicilio localizado en la Calle Galeana, próximo a lo que actualmente es el puente sobre la Avenida Ayuntamiento. Se sabía de puertas que se cerraban solas, cosas que se desvanecen y luces apagándose o encendiéndose sin explicación alguna. No obstante, como nada penoso ni muy molesto les había acontecido hasta el momento, no le concedieron demasiada relevancia. Usualmente tales eventos podían explicarse con diversas razones.
Mas todo cambio cierta noche en que su niño afirmaba oír que alguien se movía en el techo y hacía ruidos con lo que al parecer era un bote. Agregaba que parecía haber otro infante sollozando, lo cual le ocasiona mucho temor. Como la mayor parte de las leyendas de extracto popular no se conoce al autor de la leyenda del niño del bote. A este relato se le reconoce por ser de breve duración, pero aun así tratamos de presentar las más resaltantes características de la leyenda del niño del bote.
El Niño del Bote
El Centro Histórico de la Ciudad de México cuenta con numerosas leyendas que se han transmitido de padres a hijos. Una de las que cuenta con mayor popularidad es aquella que relata la crónica de una familia que sobrevivió a un portento sobrenatural sin antecedentes. Fue en una de las calles de dicho Centro Histórico donde esta familia residió por el año de 1976.
Laura y su esposo habían rentado un modesto apartamento en el piso más elevado de esta vecindad. Su existencia era plácida y sin sobresaltos. Prestaban el debido cuidado a su pequeño de apenas 6 años con gran afecto y consideración. Dieguito, era el nombre del infante, quien era muy listo y siempre se metía en problemas a causa de su curiosidad.
En ocasiones le encantaba ascender a la azotea y juguetear con sus carritos; en otras oportunidades sólo lo hacía para contemplar a la gente atravesar la calle, ya que fantaseaba con que eran diminutos hombrecitos y que él era de tamaño gigantesco.
A Dieguito le aterraba la oscuridad, mas no tanto las películas de horror que observaba con su padre ocasionalmente. Sin embargo, un día empezó a oír un ruido extraño que procedía del techo de su cuarto. Era un sonido semejante al que produce una lata cuando es llevada a rastras por el suelo.
Ruidos en la Noche
Cada anochecer, Dieguito oía el mismo sonido, e incluso llegó a habituarse a él, hasta que cierta noche lo despertó un gemido que parecía originarse justo encima de su cuarto. Se puso de pie como pudo y fue con sus progenitores para acostarse con ellos; pero éstos no lo querían allí y lo retornaron a su cama.
Tanto Laura como su esposo no eran creyentes en fantasmas. Ella pudo explicarle a su hijo que seguramente era el gato del vecino; pero lo que Dieguito oía no era el ruido de un gato, sino quejidos y lloriqueos de algún niño jugueteando con una lata.
Por unas cuantas noches Dieguito trato de convencer a sus padres de dormir con ellos sin resultado alguno. En cierta oportunidad, al tanto que Laura alistaba el desayuno, Dieguito vino con la pregunta:
-Mamá, ¿quién es el que juguetea y gime en la azotea cada noche? – señaló el niño con un poco de temor a que su mama lo reprendiera.
-¿Quién? ¿Por qué piensa que allí hay alguien? –contestó la madre con bastante molestia ya que estaba bastante fastidiada de las invenciones de su hijo– ¿Es que acaso no te dijo tu padre que se trataba sólo de un gato?
-Resulta mamá, que en verdad oigo a una persona. Es como si fuese otro niño.
Por alguna curiosa razón, Laura empezó a sentir miedo, pero no de los sonidos, sino de las insensateces de Dieguito.
En la próxima noche, Dieguito llegó a despertarse realmente espantado, sudaba muchísimo y su respiración se entrecortaba.
-¡Mami, mami! ¡Manda al niño de arriba que se vaya! ¡Que no lo deseo allí! –vociferaba el pequeño.
La Leyenda del Niño del Bote: Un Niño Diferente
Así Laura como su esposo empezaron a tener dudas de la salud emotiva de su hijo, llegar a pensar que tal vez experimentaba problemas en la escuela o con algún compañerito y eso le generaba pesadillas. Para hacerlo valiente y que aprendiese a no despertar a sus padres, hicieron caso omiso de sus gritos y trataron de dormitar.
Muy peculiar fue la contestación enérgica del padre, quien era de la idea de que a los infantes había que criarlos con auténtico rigor para que se desarrollasen independencia.
Tras unas horas la puerta de la habitación de los padre se entreabrió lentamente y un modesto cuerpecito llegó a ingresar allí. Fue Laura la que primero se percató del intruso.
-¡Diego! ¿Qué te he señalado sobre despertarte a tan altas horas de la noche? –señaló Laura con un tono de voz algo titubeante, ciertamente no se podía diferenciar si se trataba de Dieguito o de alguna otra persona, ya que la poca luz y el súbito abrir de sus ojos no le permitían reconocer debidamente la silueta. Por último el pequeño cuerpecito se apartó silenciosamente de la habitación.
Al día siguiente, Laura y su pareja se percataron de lo raro que actuaba su hijo, ya no era el mismo chico inquieto de antes, hablaba poco y el color de su tez estaba sumamente pálido como para percibirse como sano, pero tampoco daba señales de encontrarse enfermo.
En solitario, el pequeño cada vez se tornaba más retraído. Apenas dormía en las noches y se había puesto flaco y ojeroso. Su mamá lo llevó al médico para desechar cualquier padecimiento y efectivamente, el doctor no reconoció nada que pudiese estar afectando a su hijo, fuera de la ausencia de sueño.
Para no tratar tan duramente a su hijo, Laura no le mandó a la escuela. A lo largo del día intentó consentirlo y mimarlo con chocolate caliente y cuadernos para dibujar, y aun así Dieguito sencillamente no contestaba. Fue ya de noche que nuevamente oyeron a Dieguito gritar: -¡Mami, mami! ¡Manda al niño de arriba que se vaya! ¡Que no lo deseo allí!
Sólo que esta en esta ocasión solo se oyó la última palabra, pues fue contenida por un grito lastimoso. Laura se levantó alarmada para ir con su hijo, su esposo iba después de ella. Para asombro de la pareja, Dieguito no se veía en lugar alguno: no se encontraba en su cama, ni estaba oculto en el armario.
Laura estaba tan afligida que deseo llamar a la policía, pero su esposo la contuvo pues no lo creía necesario. La puerta estaba bajo llave, y aunque no fuese así, Dieguito nunca hubiese tenido la idea de salir solo en la oscuridad, a su hijo lo conocía muy bien.
Súbitamente oyeron sobre el techo el sonido excitado de unos pasos. Parecía que alguien estuviera divirtiéndose con un bote o una lata de metal (de allí, la leyenda del niño del bote). El papá miró a la ventana y observó cómo iba descendiendo lentamente una lata sujetada a uno de los lazos que se utilizaban para enganchar la ropa.
-Puff, ha de ser Diego con otra de sus diabluras –señalo Laura para intentar aplacar sus nervios.
La Despedida del Niño
El esposo fue a abrir la puerta para subir a la azotea ya muy enfadado, pues ya tenía bastantes preocupaciones en el trabajo como para no tener que lidiar con las tremenduras de un infante problemático. Una vez que ascendió a la azotea, consiguió a su hijo en un rincón, próximo a uno de los tinacos.
Se hallaba sentado de cuclillas, estrechando sus piernas, su cuerpo completamente arañado y su cara exhibía una mueca de infinito pavor. Se aproximó lentamente para no espantar a su hijo, pero era ya tarde, ya que el niño había perdido la vida.
La pareja se trasladó a otro sector de la ciudad, alejados de los recuerdos, de aquellos vecinos morbosos y de los eventos asombrosos. La semana inicial en su nueva vivienda fue muy tranquila, hasta que cierta noche empezaron a oír un ruido que se originaba en la azotea, era un sonido semejante al de un bote metálico llevado a rastras.
Precisamente antes de que el esposo de Laura pudiese preguntarle si ella igualmente oía tal ruido, delante de su cama se mostró la figura de su hijo, que exclamaba: – Me espanta el ruido que proviene de arriba.
Esa fue la única ocasión en que lo observaron . Pero anualmente, justamente en el aniversario del fallecimiento de Dieguito, se oye en la azotea el sonido del bote y el sollozo del niño. De ese modo surgió la leyenda del niño del bote completa que le hemos presentado. A continuación le dejamos algunos enlaces de su interés: