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Dentro de los cuentos de Honduras se hallan comprendidos toda una serie de relatos donde se conjugan elementos históricos, religiosos y de la vida cotidiana de este nación. Sus historias enraizadas en el fervor popular los hacen imperecederos.

Cuentos de Honduras

Cuentos de Honduras

Los leyendas y cuentos de Honduras son una sucesión de relatos que tuvieron su origen partiendo de las crónicas míticas que se empezaron a difundir por esa nación. De tal manera, que no se puede dar una descripción particular relativa a estas nociones, ya que cada sujeto le proporciona su propia definición al depender de lo aproximado que haya estado de ellas.

Lo que se quiere señalar es que obviamente no tendrá el mismo influjo el oír una leyenda de Honduras cuando se es un infante a que cuando se alcanza la adultez, ya que el cúmulo de experiencias que hemos obtenido en ese lapso es superior, por lo que el significado que le demos a esas historias será totalmente diferente.

Ciertamente el número de cuentos de Honduras clásicos no es tan grande como la de otros países (México, Perú o Chile). Aun así, si nos permitimos un minuto para examinar en específico dichas crónicas, prontamente comprobaremos que son narraciones con una calidad asombrosa, ya que están encargadas de difundir el pensamiento popular.

Por ejemplo, solo algunos conocen que la civilización maya llegó a expandirse hasta la región occidental de Honduras. Quizás el dilema mas grande que hemos conseguido cuando se necesita acopiar las leyendas y cuentos de Honduras breves, es que son escasas las fuentes primeras de las cuales comenzar.

Esto es debido primordialmente a que los españoles incendiaron o sencillamente arrasaron con la mayor parte de los códices que tenían incluidos los mitos. Por lo que, la única manera por la que se pudo rescatar algunos de ellos, fue merced a la participación de algunos cronistas, quienes mediante su voz pudieron divulgaron a una mayor cantidad de personas. Ahora es el momento para comenzar con los cuentos de Honduras.

Cuentos de Honduras Populares

La sabiduría popular, el conjunto de elementos que conforman la vida cotidiana, así como la sencillez de las historias compartidas han permitido mantener en el tiempo a los Cuentos de Honduras Populares.

Cuentos de Honduras El Sisimite

El relato del Sisimite cuenta la historia de una grotesca e inmensa criatura que conserva una extraordinaria semejanza con otro gigante que recorre los bosques de Norteamérica. Evidentemente estamos haciendo alusión a «Pie Grande». En algunos cuentos, a esta bestia igualmente se le ha llamado Itacayo. Se podría comentar que el Sisimite tiene la apariencia de un gorila enorme, sólo que su pelaje es mucho más tupido.

Se le ha podido ver en sitios boscosos que se encuentran muy alejados de la civilización. La gente ha señalado que el lugar en el cual pasa la noche es en cuevas huecas y heladas. Come primordialmente frutas y por lo habitual surge a dar paseos al anochecer, vagando con total libertad por las cumbres de mayor elevación del suelo hondureño.

Uno de los relatos que oí sobre esta ser atrajo en gran medida mi atención, ya que, de acuerdo a la tradición, el Sisimite con cierta frecuencia se presenta en las zonas habitadas buscando la mujer de mayor hermosura del pueblo. Una vez que la he hallado, la rapta y se la lleva a la cumbre más inaccesible, con el objetivo de que sea su compañera. Ciertos residentes de áreas boscosas me dieron por seguro que en una oportunidad, una chica pudo escabullirse de las garras de la bestia.

Se comenta que una vez que el Sisimite se dio cuenta de la evasión de la mujer, la siguió sin pausa hasta que pudo acorralarla a la margen de un río. Sin embargo, ese obstáculo no fue problema y nadó en contra de la corriente hasta alcanzar el otro lado.

Cuando al fin se puso a salvo, la mujer se paro a recobrar el aliento al tanto que observaba como la bestia la contemplaba con sus ojos colmados de furia. De otro lado, al Sisimite se le relaciona fuertemente con el dios Chac, el cual se muestra en diversos textos que hablan sobre la cultura maya.

La Carreta Fantasma

A inicios del siglo anterior, fue conseguido muerto un ganadero dentro de una carreta de su propiedad. Al sujeto se le conocía por ser alguien que prácticamente carecía de escrúpulos y siempre que hallaba la oportunidad, sacaba provecho de la buena disposición de los demás.

Por lo que, a nadie le asombró que el motivo de su muerte fuese debido a varias puñaladas que recibió en la espalda. El sepelio lo llevó a cabo el municipio, puesto que este individuo no tenía familiares cercanos. Es valido destacar el hecho de que la carreta había quedado en abandono por años en el lugar en el cual acontecieron los hechos.

No fue sino hasta tiempo después que la gente empezó a compartir historias que comentaban acerca de cómo la carreta transitaba las calles por las noches, sin que tuviese conductor. Otros señalan que en dicho vehículo eran llevadas almas en pena o espantos en busca de atemorizar a los transeúntes, para que, de tal manera, las almas de los inocentes fuesen guiadas inmediatamente al infierno.

De otro lado, cuando hablamos de narraciones tétricas como la que acabamos de contarles, hay que añadir que igualmente se comparten leyendas hondureñas breves para niños, acerca de estos temas, ya que lo que se desea es divulgar los hechos sucedidos, sin hacer hincapié en asuntos que puedan estar relacionados con el terror.

La Mina de Agua Sucia

En una vecindad próxima al río Cececapa, moraba un hombre que sabia la ubicación precisa de la verdadera «Mina de agua sucia«. El individuo dejaba su casa cada viernes y caminaba con rumbo a dicho lugar. Nadie conoce la razón verdadera de su extraña conducta, y aun así, lo que sí se sabe es que el hombre siempre llevaba una gallina blanca y unos cirios de cera de castilla.

Se dice que estos elementos eran utilizados en la preparación de un ceremonial para que el protector de aquella mina estuviese siempre satisfecho. Cierta tarde la hija del individuo, le siguió discretamente, ya que desconocía lo que su progenitor hacía cada viernes. La muchacha se escondió tras unos arbustos y contempló cómo su papá efectuaba su ritual.

Cuentos de Honduras

Súbitamente, de las entrañas de la tierra emergió un torbellino de fuego, el cual casi cubre a la joven en llamas. Atemorizada por lo que había observado, no le quedó otra alternativa que salir de donde se escondía. Su progenitor la vio y la regañó con dureza, ordenándose que nunca le volviera a seguir. Tras retornarla a su casa, el individuo volvió a la mina de agua sucia y prosiguió con el sacrificio del ave.

Lo que todos desconocen es que, según las tradiciones hondureñas, quien mantuviese feliz a la deidad que resguardaba la mina, se ganaría el derecho de conseguirse de frente con el lagarto de oro. Una criatura mitológica que dejaba que quien había efectuado los rituales, le quitara un pedazo de su cola.

En otra variante existente de este cuento, se señala que este animal moraba dentro de la mina y que tal y como ocurre con las lagartijas, tenía la capacidad de regenerar su cola a voluntad.

Cuentos de Honduras La Sucia

Este relato ocupa lugar privilegiado dentro de los cuentos de Honduras más populares iniciándose de esta manera. La sucia era una muchacha muy hermosa que colaboraba con sus padres en las faenas del hogar. Una de las labores que le era encomendada frecuentemente era la de ir al río a asear la ropa.

Al pasar el tiempo la joven se encariño de un muchacho de buena categoría. Con rapidez su novio fue a solicitar la mano de la joven y los progenitores de la «sucia» estuvieron de acuerdo gustosamente, ya que sabían que, con esa boda tendrían asegurado el porvenir de su hija.

El día del casamiento, la ceremonia se estaba efectuando con toda normalidad, hasta que el cura les solicitó a los novios que le dieran su fe de bautismo. Para asombro de todos, la chica no pudo cumplir con este pedido, ya que jamas había sido bautizada.

Al saber de esto, el sacerdote inmediatamente procedió a anular el matrimonio, desatendiendo completamente las plegarias de los progenitores de la joven. De su parte, el novio al darse cuenta de que la muchacha no era devota de la fe católica, se olvidó inmediatamente de ella.

Al tanto que, la «sucia» entró en un estado de horrible depresión en el cual no deseaba comer ni salir a la calle. Igualmente hay algunos que afirman que ese día la joven enloqueció, ya que desde ese instante nunca llegó a quitarse el traje de novia.

Cierto día mientras aseaba la ropa en el río, oyó a otras mujeres diciendo que su ex prometido se encontraba a punto de casarse. Esa novedad la desoló completamente, tanto así, que la «sucia» corrió tan rápidamente como pudo hasta que arribó al acantilado, tras lo cual, sin pensarlo mucho se lanzó al vacío.

A partir de ese trágico evento, los habitantes de Honduras dicen que, en los anocheceres de luna llena, hace su aparición una mujer trajeada de blanco particularmente por las orilla de los ríos. No agrede a nadie, sino que sencillamente aguarda volver a juntarse algún día con su novio.

Aparición de La Virgen de Los Remedios

Existen muchas interpretaciones acerca de la aparición de La Virgen de los Remedios, no obstante hoy redactamos sobre una. Lo extraño de los cuentos de Honduras acerca de la aparición de la Virgen es que no se dice que la Virgen haya sido trasladada a algún sitio y que ella retornara al lugar de la aparición como ha acontecido en otros casos.

Para muchos esto es debido a que La Virgen adora a Tómala, en la cual existe igualmente un pozo de «aguas milagrosas» que sanan enfermedades. En dicho pozo fue en el cual ella se mostró muchos años atrás y esta localizado a escasos pasos de la iglesia. Al pozo arriban miles de peregrinos a bañarse o apenas humedecerse con su agua bendita el área enferma de su cuerpo con la fe de sanarse.

La Virgen de Los Remedios de Tomala cuenta con dos imágenes; la más importante es una imagen modesta adornada con elegancia que embellece el altar Mayor de la iglesia y fue adquirida en España. Y la imagen «conseguida» que es de mayor tamaño, más rústica y su aspecto es parecido a una muñeca por su peluca.

Se cuenta que la Virgen de Los Remedios fue hallada por una campesina de Yamaranguila de nombre Magdalena Lemus, en un árbol de liquidámbar que se encontraba situado en el lugar donde hoy está edificada la torre de la iglesia.

Allí igualmente había una inmensa piedra y debajo de ella un pozo. Tras el hallazgo, el Alcalde resolvió vender el agua, pero enigmáticamente el agua del pozo llegó a secarse para brotar más abajo, donde en la actualidad está el pozo de la Virgen. Se entendió entonces que el agua no se debía comercializar ya que es «agua bendita» para el pueblo.

Numerosas personas afirman que la Virgen con el niño Jesús en brazos fue hallada a un costado del pozo de agua sagrada y allí ella se daba baños. El pozo es un gran enigma, muchos afirman haberse sanado con sus aguas divinas, además tras mucho tiempo del pozo sigue emanando agua fresca que no obstante las inclemencias del clima nunca se ha secado.

La roca que se encontraba sobre el pozo todavía se consigue en el mismo lugar, es tan enorme que sobre ella se pueden colocar unas 20 personas. Los peregrinos se montan en ella para contemplar las «huellas de la virgen». Son unas modestas huellas o figuras de pies que hay labradas sobre la roca.

Se encuentran algo borrosas pero aún reconocibles, los devotos afirman que las huellas están borrosas debido a que hace muchos años los penitentes que acudían el lugar con gran fe, limaban las huellas grabadas para llevarse el polvo que lograban raspar de la roca, otros lo licuaba con el agua bendita para tomarlo y sanarse de sus enfermedades.

Cuentos de Honduras Históricos

La sumatoria de aquellos componentes mágico-religiosos de cada una las civilizaciones que han desarrollado dentro de este territorio, ha dado pie a la creación de los Cuentos de Honduras Históricos.

Cuentos de Honduras El Cristo de Santa Lucía

En los inicios del siglo XX, a saber, precisamente en el año 1900, se hizo notar un caos al disponerse las autoridades religiosas a ceder los crucifijos pertenecientes tanto al Municipio de Cedros como al de Santa Lucía.

Tras una laboriosa investigación, se pudo determinar con efectividad que las imágenes de los cristos se encontraban en lugares contrapuestos. Dicho de otra manera, el Cristo de los cedros se localiza en Santa Lucía y viceversa.

La gente angustiada por esa situación, tomó la resolución de «retornar el arte sacro» a la Iglesia pertinente. Fue en enero de 1901 cuando los habitantes de ambos pueblos se reunieron en Tegucigalpa, capital de Honduras, con la finalidad de realizar una convivencia y luego efectuar el canje de crucifijos.

Los habitantes de Santa Lucía efectuaron la peregrinación al referido lugar, sin afrontar mayores contrariedades. No obstante, al arribar a un sitio denominado como «La Travesía de Tegucigalpa», quienes iban llevando la imagen se pararon de forma intempestiva señalando  que ésta era muy pesada y que prácticamente no era era posible seguir moviéndola.

Al pensar que los hombres que cargaban el crucifijo se habían cansado tras haber andado tantos kilómetros, colocaron a otros en su lugar para poder proseguir la marcha. Aun así, todos las tentativas que se hicieron por avanzar la imagen, fueron infructuosos.

Lo curioso era que, si la gente deseaba seguir con rumbo hacia Tegucigalpa, el peso del Cristo era de «toneladas». En contraste, cuando resolvieron dar marcha atrás, el peso de la imagen era menor que una hoja de papel.

Tras lo cual, los pobladores de Santa Lucía entendieron que el Cristo no quería desamparados. Más luego, llamaron al otro municipio y les reseñaron lo que había acontecido. Al final, en el sitio en donde se pararon a descansar, se edificó a posteriori un monumento para conmemorar ese suceso. Éste es conocido como «Monumento al Cristo de Santa Lucía» y se localiza en la sección final del Boulevard Morazán en Tegucigalpa.

El Bulero

En el siglo XVIII, arribó a la ciudad denominada «Gracias a Dios» un sujeto que estaba dedicado a repartir bulas. Para los que lo desconocen, una bula es un documento pontificio que lleva la autorización del Papa para ser distribuido entre los católicos. La misión de ese Bulero era precisamente la de informar a la población de aquel sitio, cuáles eran los días en los que estaba restringido comer carne de res.

El hombre se trasladó el centro del poblado, en el cual ese día se efectuaba una festividad patronal. Era una feria de gran tamaño en la que casi todos los pobladores desempeñan un papel. El bulero se percató de que en una de las mesas se estaba realizando una partida de póker. Inmediatamente se dirigió allí y se sentó solicitando su participación a los demás jugadores.

Ellos estuvieron de acuerdo y la partida se inició sin mayores inconvenientes, hasta que una de las competidoras (quien, sea dicho, igualmente era la esposa del alcalde) realizó trampas con la intención  de ganar lo apostado que había sobre la mesa. Repentinamente, el bulero se enfureció y cachetear a la mujer por «tramposa». Los otros jugadores se levantaron de sus sillas queriendo darle una golpiza al sujeto. No obstante, éste logró evadirse de allí.

Como sucede en cualquier pueblo, las noticias corren con más velocidad que la pólvora, lo que provocó que otras personas que no fueron testigos de los eventos, igualmente comenzaron a buscar a ese individuo para darle su merecido.

Fue así cuando logró ingresar al templo de la Merced y los sacerdotes pudieron contener por un instante a la turba airada, al decirles que no permitirían su entrada para linchar a este hombre, ya que con ello se profanaría suelo sagrado.

No obstante los esfuerzos de los frailes, la gente proseguía enfurecida, por lo que entraron a la Iglesia arrasando con todo lo que encontraban. Incluso, una piedra de gran tamaño, dio de pleno en el rostro de la Virgen de las Mercedes. Por último, la multitud pudo capturar al bulero, quien esa misma tarde fue ajusticiado en la plaza pública.

De su parte, los sacerdotes resultaron tan impactados por el grado de agresividad que podían alcanzar los feligreses, que resolvieron salir a las calles, para arrojar una maldición sobre ese poblado, la cual se prolongará hasta la quinta generación. El pueblo quedó condenado por bastante tiempo, hasta que arribó el sacerdote Manuel Subirana, quien tras conocer de la horrible leyenda, les brindó su apoyo para terminar con el maleficio.

De acuerdo a él, lo que debían realizar los pobladores de aquella ciudad, era desenterrar los despojos de aquel bulero e incinerar los huesos en una hoguera, hasta que los restos quedarán convertidos en cenizas. Los habitantes cumplieron exactamente las recomendaciones y es así como hoy día el pueblo de «Gracias a Dios» se halla libre de cualquier maldición.

El Piano de Valle de Ángeles

Mucho tiempo atrás existió una amable dama llamada Dolores, la cual era conocida de todos en el pueblo ya que era dueña de un gran corazón. Es otras palabras, le encantaba ayudar al prójimo. Sumado a ello, tenía dominio de las artes, siendo en efecto, una cultura de la pintura y la escritura.

Ella había enviudado y su casa estaba al lado de la de su única hija. Con el pasar de los años, le comenzó a atemorizar el momento de su muerte, ya que le inquietaba el hecho de que su primogénita no poseía el talento natural de su madre para procurarse su propio modo de vida.

Doña Dolores se empeño en proporcionar clases de pintura, costura, cocina etc. más la muchacha no daba muestras de interés alguno por determinada actividad. No obstante, cuando la chica estaba a punto de superar su adolescencia, cierto día se sentó delante del piano que anteriormente eras de su padre y empezó a interpretar una melodía de modo magistral.

El modo en el que a posteriori compusiera melodías provocó que la chica abandonara el pueblo e hiciera su equipaje con destino a Europa en donde se encontró con un hombre de procedencia alemana, con el que contrajo nupcias y fue muy feliz por numerosos años.

Aun así, lo más encantador de esta añeja leyenda hondureña es que en ciertas iglesias del pueblo de donde era oriunda la muchacha, en tiempos de Nochebuena, se oye la melodía que tocó por vez inicial en aquel vetusto piano de Valle de Ángeles.

Personas de avanzada edad de esa zona me comentaron que dicho instrumento fue empleado como «amuleto» para conseguir el amor. En otras palabras, las muchachas a las que les había llegado el momento de casarse y que aún no habían encontrado pareja, iban a la vivienda de doña Dolores y con sus manos tocaban sutilmente las teclas del piano, para así conseguir prontamente su «media naranja».

Leyenda de La Sirena – Relato Pech

Relata uno de los cuentos de Honduras que en aquellos tiempos existía un hombre quien iba de viaje con frecuencia por el Río Wampú a través de la estación veraniega. Al llegar el hombre a un sitio denominado «El Chorro» convocaba personas para realizar allí mismo una asamblea para las actividades de caza y pesca.

Dentro de las personas para conformar la asamblea debía ser elegido un hombre joven y una mujer honorable o con experiencia para que condujeran la asamblea.

Al arribar al sitio escogido para celebrar la reunión se levantaba un cobertizo y se quedaban aguardando la llegada de sus compañeros para oficiar una oración, la que consistía en solicitarle a las Sirenas que les favorecieron con bastantes peces en el río así como animales en la selva como alimento para sus familias.

Como componente del evento, al caer la tarde los colaboradores traían cacao en polvo y bebida de yuca que licuaban con el agua; añadían 9 medidas de guacales, 2 de tamaño normal y las otras pequeñas. Convidaba a las Sirenas a tomar con ellos de aquellas sabrosas bebidas que habían dispuesto.

Al próximo día, los hombres iban a pescar cuyamel y otros tipos de peces; al finalizar la pesca juntaban todos los peces en un solo sitio, disponían de suficiente leña y preparaban los peces ahumándolos. Al ir de retorno a sus casas, los pescadores hacían el reparto en partes iguales para agradecer a Dios y dejaban ocultos en el monte los materiales y herramientas en los que cocinaban los peces.

En sus viviendas eran esperados con otra asamblea, para la cual ya había preparada comida y bebida, se congregaban todos los integrantes de la colectividad en una sola casa y reunidos realizaban la ceremonia. Con tal unión vivían y laboraban los antiguos habitantes, con la aspiración de agradar a Dios.

Como se comentó previamente, la Leyenda de La Sirena, de acuerdo a la creencia Pech es una crónica muy diferente pero a su vez muy cautivadora ya que nos muestra el modo armonioso en que existían todos y lo de mayor importancia es que eran considerados y temerosos de Dios.

Cuentos de Honduras Infantiles

La inocencia infantil ha facilitado la generación de historias sencillas y digeribles por los más pequeños de casa. Esto ha sido posible por la conjunción de las relatos que son base para los Cuentos de Honduras y sus autores.

Cuentos de Honduras La Piedra de Oro

Un día en la mina de Yuscarán se hallaban laborando afanosamente cuatro hombres. Repentinamente, uno de ellos se asombro al escuchar un sonido que nunca antes había oído. Cogió su mazo y comenzó a golpear cada una de las rocas hasta conseguir aquella de la cual había surgido tan particular resonancia. Era una roca curiosa ya que no se rompía como si lo hacían las restantes.

Con cada golpe que le daba, lo único que se lograba era deformar en algo su aspecto original, a pesar de que su rigidez permanecía incólume. Con gran trabajo, el hombre y sus compañeros pudieron sacar esa rarísima roca. Se comenta que su peso variaba de las 90 a las 100 libras.

Al ser limpiada, se percataron de que era un pedazo de oro sólido. La montaron en un carrito y la movieron a la entrada de la mina. En ello se encontraban, cuando uno de los cuatro mineros dijo que lo que mejor podían hacer era dividirse la roca en cuatro partes idénticas y así todos quedarían satisfechos.

No obstante, los otros tres no estaban de acuerdo con ello. De tal manera que polemizaron por más de una hora, olvidándose del sitio en el cual se hallaban. El ingreso a la mina se localizaba en lo alto del cerro Monserrat por lo que si una persona cayese de allí conseguiría una muerte segura, debido a que en la parte baja sólo había un arroyo colmado de piedras.

Al tanto que proseguían discutiendo, el carrito en el cual estaba la piedra empezó a rodar colina abajo. Los hombres descendieron lo más veloz posible por la barranca, para poder conseguir el lugar preciso en el cual había caído la roca, aunque no encontraron nada.

En corto plazo este cuento se transformó en una leyenda, ya que las personas que habían escuchado la historia empezaron a realizar exploraciones esperando conseguir el inmenso lingote.

Hasta la actualidad, no hemos recibido noticias de que alguien haya localizado la enorme piedra de oro. Por lo que si eres una persona a la que le gusta la aventura, te invitamos a acudir a la ciudad de Yuscarán, para así conocer si tú eres el dichoso que llega a conseguir la piedra de oro.

El Ángel de la Balanza

No es difícil reconocer en la mirada de los niños las fábulas que rondan en sus cabecitas, cuando se presentan delante de las vitrinas iluminadas en las cuales la Navidad esparce su modesto y florido mundo. ¡Quién no los ha observado conducido a ese cosmos mágico que se desplaza de acuerdo a sus propias leyes y dispone de nociones propias de la dimensión y el color!

El aparador es una urbe de juguete por cuyos enigmáticos senderos vaga la personalidad interior del infante, asimilando con intensidad  todo lo que allí es extraordinario e increíble, gozando con toda sus emotividad de una verdad que solo él entiende y que es tan legítima como la otra, la que se prolonga fuera de ese sitio encantado de paredes de vidrio, pero más anhelado ya que no sabe de desilusiones.

Si el niño tiene ilusiones razonables de apropiarse de las prendas que resplandecen en esa tienda de ensueños, su mirada relumbra con el gozo adelantado de la conquista.

El hecho de ser de aquellos desafortunados que nacieron destinados a considerar imposibles sus mínimos deseos, hará que sus ojos despiden un rayo entusiasmado y encendido tal cual luz sideral que envía una distante nebulosa donde comienzan a crearse el vórtice del rencor. El héroe de esta breve crónica es de estos últimos.

Imaginemos que tuviese diez años, época en que la vida nos revela que el mundo nos enfrentará con fuertes dosis de sufrimiento. Veámoslo como un lustrabotas, o que subsistía “efectuando mandados” o “cargando leña”, ya que es indispensable para los fines de su modesta aventura que el muchacho cuente con un pequeño capital.

Lo cierto es que a esa precoz edad ya podía pagar su vestido y su alimento, como ocurre con numerosos niños del país cuya madrastra es la pobreza.

Este jovenzuelo, todo un hombre de pueblo, no contaba con más ayuda que la poca que podía facilitarle su madre, humilde dama a quien se le iba la vida entre los faenas del “planchar a otros” o “el servicio” en las casas adineradas, o el lavar en el arroyo. Él y su progenitora eran dos humildes náufragos aferrados a la tabla de salvación de labores indignas y mal pagadas.

Nuestro héroe, a quién deseamos nombrar Ángel, por lo logrado en esta crónica, andaba alborozado por el arribo de la Pascua. Las comercios habían expuestos sus vitrinas como si fuesen puertas de acceso a un mundo extraterrenal en el cual aviones de alas púrpuras sobrevolaban con sus cuatro máquinas  sobre trenes plateados

Expuestos igual se encontraban ejércitos de indígenas pieles rojas, los cuales aguardaban en sus estuches el grito de batalla. Arcos y flechas eran ofrecidos al temerario cazador y revólveres con asideros de concha nácar dormían en sus cubiertas, convidando a la contienda de vaqueros y bandidos.

Ángel, ya que hemos admitido este apodo para nuestro personaje, veía y volvía a ver los mostradores, cuestionando cual seria el precio de  ese tanque o aquel bello autobús. Al anochecer, dormido placenteramente en su cama, se transformaba en piloto de un avión jet o en conductor de una desenfrenada motocicleta.

Y, sin embargo, fue una figura casi mediocre, un ser anónimo del mundo de los juguetes, quien atrapó todos los afectos del muchacho. Se trataba de un un señor de nariz rojiza, mirada picaresca, sombrero torcido y traje de cuadros, cuyas lineas multicolores develaron una distinción algo chabacana pero llamativa y enérgica.

Al dársele cuerda al sujeto comenzaba a marchar como si estuviese realizando una danza extravagante, observaba para uno y para otro lado con risita descarada y temblores convulsivos como si lo atemorizaba el baile de San Vito. Ángel desfallecía de la risa cada vez que los vendedores activaban al conmovedor personajillo y consideraba si adquirirlo o no.

¿Pueden ustedes imaginarse el triunfo de ponerlo a funcionar en su circulo de amigotes que cada día se congregaba en el parque? El gusto que podría darse cuando le dijesen: ¡Ponle cuerda! ¡Ponle cuerda! Es evidente que sus camaradas lo iban a estimar como el pequeño emprendedor, el dichoso gerente de un artista excéntrico que dilapida solo simpatía.

—¡Voy a guardar dinero!— señalo Ángel. ¡Voy a poderlo comprar. A partir de entonces fue ahorrando parte de las ganancias de sus “pulidas”, de sus “recados” y de sus “cargas de leña”. Guardaba su pequeño ahorro enrollado en el nudo de un pañuelo y primero le quitan la vida que su escondido tesoro.

¡Qué hermosa lucia la Pascua el día en que se dirigía a la tienda estrechando el fruto de sus labores bajo el bolsillo del pantalón! Portaba consigo el costo del juguete y percibía por todo el cuerpo el curioso deleite de quien va a libertar a un preso que por mucho tiempo ha sufrido injusto encarcelamiento.

Caída la noche, ya resplandecían las lámparas del alumbrado público y los faros de los automóviles. Aun así, la totalidad de las tiendas aún tenían sus puertas abiertas, ya que parecía que todo el mundo siente un regocijo peculiar en hacer sus compras en último momento. Ingresó a la tienda. ¡Allí se encontraba su hombre, contemplándolo de lado con las cejas arqueadas, como si lo convidan a una travesura.

Estaba en busca de un vendedor con quien hablar cuando observó a su tocayo, el ángel. Allí donde se entrecruzan los rayos de dos lámparas fluorescentes, allí se encontraba él, tranquilo, espléndido, oscilando sutilmente en la atmósfera colmada de una suave fragancia de fiesta y de enigma. El niño observa secretamente a todos lados para percatarse de que sólo él se había dado cuenta de la visión alada. Ninguno podía darse por enterado.

Ángel presentía que nadie más podía observar al mensajero de los céfiros, ya que era casi traslúcido. Parecía elaborado de celofán y sus alas eran casi unas delgadas estrías que resplandecían por partes. La cara era tan blanca como las nubes cuando son alumbradas por el sol de verano y los ojos lo observaban con sosiego inalterable, rígidos aunque dulces.

El ángel tenía un aspecto muy parecido a sus semejantes de la Catedral, esos que eran parte de las procesiones de Semana Santa, con la mano alzada a ras de la cabeza, como si fueran arrojando bendiciones. Y el ángel sostenía una balanza en su mano derecha.

El niño ya había sostenido varios acercamientos con la nítida imagen. Éste era el ángel de la guarda de que siempre le habló a su madre desde que era muy pequeño. Tal cual ave sublime de plumas transparentes, se le mostraba repentinamente cada vez que necesitaba tomar una resolución difícil. Sigiloso, lumínico, aguardaba que el joven hiciese su voluntad, para desvanecerse luego en el espacio más calladamente que el ruido de una pluma al viento.

Era un ángel guardián singular ya que, además, estaba responsable de juzgar sus actos. Ángel, el mortal, conocía que en esa balanza se habían acumulados sus buenas y malas actuaciones. Esto le aportaba grandiosidad y solemnidad a la aparición del alado juez, ya que jamás se retiraba sin haber colocado las acciones del muchacho en el platillo correcto. En esto era ineludible. ¡Y cuán pesada se hallaba la balanza del lado de las acciones reprobables!

¡Allí se encontraba de todo. Cabezas despedazadas, irrespetos con la madre, pequeños hurtos, demasiadas mentiras, groserías, peores actos, furia, individualismo, mucha vagancia, falta de iglesia, falta de escuela, bombillos quebrados a piedras, dinero gastado en las cartas. ¡Qué desorden de cosas de las cuales se sentía con vergüenza! ¿No vendría el ángel a colocar su muñeco entre el cúmulo de culpas diversas?

Le pareció al joven que su ángel agitaba ligeramente sus alas y que en un viento muy sutil le llegaban las memorias de su madre. Ella con seguridad no tendría con quien compartir sus “pascuas”. Ella se hallaría hoy, como cada día, encadenada a una montaña de ropa almidonada, plancha alistada, en un ir y venir del fogón a la mesa de trabajo.

¿Adoraba él a su progenitora? ¿Acaso la había olvidado? Ya que salía de la casa muy temprano y no retornaba sino hasta bien avanzada la noche.

¿Es que acaso es su madre muy pobre, no se sacrificaba lo suficiente por él? ¿Y él, que le otorgaba a cambio, además de disgustos? En esa tienda ordinaria y entre el trajín de la gente apremiada, sucedió esa noche el portento más virtuoso de la Navidad. Todo lo que la sagrada festividad tiene de afectuoso sentimiento, de pulcro, de fragante, se concentró prontamente en el corazón del niño, colmándole de piedad filial.

Radicalmente, y como si hubiese estado a punto de una repudiable incitación, resolvió renunciar a su juguete, al hombrecito de cuerda con la chaqueta pintada. Con una vitalidad que surgía de la más sólida evidencia, se aproximó al vendedor y le dijo sin titubear:

—¡Deseo un corte para traje de mujer!

El hombre le enseñó diversas piezas de género y tras susurrar las materias propias de su oficio, añadió:

—Si es para tu madre, este le quedará mejor.

Acordaron el precio y aun señalo Ángel:

—Embálemelo en papel de obsequio…

El otro ángel, el que se balanceaba arriba en una nube dorada, sonrió prodigiosamente, colocó la balanza a nivel y tal cual un soplo se fue a percatar de su hallazgo. El niño se llevó el bultito bajo el brazo y salió apresurado directamente a su casa. El apuro daba alas a sus pies…

Cuentos de Honduras La Mina Clavo Rico

La Mina Clavo Rico es uno de esos cuentos de Honduras breves, que además nos aportan una moraleja. Se señala que ese «filón» se descubrió en el año de 1585 en Choluteca. A través del periodo colonial, esta mina fue una de las más aprovechadas a causa de la enorme cantidad de minerales valiosos que se podían sacar de ella. Incluso en la actualidad prosigue estando bajo explotación, aunque con menor intensidad.

Hay quienes señalan que la leyenda de «Clavo Rico» es parecida a la crónica del «Dorado». Un mítico sitio en el cual presuntamente las calles de la ciudad habían sido hechas de oro sólido.

En efecto, numerosos exploradores acudieron a esta región centroamericana, con la expectativa de conseguir esta nueva ciudad dorada. No obstante, lo que sí fue verídico es que algunos de ellos le mandaron pepitas de oro al soberano de España, quien las aceptó con mucha complacencia.

Otra de las crónicas de la Mina del Clavo Rico es la que afirma que una vez que los mineros agotaron todo el oro que había en la superficie de la mina, resolvieron hacer un agujero con una profundidad superior a un km.

Los hombres prosiguieron trabajando allí por algunos meses hasta que dieron con una pared que no podía ser demolida con facilidad. Tras cuantioso intentos, se pudo retirar las rocas de aquella pared y pudieron observar que detrás de ella se encontraba un lagarto enorme de oro puro.

El responsable de la Mina se sintió tan contento al oír esa noticia que arrojó un desafío al cielo: «Desde este momento ni los ángeles usarán mirarme, pues el resplandor de este lagarto los cegó completamente».

De inmediato mandó a los mineros a que extrajeran al enorme cocodrilo de ahí. Aun así, apenas lo movieron, el suelo se ablandó y la Mina colapsó encerrándose a todos en su interior.

Los Dos Huerfanitos

El relato de los dos huerfanitos cuenta sobre dos pequeños que, al perecer sus padres, hubieron de quedarse solos en el mundo. El varón, que tiene más edad, se distanció de su vivienda un día con la ilusión de conseguir algo para comer, y traerle a su hermanita. Estuvo caminando sin rumbo por mas de un día hasta que consiguió un lugar colmado de árboles frutales.

Desde ese momento en el que localizó ese lugar, ya ni él ni su hermana tuvieron que preocuparse de los alimentos. No obstante, cierto día el propietario de la huerta se percató de que le estaban hurtando sus frutos. Estuvo vigilando durante el día el sitio, pero el pequeño, quien igualmente era muy inteligente, se dio cuenta de que lo estaban viendo y aguardó hasta que anocheciera, para robar las frutas.

Lo que no se conocía es que el propietario de aquel predio era el mismísimo Diablo, que lo había emplazado justamente en ese lugar, para poder conseguir almas inocentes para llevarlas al infierno. Cierta noche Lucifer estuvo esperando en las sombras, hasta que vio al niño exponerse y coger unas cuantas frutas. Con sigilo se le aproximó por la espalda y cuando casi lo mordía, el chico sin espantarse empezó a relatar una historia.

Le contó que vivía con su hermana y que los dos eran huérfanos.

– ¡Debes traerla inmediatamente, yo les daré trabajo y alimento!

El niño trajo a su hermanita y a partir de ese instante ambos se transformaron en esclavos del diablo. Al varón se le asignó la faena de cortar leña, mientras que a la hembra la responsabilizó de preparar la comida. Transcurrieron varios días y los niños estaban muy afligidos, ya que no podían escapar de allí. Hasta que cierta mañana, se les aproximó un pajarillo y les señaló:

– El diablo lo que busca es matarlos, para así conseguir sus almas. El único modo de salvarse es que mas tarde cuando les pida que bailen sobre el pozo cubierto, le señalen que no conocen cómo hacerlo y que requieren que él les haga una presentación.

Obviamente, para que el plan funcione bien, habrás de sustituir la madera por tablas podridas, para que el demonio caiga en el pozo. El fondo está colmado de agua ardiente, por lo que él perecerá irremediablemente. Después recojan las cenizas para llevarlas hasta el otro lado del mar.

Los niños prosiguieron la recomendación y así pudieron evadirse de las garras del «Señor de la Noche». Sin embargo, ellos desconocían la forma de alcanzar hasta el otro lado del río. Por ese motivo, platicaron con dos animalitos del bosque: un venado y un sapo. Al finalizar la charla, fue el sapo quien se ofreció a trasladar la jícara conteniendo las cenizas del demonio a su domicilio final.

Aun así, ya casi para alcanzar su destino, el sapo se sintió curioso por ver si ciertamente eran las cenizas del diablo. Abrió la tapa de la jícara y de esta surgieron toda clase de bichos que le punzaron su cuerpo incesantemente. Es por ello que se señala que la piel del sapo posee esas marcas tan horribles.

Cuentos de Honduras de Terror

Esta categoría de Cuentos de Honduras terroríficos siempre está presente en cuanto lo requiera el gusto popular por la noche, la oscuridad y el miedo colectivo que siempre nos sobrecoge.

Cuentos de Honduras El Comelenguas

Este tal vez sea uno de los cuentos de Honduras de reciente divulgación. El comelenguas es una criatura que fue contemplada por vez inicial en Nacaome, localidad ubicada al sur de Honduras. Según lo que se sabe, hubo algunos testigos que reseñaron a una curiosa ave de grandes dimensiones que surcaba los cielos de las fincas de la región.

Lo que indudablemente aterró a la gente del poblado fue que, al próximo día de haber sido vista la criatura alada, comenzaron a mostrarse muertas centenares de reses. Este engendro cuenta además con cola de serpiente, la cual emplea para ahorcar a sus víctimas, sin importarle lo fuerte que sean. Como si fuera nada, al aniquilar a sus víctimas, les extrae la lengua y se la traga de un solo mordisco.

Algunos comentan que, en varias oportunidades, el ganado que se consiguió muerto tenían como característica común el mostrar las mandíbulas desarticuladas, como si los animales hubiesen estado luchando momentos antes de perecer.

En Brasil existe un relato similar en el cual se cuentan las aventuras de un ser que tiene mucho parecido con el comelenguas. Y es que, como te lo habrás imaginado, este cuento se originó en una época en la cual la gente manifestaba observaciones de objetos voladores no identificados o seres misteriosos que presuntamente deambulaban por los bosques.

De último, se considera que el comelenguas es un familiar remoto de «el Pájaro León», o sea, otra criatura que devastó los suelos hondureñas años atrás.

El Cerro Brujo

Entre los más conocidos cuentos de Honduras se encuentra el siguiente. Se conoce como cerro o colina a una elevación apartada de terreno. No obstante, el más célebre de todos ellos ubicado en territorio hondureño es el conocido con el nombre del Cerro Brujo.

Se encuentra localizado entre los asentamientos de «Estados Unidos de Tegucigalpa» y la del «Sitio». Ya que en ese sitio presuntamente han ocurrido eventos sobrenaturales, la gente da por seguro que dicho lugar se encuentra hechizado.

Tuve la ocasión de conversar con algunos de los locales y varios de ellos (particularmente jóvenes) me señalaron que «sólo son relatos de miedo» que los mas viejos cuentan para espantar a los niños. No obstante, otra parte de la población está persuadida de que las narraciones de apariciones y espantos en el Cerro Brujo son absolutamente verdaderos.

Cualesquiera sea el caso, la realidad es que el sitio se ha transformado en un espacio turístico, ya que la gente que reside en los alrededores del cerro se ha hecho responsable de divulgar estas crónicas tanto a paisanos que van de visita a la ciudad como a los forasteros.

Una de las historias de mayor popularidad de esos cuentos de Honduras de terror es lo que le sucedió a la señora Paula Sierra. Una abuela de más de 80 años de edad, quien afirma que vivió un episodio paranormal en el Cerro Brujo cuando solo era una pequeña.

No obstante han transcurrido siete décadas de aquel horrible evento, su recuerdo se mantiene fresco como el día en el que le sucedió. «Cierto día mi padre y yo fuimos a la capital desde Santa Lucía con el objetivo de comprar reses en un sitio muy próximo al cerro. Prontamente me percate que de aquella colina descendía con gran rapidez una inmensa bola de fuego. Ésta al chocar con fuerza sobre la tierra, ocasionó un potente estallido.

Mi padre no estuvo muy atento y me señaló que prosiguiéramos el camino, ya que lo que habíamos escuchado era lo que sucedía cuando una persona había pactado con el Diablo. En ese momento, todo mi cuerpo se hallaba inmovilizado, ya que no dejaba de evocar lo que había sucedido.

Pasaron unos cuantos días y según lo que me dijo mi madre, sufrí de elevadas altas temperaturas y convulsiones en todo el cuerpo, hasta que buscaron a un sacerdote y este esparció agua bendita sobre mi cara».

Las crónicas del Cerro Brujo, no se detienen allí, ya que se cuenta que, en cierta oportunidad, una agrupación de periodistas fue a investigar esa región, con la expectativa de conseguir «evidencia irrebatible» que ayudará a terminar con esos mitos.

No obstante ello, en el momento en el que los reporteros comenzaron a ascender la colina, empezaron a sentir escalofríos y lo más asombroso fue que las agujas de los relojes se pararon exactamente a las 12 del mediodía.

De último y para finalizar con este tema, nos falta examinar solamente el relato de Manuel López. Este sujeto relató a la prensa local que por mucho tiempo han intentado demoler el Cerro con la finalidad de conformar nuevos lugares para viviendas. Aun así, no han logrado conseguir su propósito, ya que los fantasmas que moran en el interior del cerro se los han imposibilitado de varias formas.

Cuentos de Honduras La Chorca

Entre las cuentos de Honduras, nunca debemos olvidarnos del de la Chorca. Una curiosa mezcla entre una mujer y una lechuza que supuestamente tiene el mismo gusto por la sangre humana que los vampiros.

La leyenda narra que en aquellos pueblos a los que los evangelizadores no habían podido alcanzar por determinadas circunstancias, se manifestaban muertos los niños menores de dos años de edad y los recién nacidos. Se cuenta que, la Chorca había sido vista por el día como una mujer común y corriente, pero al anochecer, se convertía en un ser demoníaco sediento de sangre.

Sus alas eran enormes y de gran fortaleza, lo que le facilitaba trasladarse velozmente por grandes distancias, sin sufrir la más ínfima fatiga. Igualmente se afirma que su olfato era lo bastante sensible como para localizar el sitio exacto en el cual había un recién nacido.

El modo de acabar con sus desprotegidas víctimas era sencillo pero muy efectivo. Introducía una delgadísima pajilla por la ventana y la situaba en el ombligo de los bebés para comenzar a chupar su sangre.

Lo más lúgubre de estos eventos era que no importaba que ellos estuviesen en el regazo de su madre, ya que esta criatura se las ingeniaba para dejarlos totalmente «secos». La gente de los poblados hondureños opinaban que la única manera de liberarse de esos males era llevar bautizar a los niños.

Otra forma que tenían para reconocer el arribo de la Chorca era dejando a un perro grande al frente de la casa, ya que sus ladridos la espantan.

En efecto, hay un relato en el que se cuenta que cierto día un leñador fue muy cerca de la cabaña de una mujer que moraba sola. Se decía que ella era una bruja perversa y que nadie debía aproximarse a ese casa. Aun así, el hombre se acercó al oír que la dama pedía auxilio. Después de ello el leñador retornó a su casa.

Algo que no se ha dicho sobre esta historia es que la mujer de éste estaba a escasos días de parir. Cierta noche de luna llena, el hombre iba andando por la vereda cuando oyó el sollozo de su hijo recién nacido. Por fortuna pudo arribar a tiempo y la «lechuza pérfida» no pudo consumar su misión.

La Mujer De Casamata

Cuenta la leyenda que cuando era de reciente fundación el Cuartel de Policía de Casamata, los viernes, sábados y domingos las celdas usualmente estaban colmadas de pillos y sujetos alcoholizados. Cierto día, las autoridades detuvieron de nuevo a Emeterio, un ladrón de baja ralea conocido por ser participe en numerosos altercados callejeros. En efecto, fue a causa de una trifulca que fue detenido.

En el pleito, Emeterio había dejado muy maltrecho a un joven. Por ese motivo, los policías le hicieron la advertencia de que si el muchacho llegaba a morir él sería llevado inmediatamente a la jefatura central, en la cual se le condenaría a un prolongado tiempo tras las rejas.

Aun así, en supuesto caso de que el muchacho se salvará, apenas tendría que cancelar la multa y retornar a las calles. Al percatarse de la gravedad de los hechos, a Emeterio le comenzaron a rodar lágrimas por las mejillas. Esa fue la primera ocasión en que fue visto llorar, ya que realmente sintió temor al darse cuenta de que podía vivir el resto de su vida en una cárcel.

En tales celdas, no había ni camas, ni donde acostarse. Es otras palabras, los presos debían dormir en el piso. Emeterio se alejó de las otras personas y se reclinó contra un rincón. Al anochecer, la temperatura fue muy fría, tanto así que unos cuantos de los presos empezaron a estrecharse entre sí, para conseguir un poco de calor.

Fue así que los presos se percataron de que a Emeterio le era acariciado el cabello por una dama trajeada con un vestido de color azul. Tras lo cual los detenidos empezaron a gritar: – ¡Guardias! Aquí se encuentra una mujer. Deben sacarla por favor.

Los policías se aproximaron con rapidez, pues creyeron que quizás se preparaba un motín. Examinaron todos y cada uno de los calabozos, pero no consiguieron nada. Transcurrieron los días y la salud del muchacho maltrecho mejoró considerablemente. En efecto, parecía como si jamás hubiese reñido con nadie.

A posteriori Emeterio retornó a las calles, a pesar de que su libertad no le duró tanto, ya que cinco días después volvió a ser apresado, en esta oportunidad por haber ofendido a un diputado. De nuevo, la rara mujer de traje azul fue contemplada por los presos. Los más belicosos intentaron detenerla, pero ella empezó a flotar y se desvaneció raudamente atravesando las paredes.

Tras una semana, liberaron de nuevo a Emeterio. No obstante, nadie estaba prevenido para lo que halló un policía en la celda en la cual éste quedó confinado por unos cuantos días. En el suelo del recinto había un vetusto rosario de piedras blanco. El jefe de la policía, quien había sido el que inicialmente apresó a Emeterio unos 20 años atrás en otro cuartel policial, inmediatamente pudo reconocer el objeto.

– Es imposible, ese es el mismo rosario con el que sepultaron a la progenitora de Emeterio. Yo lo sé, ya que acudí a su funeral.

La verdad es que, en este poblado, no existen evidencias que comprueben la veracidad de este relato. Aun así, muchos consideran que el asunto fue llevado como una cuestión de estado en el que las pruebas son deshechas por las mismas autoridades para no engendrar temor en la población.

Cuentos de Honduras La Mejor Limosna

Horrible espanto ocasionó en la zona el pobre leproso, quien se mostró de súbito, calcinado y corroído, encubierto en sus andrajos humedecidos en sangre, con su ácido hedor a podredumbre.

Repudiado a latigazos de las aldeas y casas campesinas; acosado brutalmente tal cual perro rabioso por jaurías de despiadados muchachos. Se arrastraba agonizante de hambre y de sed, debajo de los soles de fuego, encima de los abrasadores arenales, con los putrefactos pies colmados de gusanos.

Así deambulo mes tras mes, despreciable carroña humana, saciándose de estiércoles y refrescándose en los humedales de los cerdos; cada día más horrendo, más detestable, más vergonzoso.

El perverso manco Mena, de reciente salida de la cárcel en la cual pagó su asesinato número veinte, conformaba otro motivo de pánico en la comarca, vapuleada repentinamente por furiosas tempestades. Llovía ininterrumpidamente a torrentes; excitados huracanes desollaban los platanares y las olas atlánticas estallan sobre la playa con exaltados estruendos.

En una de aquellas espeluznantes noches el espantoso criminal se encontraba leyendo en su cuarto, al poco brillo de la lámpara, un vetusto libro de siniestras aventuras, cuando resonaron a su puerta tres bruscos toques.

De una patada arrancó la gruesa tranca, mostrándose en el umbral con una pesada pistola a la derecha. En la franja de claridad que se prolongó hacia afuera observó al leproso destilando lodo, con los ojos como brasas en las cuencas secas, la barbilla en carne viva, las manos suplicantes.

—¡Una limosna!— exclamó a gritos—¡Estoy hambriento! ¡Me muero por ello!

Sobrehumana compasión irrumpió en el corazón del bandido.

—¡Estoy hambriento! ¡Me muero por ello!

El manco lo dejó muerto de un disparo exclamando:

—Esta es la mejor limosna que puedo entregarte.

Las Luces Misteriosas

Relatan los antiguos habitantes de Santa Regina, que en las sombrías noches se mostraban luces enigmáticas, en una de las montañas que circundan la comunidad. El «azoro» de las misteriosas luces que  en verdad eran 3 luces; dos grandes y una pequeña que repentinamente aparecían desplazándose en la montaña, las cuales parecían realizar una variedad de ritual que nadie entendía.

No se oían ruidos de ninguna clase, apenas se podía ver las 3 luces, que aparentaban jugar entre ellas. Súbitamente las dos grandes se distanciaba una a cada lado, permaneciendo la pequeña en medio y así quedaban separadas por un instante. De pronto las dos grandes se movilizaban con gran rapidez hacia el centro golpeando contra la luz pequeña de modo tan impetuoso que se fusionaron las tres.

Esta operación se reiteraba una y otra vez hasta que de repente las luces enigmáticas se desvanecen en medio de las tinieblas de la misma manera como habían arribado.

Los habitantes se han convencido que aquellas misteriosas luces no eran nada de este mundo, ya que no había una carretera con paso de vehículos en esa área ya que era una montaña.No podría ser gente bajando de la montaña iluminándose con lámparas de mano o cualquier otro objeto, puesto que  a pesar de la lejanía de las luces se podían contemplar con bastante potencia.

Eso no podía ser provocado por humanos, era un fenómeno sobrenatural que muchos señalaban se debía a una calamidad que había acontecido años antes en esa zona entre dos compadres. Se cuenta que anteriormente en ese sector en el cual se muestran las 3 luces misteriosas iban marchando dos hombres que eran compadres, unidos a ellos iba un pequeño chico que era hijo de uno y apadrinado del otro.

Los hombres, al mediar el camino y al calor de los tragos empezaron una polémica y luego pelearon con violencia, y el niño trato de pararlos colocándose a veces en medio de ellos. No obstante nada podía contener la ira de los dos hombres. Narra la historia que aquellos sujetos contendieron hasta el final, aniquilándose uno a otro y en la agresiva lucha pereció igualmente  el inocente niño.

Se relata que este es la razón por la cual en ese lugar, a través de las noches hacen su aparición las 3 luces enigmáticas. Esas luces personifican las almas de esas 3 personas que fallecieron de esa forma impulsiva.

Es por ello que se pueden observar las tres luces distanciarse y juntarse; las luces de mayor tamaño simbolizan a  los adultos y la pequeña luz del centro al menor. Así como lo hicieron los compadres que luchaban al tanto que el niño se colocaba en medio de los dos queriendo separarlos.

A pesar de que los pobladores de Santa Regina aludían a este hecho trágico, jamás conocieron quienes eran tales personas que murieron. No obstante consideraban que verdaderamente había acontecido ya que el fenómeno de las misteriosas luces que ven era como la dramatización de aquella tragedia.

Cuentos de Honduras Cortos

Algunas historias son de gran impacto en pocas palabras, y ese es el cometido de estos Cuentos de Honduras de breve duración, cuya misión se alcanza con poco párrafos de lectura.

Cuentos de Honduras La Mula Herrada

Los Cuentos de Honduras ancestrales en ocasiones tienen cierto grado de tragedia. Exactamente ese el caso de la crónica de la cual le hablaremos hoy, la cual podría bien ser catalogada en el género del «Terror», de acuerdo a la temática allí abordada. Esencialmente se nos relata la muerte de una hermosa joven, quien justamente pereció al enterarse que su mamá «había pasado a mejor vida» por culpa de los golpes que le había propinado una mula.

Lo más molesto del asunto fue que la muchacha había abandonado a su madre a su suerte, con la mayor parte de los huesos de su cuerpo fracturados. Luego de tres días de que la señora fuese sepultada en el panteón municipal, un rayo de luna cayó sobre el ataúd ocasionando la resurrección de la mujer. No siendo ahora un ser humano ordinario, sino una bestia medio mula, medio mujer.

Se cuenta que en Honduras algunas personas la han observado por las noches, ya que disfruta pasear alrededor de las casas de gente que es pecadora, con la intención de hacerles cambiar su existencia completamente.

Al igual que este relato, se conocen numerosas otras leyendas que provienen de distintos sitios del territorio hondureño. Por supuesto, el hecho de que existan crónicas de variados sitios, permite incrementar la cultura no solo de esta nación centroamericana, sino de todos aquellas países donde se habla el castellano.

El Timbó

Lo que se conoce del Timbo es particularmente poco ya que, de acuerdo a las leyendas de diferentes regiones de Honduras, lo reseñan como un ser al que le encanta profanar los sepulcros de los camposantos públicos. Su comida predilecta justamente son los despojos humanos. Al anochecer el Timbó deambula encubierto por las tinieblas, hasta que logra ingresar al camposanto y después escoge la tumba de su gusto.

Ha de ser un sitio en el que la tierra se halle reblandecida, ya que para extraer los huesos del ataúd, primero debe removerse el sobrante de tierra. Gente que moraba en los pueblos de Texiguat y Sabanagrande, señalan haber observado a una criatura de ojos inmensos y rojizos que se escondía detrás de las tumbas, en particular en las noches de luna llena.

Ciertas reseñas clásicas del Timbo «lo pintan » como un ser de pelaje rojizo que puede caminar erguido, tal y como si fuese un ser humano. A esa descripción, se le ha de agregar el hecho de que sus miembros superiores, es decir, sus brazos eran sumamente largos. Igualmente, no se puede dejar de aludir el hecho de que en sus manos en lugar de uñas poseía garras inmensas y afiladas, con capacidad de cavar casi cualquier tipo de suelo.

Cuentos de Honduras El Duende

Numerosos cuentos de Honduras cuentan con la presencia de gnomos o duendes, particularmente en zonas rurales. Y es que, si se le preguntara a cualquier campesino sobre la existencia de estos seres, él te señala que no son  mitos, sino personas tan verdaderas como él o como tú, sólo que de poca estatura.

Sin embargo, son limitadas las personas que han entrado en contacto directo con ellos. Los duendes se encariñan fácilmente de las campesinas jóvenes. Aun así, optan por quedarse escondidos en el bosque.

Otra particularidad del duende hondureño es que acostumbra hacerles bromas a los humanos. Es decir, realizan pequeñas diabluras, con la única finalidad de entretenerse un momento. Por ejemplo, pueden arrojar modestas piedras con sentido al granero, llenar de sucio los accesos a las casas etc.

No obstante, se afirma que, si un hombre embriagado desafía a duelo al duende, éste tendrá un mal rato, ya que los gnomos al pelear triplican su fortaleza, lo que provocará que al individuo le sea propinada una horrible paliza.

Leyenda del Cíclope

Como componentes de los cuentos de Honduras, los cíclopes así como otros de los personajes que se muestran en otras leyendas del mundo, son criaturas inmensas que sólo poseían un ojo. Estos seres estimaban a sus víctimas, tras lo cual las engordaban y, por último, en el instante en el que ya habían alcanzado abundante peso las engullía sin clemencia.

En ciertas oportunidades, les quedaba un poco de carne, así que la conservaban en recipientes de vidrio, ya que a veces transcurría mucho tiempo sin conseguir una nueva víctima. Una historia proveniente de la zona selvática de Mosquitia, nos relata la crónica de un indígena denominado Julián Velázquez, quien realizaba un recorrido de la selva acompañado de un brujo.

Al encontrarse casi a a la mitad del recorrido que tenía pensado completar, Julián consiguió a una tribu de criaturas extrañas que únicamente contaban con un ojo. El brujo y él intentaron escapar, pero la velocidad de los aldeanos fueron mayor y pudieron atraparlos sin dificultad.

Tras lo cual los apresaron en una choza, en la cual les daban alimentos más de cinco veces al día. A su camarada lo asesinaron mediante un corte en su cuello. Afortunadamente, Julián consiguió la manera de evadirse. No obstante, no hay quien haya vuelto a conocer de él. Se estima que vivió sus años postreros a escasos kilómetros de la «Laguna Seca», aunque esto son simples conjeturas.

Cuentos de Honduras El Gritón

No se conoce prueba irrefutable alguna de que «El Gritón» hubiese deambulado en algún momento en territorio hondureño. Aun así, la convicción popular de que este ser espantaba a la gente con sus horripilantes aullidos a través de la serenidad de la noche, se mantiene presente como el día inicial en que se conoció algo acerca de este relato.

Los jornaleros del campo indican que conocen perfectamente los sonidos de la totalidad de los animales de la zona. Por lo que se encuentran en condiciones de confirmar de que esos gritos en nada son parecidos a lo que han escuchado previamente.

Otra interpretación del relato del Gritón es aquel en el que los pobladores comentan que los sonidos que se oyen en las noches, no son aullidos sino quejidos generados por los espíritus de los hombres que han sido aniquilados en sitios apartados del bosque. En tal sentido, lo que estarían buscando sus almas no es el espantar a los demás, sino alcanzar de una vez y para siempre el reposo perpetuo.

La Casa Embrujada de Santa Rosa de Copán

Existen varios cuentos de Honduras  de terror que narran sobre sitios embrujados. Se señala que la mayor parte de estas crónicas son totalmente reales, aunque igualmente hay algunas que han sido concebidas con la única finalidad de difundir el miedo entre los pobladores de determinado sitio.

En esta oportunidad vamos a examinar la historia de la casa embrujada de Santa Rosa de Copán. La convicción popular asegura que ninguna persona puede residir dentro de esa vivienda, debido a que al pernoctar allí, los individuos mueren al próximo día de formas inconcebibles y misteriosas.

De igual manera, los vecinos señalan que al anochecer en ocasiones se oyen lamentos que se originan en el interior de la casa. Demás está señalar que tales gritos no permiten que nadie pueda lograr el sueño.

Hay una interpretación en la que se señala que en la vivienda residían huérfanos y un sacerdote estaba encargado de ellos. Lo raro es que cierto día amanecieron todos fallecidos. No se conoce ninguna nota periodística que hable de ese acontecimiento, ni mucho menos un reporte de la policía que pueda servir como evidencia de que esa historia fue real. A continuación le dejamos los siguientes enlaces de su interés:

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