África es un tierra mágica y diversa, pero no solo en lo referente a su geografía y la variedad de razas que la pueblan. Las leyendas de África, así como sus historias y relatos identitarios tienen gran relevancia para la cultura de este continente. ¡Aquí te compartimos algunas de ellas!
Leyendas de África
Las leyendas son una apropiada forma de transferir cultura, por ello conforman parte esencial del imaginario de cada colectividad o conglomerado social. Ellas pueden devenir en vehículos para el traspaso de valores sociales y sirven de conexión con las raíces de sus pueblos originarios.
Las leyendas de África son historias y mitos que nos ayudan a conocer la exuberancia cultural de este gran continente, las cuales son mayoritariamente relatos fundamentados en las mitologías de diversas tribus y comunidades.
La humanidad nació en África, inmensos espacios en los cuales los primeros homínidos se desarrollaron y desde la cual surgieron especies como la nuestra, Homo sapiens, para conquistar el resto del mundo. Una territorio de gran exuberancia e historia que, no obstante, en la actualidad cuenta con los más altos grados de pobreza y hambre a nivel global.
Son cuantiosas las naciones que componen a este continente, numerosas las tribus e incontables las historias que han venido compartiendo de generación en generación desde tiempos ancestrales con la finalidad de explicar su mundo. Por ello, a lo extenso de este artículo les haremos ver esa riqueza cultural, enseñándoles una serie de mitos y leyendas africanas de diversas regiones y tribus.
A continuación les expondremos una sucesión de cuentos, mitos y leyendas provenientes de diversos lugares del amplio territorio africano, cuyas temáticas varían desde aspectos de la naturaleza, cuerpos celestiales y elementos de su variada geografía.
Leyendas de África sobre la Creación
En este apartado se relatan aquellas leyendas de África relacionadas con el origen o creación del mundo o de los humanos desde la perspectiva de los pobladores originarios de este continente.
La Creación del Mundo
La mayor parte de las culturas de la tierra se han figurado en repetidas oportunidad algunas probables explicaciones basadas en sus creencias, con las cuales pretenden dar sentido a cómo surgió el mundo. Las distintas culturas vivas de África son del mismo pensar.
Ciertamente, se conocen cuantiosas leyendas de África que diversas tribus y culturas autóctonas han ido confeccionando al respecto, de las cuales, en este reseña, vamos a centrarnos en una: la de los Boshongo.
Narra la leyenda que al inicio solo predominaba la oscuridad y el agua, además de la deidad creadora Bumba. Este último se encontraba en la más rigurosa soledad. Cierto día el dios sintió un gran dolencia en su estómago y muchísimas nauseas, que lo hicieron vomitar.
Tal vómito era el Sol, y de él emergió la luz, así como de su calor brotaron zonas de tierra seca. El señor Bumba nuevamente tuvo náuseas, arrojando en esta oportunidad a la luna y las estrellas. En una tercera indisposición vomitó al leopardo, el caimán, el rayo, la garza, el chivo, el escarabajo, la tortuga, el águila, el pez y al hombre.
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Después de lo cual, las deidades hijos de Bumba y de él paridos se responsabilizan a concluir la obra de su padre, apoyando la formación del resto de las cosas del cosmos. Solamente el rayo vino a ser conflictivo y errático, algo que provocó que el dios resolviera arrestarlo y enviarlo al firmamento.
Debido a que su ausencia dejó al hombre sin poder encender fuego, el mismísimo dios mostró a la humanidad como producirlo por medio del uso de la madera.
Aido-Hwedo, La Serpiente que Sostiene el Mundo
Al interior del pueblo africano de los Fon, provenientes del desvanecido reino de Abomey, se relataba como parte de las leyendas de África que en los tiempos iniciales de la creación, la andrógina deidad de dos caras Mawu (que contaba con rasgos femeninos como masculinos, tal cual alegoría del Sol y la Luna) tenía la ayuda de Aido-Hwedo, la gran serpiente cósmica.
El creador iba de un sitio al otro dentro de la boca de Aido-Hwedo, al tanto se empeñaba en la construcción del mundo, aplicándola como transporte.
Una vez que hubo concluido con la creación, Mawu creyó que había sobrecargado excesivamente al mundo, colocando sobradas cosas encima. Los árboles, las cumbres, los animales y otros pesaban demasiado, evitando que el creador pudiese cargar su obra
De tal manera que solicitó a Aido-Hwedo que le apoyará con esta faena, y la serpiente cósmica lo admitió. La gran dificultad era que la gran serpiente no aguantaba mucho lo caluroso de las profundidades, así que Mawu conformó los mares y océanos para que Aido-Hwedo morase en ellos.
A causa de la gran carga que era el mundo, la serpiente tenía que cambiar frecuentemente de posición para poder reposar, y es justamente en cada uno de estos cambios de posición cuando ocurren los terremotos. Igualmente debe alimentarse, para lo cual cuenta con una legión de monos rojos que fraguan enormes barras de hierro, alimento favorito de Aido-Hwedo.
Pero asimismo cuenta la leyenda que, cuando se acaben las reservas de hierro, la gran serpiente cósmica se comerá a sí misma, ocasionando que toda la tierra se hunda en el mar. Asimismo dispone de una hermana gemela que reside en los cielos, librada de la carga de su hermana, y que es responsable de encauzar los rayos de luz solar hacia nuestro mundo.
Mulukú y la Creación de los Humanos
Se conocen incontables relatos en África sobre el principio del hombre como especie, y en el caso de la leyenda de Mulukú, una de los más populares y extendidas del repertorio de leyendas de África, se ahonda en ello y nos narra igualmente como surgió la pareja inicial de humanos.
El ser humano se ha preguntado frecuentemente cómo ha surgido el mundo en el que habita, pero igualmente se ha preguntado más particularmente cómo ha arribado él a este. Para ello existen leyendas específicamente referidas a su creación, de un modo que nos rememora, aunque sea parcialmente a nuestra evolución.
Es el asunto del mito o leyenda de Muluku, deidad de los Makua y los Banaji, y la creación del hombre. Cuenta la leyenda que el supremo dios Muluku, tras la formación del mundo, resolvió producir una especie que pudiese regocijarse y cuidar de su realización.
La divinidad excavó dos huecos en la tierra, de la cual vendría a nacer el hombre y la mujer inicial, pero todavía se hallaban sin completar, ya que no tenían el entendimiento y erudición necesarios para sustentarse sin la ayuda divina.
Siendo igualmente Muluku un dios de la agricultura, les instruyó a como cultivar y cuidar los campos con el objetivo de que lograsen alimentarse y existir de manera independiente. Pero a pesar de que al principio siguieron las instrucciones del dios, ambos terminaron por desconocerse y abandonaron la protección del mundo.
Progresivamente las plantas fueron sucumbiendo, tanto así que los campos se tornaron desiertos. Dubitativo, el dios solicitó la presencia de una pareja de monos y les proporcionó los mismos conocimientos. Al tanto que la primera pareja de humanos lo que hacía era perder el tiempo, los simios se consagraron a cuidar y levantar una casa y un campo cultivado.
Ante lo cual el dios hizo una resolución: quitar la cola a los micos para colocarla a los humanos, que se convirtieron en primates. A su vez los micos, ahora sin cola, se transformaron en humanos. Es por ello que, de estos últimos, es de los cuales el resto de la humanidad descendemos.
La Leyenda de Bamako
Esta leyenda de África nos explica el origen de la Luna, la cual desde el principio de los tiempos la Tierra estuvo acompañada únicamente por el Sol, el cual al ocultarse dejaba el mundo en total oscuridad. algo que facilitaba el pillaje. Cierto día, en la aldea en la cual residía la bella y gentil Bamako, ocurrió un ataque durante la noche aprovechando la ausencia total de luz.
Los aldeanos procuraron defenderse, pero no podían ver y gradualmente comenzaron a caer en los continuos ataques. Bamako se hallaba profundamente consternada por esta situación.
Cierto día, el dios N’To gini se le mostró en sueños, y le señalo a Bamako que su hijo Djembé se había enamorado de ella desde tiempo atrás, y le hizo la promesa de que si admitía casarse con él, éste la elevará al cielo y ella podría alumbrar la noche para impedir ataques como el acontecido.
La mujer consintió y solicitó instrucciones. El dios le señalo que al atardecer debía ascender a la roca de mayor tamaño que había cerca del río y arrojarse a éste. Le aseguró ademas que no debía sentirse temerosa ya que su futuro marido se encontraría allí para elevarla al firmamento.
Bamako pudo cumplir con su cometido, y tal y como había sido la promesa de su marido, el Sol, la elevó a los cielos en unión a él y la convertiría en la Luna. Merced a ella los habitantes del pueblo estuvieron en capacidad de pelear y vencer a sus atacantes.
Otras Leyendas de África
A continuación se exponen algunas populares leyendas de África que han permanecido dentro del inconsciente colectivo africano como parte de las interacciones mágico-religiosas con el entorno geográfico o natural o como recordatorio de la vida cotidiana.
Antañavo, el Lago Sagrado de Madagascar
En la región norte de la gran isla de Madagascar, en el área hogar de los Antankarana, se encuentra el lago Antañavo, un sitio estimado como divino y en el cual, según las leyendas de África, se hallaba una importante localidad controlada por un rey.
Era un lugar prospero con sembradíos y ganado, una localidad pujante y feliz, en la cual residía una pareja con su hijo recién venido al mundo, y que no eran para nada conocidos en la ciudad.
Cierta noche el recién nacido empezó a lloriquear con desespero, y a pesar de las muchas tentativas e inventivas de la madre para calmar su malestar, el niño no dejaba de gemir. Ni cariños, ni arrumacos, ni suaves palabras se pudo aquietar al bebé, así que su madre resolvió sacarlo a coger el aire debajo de un gran tamarindo, sitio usual donde las mujeres molían arroz diariamente.
Aparentemente la idea dio fruto, y al estar ambos debajo del tamarindo el niño durmió plácidamente, pero al retornar los dos a casa, nuevamente comenzó el sollozar. La madre llevó de vuelta a su hijo bajo el árbol, en el cual pudo comprobar que se calmaba, pero en cada oportunidad que atravesaba el umbral de su casa, el bebe volvía a lagrimear sin consuelo.
De tal manera que tomó la decisión de pasar toda la noche siguiente debajo del tamarindo, inquieta por el bienestar de su hijo. Al tanto la mujer tomaba esta decisión bajo el árbol, un gran estremecimiento ocurrió bajo sus pies, y verificó con horror que un gran hueco se abría bajo el pueblo, engullendo las casas y a sus pobladores.
El gran agujero se fue llenando con agua hasta llegar la base del tamarindo, donde se encontraba la aterrorizada madre con su bebé, solitarios sobrevivientes de tal catástrofe. Al amanecer, la mujer fue al pueblo más próximo para narrar lo que había sucedido, y desde esa fecha se tiene a este sitio como sagrado.
Así como los Antankarana, los Sakalava consideran que las almas de los pobladores del antiguo pueblo existen hoy como cocodrilos en el lago Antañavo (donde el número de estos reptiles es elevado), motivo por el cual no sólo está restringido cazarlos, sino que además los alimentan en ciertas fechas.
Igualmente el agua en sí es sagrada, y no se permite bañarse en él, y si alguien requiere de las propiedades sanadoras del lago debe llevar cierta cantidad en un recipiente, pero nunca sumergirse en sus aguas. Asimismo se tiene la costumbre de brindar alimentos a los cocodrilos para pedir descendencia, siendo tal deuda pagada por los solicitantes una vez que se han logrado los hijos anhelados.
Eshu, el Dios Mentiroso
El dios denominado Eshu, epíteto que le dan los yorubas, igualmente llamado Elegba por los naturales de Benin, es reconocido por ser el mediador entre los humanos y los dioses, pero asimismo por ser el más grande de los mentirosos sobre la Tierra.
Eshu es un ser con intelecto y hábil que deambula por el mundo, estando especialmente atraído por aquellos sitios donde se aproximan cambios y hay etapas críticas. Los sitios en los cuales donde le encanta ejercer su influjo son las encrucijadas de caminos, la entrada de los hogares y todo lugar en los cuales se vendan y compren cosas.
Se conocen cuantiosas historias de farsas protagonizadas por Eshu en el marco de las leyendas de África, pero la más afamada es la de dos granjeros aledaños cuya amistad no podía ser más estable y declarada, tanto que inclusive eran de tratarse de forma semejante, cuál hermanos.
Cierto día Eshu resolvió caminar por la senda que separaba las tierras de estos dos rancheros, portando en la cabeza un sombrero blanco por una cara y negro por la otra. Asimismo se sujetaba un bastón en el hombro y se colocó una pipa en la nuca, y vestido de esta manera hizo el camino íntegro.
El par de amigos, al conseguirse y relatar lo sucedido, empezaron a entrar en discrepancias acerca de su singular visitante, sin poder señalar con precisión en que sentido caminaba o la coloración de su sombrero. Su polémica se fue acalorando que hasta el mismísimo soberano se mostró interesado por la historia.
Al tanto los dos granjeros intentaban persuadir al rey, cada uno con su propia interpretación de los hechos, Eshu se apareció y le dijo al rey que ambos estaban mintiendo, pues los dos habían sido engañados.
El rey, molesto con Eshu, ordenó a sus guardias a atraparle, pero el dios pudo fugarse e incendiar algunas casas en su huida. Al tanto los lugareños intentaban huir de las llamas, Eshu propuso ayudarles a resguardar sus posesiones para que no se incineraron, lo que todos admitieron sin dudar.
Fue entonces que Eshu se apropió de todos los bultos y más adelante los repartió azarosamente, dejando a los afectados por el fuego aún más confundidos y con enormes dificultades para rescatar sus cosas en mitad del caos.
La Leyenda de Seetetelané
Otra de las leyendas de África tradicionales es la de Seetetelané, el cual es un modesto cuento que nos brinda una moraleja que señala la necesidad del respeto a los demás y las aportaciones que hacen a nuestra existencia. Igualmente es un advertencia para eludir la embriaguez con el objetivo de no desechar todo lo que hemos conseguido por mera soberbia.
Había una vez un hombre muy pobre que tenía que cazar ratones para supervivir y que le faltaba prácticamente de todo. Su ropaje era tejido con la piel de los animales que capturaba y toleraba frecuentemente el frío y hambre. Igualmente no contaba con familia ni pareja, y su tiempo lo invertía en cazar o beber.
Cierto día, al tanto cazaba ratones, halló un gran huevo de avestruz que meditaba en comer más luego. Lo trajo a su casa y lo ocultó allí antes de retornar en busca de más comida. Al regresar, tras haber atrapado solo dos roedores, se consiguió con algo ciertamente inesperado: la mesa estaba puesta y preparada con carne de cordero y pan. Al ver las viandas, se cuestionó si se habría casado sin darse cuenta.
En ese instante del huevo de avestruz surgió una bella mujer, que se anunció como Seetetelané. La fémina le señaló que se quedaría con él como su esposa, pero le aconsejó que nunca la nombrara como hija del huevo de avestruz o desaparecería para no retornar más. El cazador se comprometió a no beber nuevamente para evitar nombrarla nunca de esa manera.
Compartieron los días juntos y contentos, hasta que cierto día la fémina le consultó si le encantaría ser jerarca de tribu y disponer de toda tipo de riquezas, siervos y animales. El cazador le consultó si podía dárselos, a lo que Seetetelané sonrió y con un taconeo de su pié hizo abrir el suelo, surgiendo de él un gran desfile de toda clase de posesiones, siervos, esclavos y animales.
Agregado a ello, la mujer le hizo notar que se había convertido en joven y que sus prendas eran cálidas y costosas. Igualmente la vivienda se había convertido en otra, pasando de ser una barraca a un hogar de piedra colmado de pieles.
Al pasar el tiempo, el cazador se convirtió en líder para los suyos por un tiempo, hasta que en una festividad el hombre comenzó a beber. Por ello principio a portarse de manera violenta, a lo que Seetetelané intentó serenarse, pero éste la empujó y la ofendió, al llamarla hija de un huevo de avestruz.
Al anochecer, el cazador comenzó a sentir frío, y al despertarse se dio cuenta que lo que quedaba era solo su antigua choza. Ya no era jefe, no poseía animales ni siervos, ni sus prendas eran cálidas, e igualmente no tenía a Seetetelané. El hombre se lamentó de lo dicho y hecho. Algunos días más tarde, en gran medida a que se había habituado a un mejor nivel de vida, el hombre enfermó y falleció.
La Leyenda del Árbol de la Historia
Ciertas leyendas de África nos relatan eventos como desapariciones imputadas en alguna oportunidad a viajes en el tiempo. Ejemplo de ello lo conseguimos en Tanzania, lugar donde los Chagga narran la leyenda del árbol de la historia.
Dice la leyenda que una vez una joven salió en unión de sus amigos con el objetivo de reunir hierbas. Tratando de llegar a un zona donde parecía haber en gran número, la muchacha cayó en un área colmada de barro, en la cual finalizó por hundirse completamente pese a los intentos de sus amigos por extraerla de allí. Tras lo cual fueron a la aldea para llevarles la novedad a sus padres.
Encontrándose en desesperación, los padres solicitaron la ayuda al resto del pueblo, acercándose todos al sitio donde la joven desapareció. Allí acataron el consejo de un sabio anciano el cual sugirió que inmolaron a una oveja y a una vaca, lo cual tuvo como resultado que todos escucharan la voz de la muchacha, cada vez más distanciada, hasta que ya no la oyeron más.
Algún tiempo más adelante, en ese mismo sitio comenzaría a crecer un árbol de gran altura, el cual era empleado frecuentemente por los cuidadores de ganado para cubrirse del calor solar. Un día a ese árbol ascendieron dos jóvenes, quienes antes de desvanecerse gritaron a sus amigos que les transportaba a un mundo previo al presente. Por ello se le conoce como Árbol de la Historia.
La Leyenda Sobre Anansi y la Expansión de la Sabiduría
El conocimiento y la experiencia son en la mayor parte de las culturas, componentes muy respetados y que se relacionan a la capacidad de mando y la consideración, además de cómo responder en tiempos de necesidad. Se conoce un personaje de leyenda denominado Anansi, el cual es el encargado de que la erudición sea parte de todo el mundo y que no sea de uso exclusivo de nadie.
Cuenta la leyenda que alguna vez existió un sabio con figura de araña el cual advirtió que la humanidad era muy irresponsable y cruel. Al conocer esto, el sabio tomó la resolución de juntar toda la erudición en una única jarra y preservarla en un sitio seguro.
Para lo cual decidió contener este conocimiento en la cima del árbol más elevado del mundo. No obstante, el ascenso se hacía muy dificultoso al tener el ser que sostener la jarra al mismo tiempo que escalaba el árbol.
Anansi se frustraba cada vez más, no pudiendo escalar el árbol con la jarra en la cabeza ya que le molestaba. A pesar de ello su hijo, observando su situación, le cuestionó porqué no se la ataba en la espalda. Anansi reconoció que su hijo tenía razón, y con el asombro de hallar más sabiduría de la que tenía soltó la jarra, la cual se estrelló contra el piso, desde el cual una tempestad la llevó al resto del mundo.
La sabiduría se diseminó así por todo el mundo, alcanzando a toda la humanidad. Es por ello que ninguno tiene la capacidad de tener una erudición absoluta pero todos nosotros como poseedores de capacidades para reconocerla y ejercerla.
La Leyenda Ayana y el Espíritu del Árbol
Las personas que ya no están con nosotros han sido y son de gran relevancia en nuestra vida, dejándonos una dura marca. Ciertas culturas proponen la posibilidad de ponernos en contacto con aquellas personas que ya han fenecido. Ejemplo de ello lo hallamos en una de las leyendas de África El Espíritu del Árbol.
Relata la leyenda que existía una vez una joven niña denominada Ayana cuya madre había muerto, y que pese a ser cariñosa y bondadosa solo tenía de compañía a un padre ausente y a una madrastra hostigadora. La niña se presentaba diariamente al cementerio a conversar con su madre, a la cual escuchaba sutilmente.
Cierto día, observó al lado del sepulcro de su madre un modesto árbol, que con el pasar del tiempo fue creciendo hasta proporcionar frutos. Sorpresivamente creyó escuchar como el viento le susurraba entre las hojas, pidiéndole que comiese los frutos que éste le ofrecía. Reconoció entonces que era la voz de su mamá que en aquel instante le decía que se los comiera.
La joven se deleitó con el sabor, y resolvió llevarles unos a su progenitor y madrastra. Ésta última le reclamó saber de cual sitio había traído el fruto, ya que lo quería para sí. Ayana la condujo allí, pero el árbol distanciaba sus ramas de la madrastra y solo dejaba que la muchacha lo tocara. Ello llevó a que la madrastra mandara a su marido a cortar el árbol.
La muchacha, devastada, lloró entristecida por la pérdida de lo que tenía como una señal del espíritu de su madre. Tras lo cual la niña siguió visitando la tumba de su madre, de la cual, en otra oportunidad, contempló crecer una calabaza de increíble sabor. Esta contenía un néctar que evocaba en Ayana el cariño de su progenitora.
Pero cierto día la madrastra la observó y la siguió, y tras gustar del néctar y entender porque en recientes días la niña se hallaba tan feliz resolvió destruir la calabaza. En un día posterior y al descubrir la destrucción de la calabaza, Ayana se dio cuenta de la presencia de un riachuelo de características similares. En esta oportunidad la madrastra mando a cubrir el cauce del río con tierra.
Al reconocer esta nueva hecho de su madrastra la muchacha lloró por mucho tiempo por su desgracia, observando como toda señal que mandaba el espíritu de su madre se malograba por la envidia de su madrastra. La niña resolvió distanciarse a partir de ese momento de la sepultura, por temor a que la madrastra la destruyera.
Todavía lloraba cuando se asombró al ver un cazador provenir del bosque, quien al ver el tocón del árbol cortado reconoció que aquella madera lucía muy buena para elaborar un arco y unas saetas. La joven le narró la historia del árbol y de su madre y después le autorizó tomar la madera.
Al regresar a casa y teniendo en mente aún al cazador, la joven pidió permiso a su progenitor para casarse. Éste se lo concedió con la condición de que probase que era un gran cazador si le traía una docena de búfalos, los cuales se comerían en la ceremonia de boda. El cazador, que nunca había cazado más de un búfalo, se consideró incapaz pero decidió probar suerte con su nuevo arco.
En corto tiempo se halló repentinamente frente a una manada de búfalos. Tras derribar al primero con una única flecha lanzó una segunda, y la segundo bestia cayó también fácilmente. Asombrado ante la eficiencia de aquellas flechas siguió lanzándose hasta abatir a doce búfalos antes de poder retornar y contar su hazaña.
De este modo la muchacha pudo casarse y dejar el hogar de sus padres, una vez más ante la pasmada mirada de su madrastra.
La Leyenda del Baobab
La arrogancia es una aptitud que puede costarnos mucho, y ello es verídico igualmente en la mentalidad de ciertos pueblos africanos. Por ello está, que una de las leyendas de África cortas o breves hace referencia a las consecuencias de la arrogancia y que explica la forma de uno de los árboles africanos de mayor popularidad: el baobab.
Narra la leyenda que el árbol baobab era tenido como el más bello del planeta, tanto así que todos los seres lo apreciaban, por su robusto tronco, sus largas ramas, la sutil textura de su corteza y por el colorido de sus innumerables flores. Inclusive los dioses se pasmaron ante su hermosura, tanto que hasta le proporcionaron una gran esperanza de vida.
Con el pasar del tiempo, el árbol fue estirándose cada vez más y más vanidoso de sí mismo, robándose la luz solar a otros árboles y animales. Decía el baobab que en poco tiempo estaría a la altura de los mismos dioses. Éstos, una vez las ramas del árbol se acercaron a su hogar, se irritaron ante el envanecimiento y arrogancia del vegetal.
Airados, sentenciaron al árbol a crecer en sentido inverso: su flor se acrecentaría bajo tierra, al tanto que solo sus raíces verían la luz. Es por esta circunstancia que hoy día estos árboles muestran un aspecto tan particular y anómalo al compararse con los demás.
Este relato nos habla de cuán importante es no ser soberbios y de apreciar todo lo bueno que poseemos sin desear lo que no somos. Una lección de bastante utilidad, ¿no crees?
El Origen de la Muerte
No solo predominan mitos relacionados a la vida y a la creación, sino que los pueblos africanos igualmente cuenta con leyendas asociadas con la devastación y la muerte. Ejemplo de ellas lo conseguimos en esta próxima leyenda zulú que se puede clasificar de de las leyendas de África de terror.
Relata la leyenda que después de la creación del hombre, este no sabía si su existencia iba o no a finalizar. La deidad creadora Unkulunkulu resolvió inicialmente darle la inmortalidad. Para anunciarle la noticia al hombre mandó al gran camaleón Unawabu, el cual era portador de la noticia de que la humanidad no desaparecería.
Sucede que este ser, en su trayecto, se detuvo a comer y se tomó mucho más tiempo del esperado en entregar el mensaje. El dios tenia la expectativa de que el ser humano le diera las gracias por el don de la inmortalidad que acababa de otorgarles, pero al no haber sido entregado aún el mensaje, los humanos no respondieron nada.
Desconociendo que el motivo era el desconocimiento y creyendo que la humanidad no era agradecida, el dios cambió de pensar: desde esa fecha el ser humano estaría condenado a ser mortal y acabaría por fallecer. Mandó al lagarto Intulo a entregar el mensaje, el cual se dispuso presuroso a cumplir su cometido. Es esta la razón por la que somos mortales y estamos predestinados a morir. A continuación le dejamos los siguientes enlaces de su interés: