En los mitos griegos, a la diosa del amor, del deseo y la hermosura se le conoce como Afrodita. De una belleza impresionante igualmente representa la pasión desatada que arruina las uniones legítimas e induce a los mortales a toda clase de lujurias y perdiciones. Te invitamos a seguir leyendo.
¿Quién es la Diosa del Amor?
El nombre de la diosa del amor, la belleza y el deseo dentro de la cosmogonía griega es Afrodita (en griego ancestral, Ἀφροδίτη), cuyo correspondiente en la mitología romana sería Venus. A pesar de que, frecuentemente, dentro de la cultura contemporánea se hace referencia a ella como «la diosa del amor», es significativo indicar que ancestralmente no se aludía al amor desde un punto de vista romántico sino erótico.
A pesar de que en la mitología se le refiere casada con Hefesto, mantuvo otras relaciones amorosas, siendo Ares su predilecto. En unión a sus hermanos, ocupaba un sitial en el mausoleo entre las doce deidades olímpicos. De su nombre se originan varias acepciones, como el término afrodisíaco, y de su denominación en romano antiguo (Venere), se derivan venerar y venérea (en lo referente a lo sexual).
Orígenes de la Diosa del Amor
Afrodita cuenta con cuantiosas semejantes: Inanna dentro de la cosmogonía sumeria, Astarté en la fenicia, Turan en la etrusca y Venus en la de Roma. Tiene semejanzas con divinidades indoeuropeas de la aurora, iguales a Ushás o Aurora. De acuerdo a Pausanias, los asirios fueron los que inicialmente instauraron su culto, y después de ellos los pafosianos de Chipre y los fenicios que residían en Ascalón (Palestina), quienes explicaron su culto a los pobladores de Citera.
Entonces se señalaba que Afrodita, diosa del amor, podía lograr que cualquier hombre se encariñarse con ella con solo mirarlo. La denominación Ἀφροδίτη era vinculado por etimología popular con ἀφρός aphrós, ‘espuma’, entendiéndose como ‘salida de la espuma’ y presentándola en un mito etiológico que ya era del conocimiento de Hesíodo. Cuenta con referencias en el mesapio y el etrusco (de ahí «abril»), que posiblemente fueron tomados en préstamo del griego.
A pesar de que Heródoto sabía de la procedencia fenicia de Afrodita, los tentativas lingüísticas por derivar la denominación «Afrodita» del semítico Aštoret, por medio de transmisión hitita sin constatar, siguen sin ser definitivas. Una propuesta de Hammarström, que rechazó Hjalmar Frisk, vincula el nombre con πρύτανις, tomado del griego de un semejante del etrusco (e)pruni, ‘señor’ o parecido. Mallory y Adams proponen una etimología del indoeuropeo abhor, ‘muy’ + dhei, ‘relucir’.
De proceder del semítico, una etimología creíble sería del barīrĩtu asirio, un demonio femenino revelado en escritos babilónicos de media y tardía edad. El epíteto quiere decir posiblemente ‘la que [viene] de noche’, una simbolización del planeta Venus como estrella de la tarde, una característica bien conocida de la deidad mesopotámica Inanna/Ishtar.
Culto
El apodo Afrodita Acidalia fue eventualmente agregado a su nombre, debido a la fuente que utilizaba para bañarse, localizada en Beocia. Igualmente se le denominaba Cipris o Cipria (Kypris) y Citerea (Cytherea) por sus hipotéticos sitios de nacimiento en Chipre y Citera, respectivamente. La isla de Citera era un relevante centro para su veneración. Estaba vinculada con Hesperia y estaba con frecuencia en compañía de las Cárites, las deidades de las festividades.
La diosa del amor contaba con sus propias fiestas, las Afrodisias, que se conmemoraban a lo largo de Grecia, pero sobre todo en Atenas y en Corinto. En el santuario de localizado en la cima del Acrocorinto (previo a la devastación romana de la ciudad en 146 a. C.) el relacionamiento sexual con sus sacerdotisas se estimaba como componente de la veneración a la diosa.
Este templo no se llegó a reconstruir al refundarse la ciudad bajo control romano en 44 a. C., pero es posible que los ritos de fertilidad persistieron en la ciudad, en las proximidades del ágora. A Afrodita se le vinculaba con el mar, y frecuentemente era simbolizada con él y con los delfines, así como con otros componentes de la fauna como las palomas, los cisnes, las almejas, las veneras, las perlas, y de la flora como el granado, el manzano, el mirto y las rosas.
Prostitución Ritual
Un aspecto universal del culto de Afrodita y sus antecesoras que numerosos mitógrafos de los siglos XIX y XX han excluido es la costumbre de la prostitución religiosa en sus sitios sagrados. Los griegos se referían a estas meretrices como hieródula, ‘súbdita sagrada’. Esta tradición fue una práctica propia de los rituales dedicados a las predecesoras de Oriente Medio de Afrodita, la sumeria Inanna y la acadia Ishtar, cuyas meretrices de los santuarios eran ‘féminas de Ishtar’, ishtarion.
De esta costumbre existen registros en Babilonia, Siria y Palestina, en localidades fenicias y en la colonia tiria de Cártago, y para la Afrodita helénica en Chipre, el núcleo de su adoración, Citera, Corinto y Sicilia. Afrodita es en todos los lugares la patrona de las heteras y cortesanas. En Jonia, en el litoral de Asia Menor, las hieródulas prestaban su servicio en el santuario de Artemisa.
Periodo Romano Tardío
A través de la época romana (desde el siglo II d.C.), el ceremonial de Afrodita se expandió particularmente en Oriente (Siria y Egipto), mostrándose allí como un manera helenizada de Isis, Hathor o Astarté. En los listados mostrados en los convenios matrimoniales, desde el siglo I, se registran en ocasiones estatuillas de bronce u, ocasionalmente de plata, que no eran incluidas en la dote y quedaban en propiedad de la mujer tras la boda.
En el lararium de las viviendas se hallan en ocasiones imágenes de la deidad imitando los modelos griegos, pero elaboradas por talleres locales y a los que se pueden agregar otras cualidades, como es usual de la fusión helenística.
Afrodita Urania y Afrodita Pandemos
A fines del siglo V a. C. los filósofos habían dividido a Afrodita en dos deidades distintas, no singularizadas en el culto: Afrodita Urania, concebida de la espuma luego de que Crono castrar a Urano, y Afrodita Pandemos, la Afrodita ordinaria ‘de todo el pueblo’, engendrada por Zeus y Dione.
Entre los neoplatónicos y concluyentemente sus académicos cristianos, Afrodita Urania es expuesta como la Afrodita celestial, personificando el amor del cuerpo y el alma, al tanto Afrodita Pandemos se encontraba vinculada con el simple amor corporal.
La imagen de Afrodita Urania, con un pie reposando sobre una tortuga, fue estimada más adelante como simbólica de la moderación del amor conyugal. Dicha representación se atribuye a Fidias, en una efigie criselefantina hecha para Elis, de la que apenas disponemos de un comentario efímero de Pausanias.
Por lo anterior y de acuerdo a Platón Afrodita es dos deidades, una de mayor edad y la otra más joven. La vieja, Urania, es la hija de Urano; la de menos edad es llamada Pandemos, y sus progenitores son Zeus y Dione. Pandemos es la Afrodita por todos conocida. El relato de Pausanias diferencia dos expresiones de Afrodita, simbolizadas por dos narraciones: Afrodita Urania (‘celestial’) y Afrodita Pandemos (‘común’).
Nacimiento de la Diosa del Amor
La ‘nacida de la espuma’ diosa del amor surgió del mar, en las cercanías de Pafos (Chipre) luego de que Crono cercenara los genitales a Urano con una hoz adamantina y los lanzarse al mar luego de lanzarlo a él . En su Teogonía, Hesíodo relata que los genitales «fueron posteriormente arrastrados por el mar abierto por mucho tiempo. A su alrededor emergía del miembro inmortal una blanquecina espuma y en el centro de ella brotó una doncella» ya crecida.
Esta leyenda de Venus (el apodo romano de Afrodita) engendrada adulta, Venus Anadiómena (‘Venus surgiendo del mar’), fue una de las personificaciones icónicas de Afrodita, célebre por la apreciadisima pintura de Apeles, hoy extraviada, pero reseñada por Plinio el Viejo en su «Naturalis Historia».
Por lo anterior, Afrodita es de una generación previa a la de Zeus. Homero señala en el libro V de la Ilíada otra interpretación acerca de su procedencia, de acuerdo a la cual sería hija de Dione, quien era la deidad oracular originaria («Dione» quiere decir sencillamente ‘diosa’, forma femenil de Δíος, ‘diosa’, el genitivo de «Zeus») en Dodona.
De acuerdo a Homero, Afrodita, exponiéndose en batalla para resguardar a su hijo Eneas, es herida por Diomedes y retorna con su madre, hincándose de rodillas para ser consolada. «Dione» al parece es semejante a Gea, la Madre Tierra, a la cual Homero llevó al Olimpo y menciona a un supuesto panteón protoindoeuropeo originario, con dios jefe (Di-) simbolizado por el cielo y el rayo y la diosa jefa (forma femenil de Di-) simbolizada como la tierra o el suelo fecundo.
La misma Afrodita fue nombrada en ocasiones como «Dione». Cuando el culto a Zeus se hubo apropiado del oráculo-robledo de Dodona, ciertos poetas lo consideraron como padre de Afrodita.
El primordial centro de veneración a Afrodita estuvo en Pafos, al suroeste del litoral de Chipre, en el cual la deidad del deseo había sido venerada desde hacía mucho tiempo como Ishtar y Astarté. Se señala que desembarcó a modo de prueba inicialmente en Citera, un sitio de parada comercial y cultural entre Creta y el Peloponeso. De esta manera quizás logremos pistas del camino del ceremonial original a Afrodita desde el Levante hasta el territorio griego. Ciertos autores estiman que la diosa del amor era hija de Talasa, la representación femenina del mar, y Zeus.
Familia
Afrodita contaba con una familia bastante numerosa. Sus progenitores eran Dione y Zeus (en ciertos mitos). Sus hermanos eran cuantiosos, de acuerdo al mito, entre los que se contaba a Apolo, Atenea y Elena. Llegó a casarse con Hefesto pero mantuvo una vinculación amorosa oculta con Ares. Engendró a nueve hijos: Eneas, Eros, Demonio, Phobus, Anteros, Harmonia, Hermafroditas, Priapo y Eryx.
Vida Adulta
Afrodita no disfrutó de infancia: en todas las imágenes y menciones nació como adulta, núbil y eternamente apetecible. En numerosos de los mitos menores tardíos de los cuales es parte se le muestra cómo vanidosa, iracunda y suspicaz. Aunque desposada en el mausoleo griego, no le es fiel a su marido, algo usual en el Olimpo. Hefesto es una de las deidades helénicas más sensatas; en la narración acopiada en la Odisea, Afrodita al parecer prefiere a Ares, el caprichoso dios de la guerra.
Es una de los escasas figuras que ejerció un rol relevante en la causa original de la misma contienda de Troya: no sólo prometió a Helena de Esparta a París, sino que el secuestro se ejecutó cuando este, al ver a Helena por vez inicial, se vio apabullado por el anhelo de poseerla, lo que es concerniente al ámbito de Afrodita.
Apariencia de la Diosa del Amor
Afrodita era famosa por su extraordinaria belleza y las personificaciones artísticas de ella usualmente exhiben una mujer joven alucinante. Regularmente está ataviada con ropa elegante y engalanada con joyas de oro. Contaba con una cabellera extensa y ondulada y una figura sensual.
Simbología
Dentro de la simbología asociada a Afrodita son tres los distintivos primordiales, que son la faja, la concha y el espejo. Se conjetura que el símbolo del género femenino es un reconocimiento a Afrodita. Se señala que el círculo de arriba simboliza al espejo, al tanto que la mitad de abajo es el mango.
Relaciones de la Diosa del Amor
Dada la amplia presencia de la temática relativa a la diosa Afrodita, en lo referente al amor, la belleza y el deseo, su ámbito de relacionamiento es sumamente extenso y de lo cual acá solo cubriremos los indicados a continuación.
Matrimonio con Hefesto
Motivado a su enorme belleza, Zeus sentía temor de que Afrodita fuera el motivo de violencia entre las otras deidades. Por lo que la desposó con Hefesto, el riguroso, cojo («renco») y hosco dios del fuego y la fragua. Otra interpretación de esta historia señala que Hera, la progenitora de Hefesto, lo lanzó del Olimpo al estimarlo feo y deforme.
Este consiguió vengarse al atraparla en un trono mágico y reclamando a cambio de su libertad la mano de Afrodita. Hefesto se hallaba muy contento de haberse desposado con la deidad de la belleza y fraguó para ella preciosa joyería, estando incluido el cesto, un cinto que la hacía inclusive más encantadora para los hombres.
Romance con Ares
El infortunio de la diosa del amor con su boda ocasionó que buscase el acompañamiento de otros, sobre todo de Ares, deidad olímpica de la guerra. Hefesto fue notificado por Helios del adulterio que su cónyuge sostenía con Ares. Planificó entonces capturarlos con una red de cadenas imperceptibles que había colocado sobre el lecho, con el poder de maniatarlos. Ares conocía que Hefesto volvería al hogar al alba, así es que en prevención ordenó a que su secuaz predilecto, Electrión, le avisara.
Empero Electrión se durmió profundamente, y en efecto al sol salir, las redes descendieron sobre Ares y Afrodita «en plena acción», y quedaron aquietados. Hefesto airado convocó a todos los otros dioses olímpicos para mofarse de ellos («las diosas permanecieron en casa, todas avergonzadas»); y contradictoriamente las burlas descendieron sobre Hefesto: ciertos dioses veneran la belleza de Afrodita, otros opinaron que con gusto ocuparían el puesto de Ares.
Hefesto no los dejó libres hasta que Poseidón le hiciera la promesa de que Ares pagaría reparaciones, pero los dos pudieron escapar apenas elevó la red y no sustentaron su promesa. Ares transformó a Electrión en gallo, para que jamás volviera a quedarse dormido.
La diosa del amor abochornada escapó a Chipre, al tanto que Ares se fue a Tracia. No obstante, sus amores dieron fruto y de tal unión engendraron a Eros (deidad del amor) y Anteros, Deimo y Fobos (el Pavor y el Miedo) y Harmonía. En ocasiones igualmente se agrega a Príapo.
Afrodita y Psique
Afrodita se exhibe como un figura secundaria en la crónica de Eros y Psique, que se mostraba al inicio como una digresión relatada en la novela de Lucio Apuleyo, «El Asno de Oro», redactada en el siglo II a. C. En ella la diosa del amor se encontraba envidiosa de la belleza de una fémina mortal denominada Psique: sus santuarios empezaron a quedarse vacíos, la población integra comenzó a venerar a esta nueva y hermosa mujer.
Rogó a su hijo Eros (Cupido, en la cosmogonía romana), que emplear sus saetas doradas para provocar que Psique se encariñarse del hombre más horrendo del mundo. Eros estuvo de acuerdo pero finalizó enamorándose él mismo de Psique, al pincharse accidentalmente con una saeta dorada.
Al tanto los progenitores de Psique se hallaban inquietos porque su hija continuara soltera. Hicieron consulta a un oráculo que les señaló que su destino no era tener ningún amante mortal, sino a un ser que moraba en la cumbre de cierta montaña, a quien inclusive los mismos dioses le tenían miedo. Eros había alistado al oráculo para que indicase esto. Psique aceptó su destino y ascendió a la cumbre, rogándole a los ciudadanos que la escoltaban que la dejasen permitir encarar sola su destino.
En ese lugar Céfiro, el viento de occidente, la hizo bajar flotando delicadamente hasta una caverna. Psique ingresó y se asombró de conseguirla llena de joyas y ornamentos. Eros iba a visitarla cada noche en la caverna y hacían el amor con gran pasión. Le rogó únicamente que no prendiese nunca ninguna lámpara ya que no deseaba que Psique conociera quién era (sus alas lo hacían distinguible).
Sus dos hermanas, envidiosas, llegaron a convencerla de que su esposo era una monstruosidad y que debería clavarle una daga. Así que cierta noche prendió una lámpara, pero pudo reconocer a Eros al momento y soltó su daga. Una gota de aceite ardiente que cayó sobre el hombro de Eros lo hizo despertar y escapó exclamando: «¡El amor no puede morar donde no existe confianza!»
Al contar esto Psique a sus envidiosas hermanas mayores, éstas se alegraron en secreto y cada una de ellas fueron por su lado a la cumbre de la montaña a hacer igual como Psique les había indicado para ingresar en la cueva, con la esperanzas de que Eros las escogiera a ellas. Eros proseguía con el corazón lastimado y no las aceptó, por lo que perecieron al precipitarse hasta la base de la montaña.
Psique estuvo en busca de su amante por gran parte de Grecia, arribando finalmente a un santuario a Deméter, en cuyo piso estaban esparcidos montones de grano mezclado. Comenzó a organizar el grano en cúmulos ordenados y, cuando hubo concluido, Deméter le señaló que la mejor manera de conseguir a Eros era ir en busca de su madre, Afrodita, y obtener su bendición. Psique consiguió un templo a Afrodita e ingresó a él.
Afrodita le adjudicó una tarea semejante a la del santuario de Deméter, pero le dio un plazo que no se podía realizar. Eros intercedió, ya que aún la adoraba, y logró que unas hormigas organizaron el grano por ella. Afrodita encolerizó por este logró de Psique y le mandó a que fuese a una pradera donde pastoreaban unas ovejas doradas para conseguir lana de oro. Psique fue a la pradera y vio las ovejas, pero fue atajada por el dios del río que debía atravesar para llegar al prado.
Este le indicó que las ovejas eran malignas y fieras y podían asesinarla, pero que si aguardaba hasta mediar el día, las ovejas se dirigieron en busca de sombra al otro lado del prado y se dormirían, y que sería el momento para poder agarrar la lana que se enganchaba en las ramas y la cubierta de los árboles. Psique lo realizó así y Afrodita se irritó aún más al observar que había sobrevivido y sobrepasado su prueba.
De último, Afrodita señaló que la ansiedad de atender a su hijo, desanimado y enfermizo como producto de la deslealtad de Psique, había ocasionado que cierta parte de su belleza la abandonase. Psique debía que ir al Hades y rogar a Perséfone, la reina del inframundo, por algo de su belleza que Psique preservará en una caja negra que Afrodita le proporcionó. Psique se dirigió a una torre, determinado que el camino más breve al inframundo sería la muerte.
Una voz la contuvo en el último instante y le señaló un camino que le facilita ingresar y retornar aún con vida, sumado a decirle cómo superar al perro Cerbero, Caronte y los otros riesgos de dicho trayecto. Psique aplacó a Cerbero con un torta de cebada y entregó a Caronte un óbolo para que la condujese al Hades.
En el recorrido, observó manos sobresalir del agua. Una voz le señaló que les lanzó una torta de cebada, pero ella se negó. Una vez llegada a su destino, Perséfone afirmó que le encantaría hacerle el favor a la diosa del amor. De nuevo pagó a Caronte y le entregó la otra torta a Cerbero para poder retornar.
Psique salió del inframundo y resolvió abrir la caja y coger algo de la belleza para sí misma, meditando que si hacía esto Eros podría amarla con toda certeza. Adentro se encontraba un «sueño estigio» que la sobrecogió. Eros, que le había otorgado perdón, emprendió vuelo hasta su cuerpo y lavó el sueño de sus ojos, implorando entonces a Zeus y Afrodita su autorización para desposarse con Psique.
Estos llegaron a un acuerdo y Zeus inmortalizó a Psique. Afrodita hizo su baile en la boda de Eros y Psique, y la hija que estos concibieron la llamaron Hedoné (Placer) o Voluptas en la cosmogonía romana.
Adonis y la Diosa del Amor
Afrodita estaba enamorada de Adonis y participó en su nacimiento. Cíniras, el soberano de Chipre, contaba con una hermosísima hija de nombre Mirra. Al cometer la madre de esta hibris (desmesura) contra Afrodita al señalar que su hija era de mucho mayor belleza que la renombrada deidad, Mirra fue condenada con una incontenible lujuria hacia su propio progenitor.
Cíniras repudió esto, pero Mirra aparentó ser prostituta y durmió a escondidas con su padre. Tras ello, Mirra quedó encinta y fue desvelada por Cíniras. Airado, acosó a su hija con un cuchillo. Mirra se le escabulló implorando piedad a los dioses. Estos escucharon su ruego y la convirtieron en un árbol de mirra para que su progenitor no pudiese asesinarla. Por último, Cíniras cometió suicidio en un tentativa por restituir el honor familiar.
Mirra engendró a un bebé de nombre Adonis. Afrodita transitaba cerca del árbol de mirra cuando observó al bebé y sintió piedad por él. Colocó a Adonis en una caja y lo trasladó al Hades para que Perséfone lo atendiese. Adonis se desarrolló hasta ser un joven sumamente hermoso, y Afrodita retornó al fin por él. No obstante, Perséfone odiaba darlo por perdido y quería que Adonis se quedara a su lado en el inframundo.
Las dos deidades se envolvieron en tal controversia que obligaron a Zeus a mediar. Este emitió un decreto para que Adonis compartiera un tercio del año con Afrodita, otro tercera parte con Perséfone y la otra con quien quisiese. Adonis, obviamente, escoge a Afrodita.
Adonis comienza su año en la tierra con la diosa del amor. Una de sus más grandes pasiones es la cacería, y a pesar de que Afrodita no es en algún modo una cazadora, hace parte de ella para poder acompañar a Adonis. Toda hora despiertos es hora en que están juntos, y Afrodita queda embelesada con él.
No obstante, su intranquilidad comienza a crecer por sus obligaciones descuidadas, y se ve forzada a dejarlo por breve tiempo. Previo a su retiro, aconseja a Adonis: no acosar a un animal que no manifieste miedo. Adonis admite la sugerencia, pero en secreto duda de las destrezas de Afrodita como cazadora, ignorando prontamente el consejo.
Tras poco tiempo desde la partida de Afrodita, Adonis se consigue con un inmenso jabalí, mucho más grande que todos los que había observado. Se insinúa que el jabalí es el dios Ares, uno de los enamorados de Afrodita envidioso de su constante adoración a Adonis. A pesar de que los jabalíes son peligrosos y arremeten contra el cazador cuando se lo proponen, Adonis no hace caso de la advertencia de Afrodita y persigue a la criatura enorme.
No constante, no pasa mucho tiempo cuando Adonis pasa a ser el perseguido, no siendo contendiente para el jabalí. En la acometida, Adonis es capado por el jabalí y perece desangrado. Afrodita retorna veloz a su lado, pero arriba muy tarde para salvarlo y apenas puede llorar sobre su cadáver. En el sitio donde cae la sangre de Adonis, Afrodita provoca el crecimiento de anémonas en su recuerdo. Promete que en el aniversario de su fallecimiento, cada año se conmemora una fiesta en su honor.
Al perecer, Adonis retorna al inframundo y Perséfone se alegra de verlo nuevamente. En suma, Afrodita se da cuenta que él está allí, y corre a rescatarle. Otra vez, Perséfone y ella discuten acerca de quién puede posesionarse de Adonis hasta que Zeus intercede. En esta oportunidad señala que Adonis ha de quedarse seis meses con Afrodita y seis con Perséfone, como debió haberse dispuesto desde la primera ocasión.
El Juicio de París
Así como los dioses y diosas, una variedad de mortales fueron convidados al casamiento de Peleo y Tetis (que posteriormente serían progenitores de Aquiles). Únicamente la deidad Eris (Discordia) no recibió invitación, pero llegó a aparecerse con una manzana dorada con la palabra kallistēi (‘para la más bella’) grabada, que lanzó entre las diosas. Afrodita, Hera y Atenea declararon ser la más bonita y por ende la debida dueña de la manzana.
Acordaron presentar la cuestión ante Zeus, quien, al no pretender el favor de ninguna deidad, dejó que Paris de Troya la escogiera. Hera trató de comprarlo con un reino (Asia Menor), al tanto Atenea le brindó erudición, prestigio y gloria en la batalla, pero Afrodita le murmuró que si la designaba a ella, le ofrecería la mujer mortal más bonita del mundo como esposa, por lo que Paris eligió a Afrodita.
Esa mujer era Helena. Las otras diosas se irritaron y mediante el rapto de Helena por Paris se desencadenó la guerra de Troya.
Pigmalión y Galatea
Pigmalión era un escultor quien jamás consiguió alguna mujer meritoria de su amor. Afrodita tuvo piedad de él y resolvió adiestrarle las prodigios del amor. Cierto día, Pigmalión logró inspiración por un sueño de Afrodita para elaborar una mujer de marfil parecida a ella, a la que denominó Galatea. Pigmalión se encariñó de la efigie y resolvió que su vida no sería posible sin ella.
Oró a la diosa del amor, quien ejecutó la parte final de su plan dándole vida a la refinada escultura. Pigmalión adoró a Galatea y prontamente se casaron.
Otra interpretación de este mito señala que las mujeres de la localidad en la que Pigmalión residía se enojan de que no se hubiese casado, y rogaron a Afrodita que lo forzase. Afrodita estuvo de acuerdo y fue esa misma noche a visitar a Pigmalión, reclamando que escogiese una mujer con la que desposarse y avisando de que si no, ella lo haría por él.
No deseando casarse, Pigmalión le imploró por más tiempo, y le pidió que le dejase hacer una efigie de la diosa del amor antes de tener que escoger novia. Alabada, aceptó.
Pigmalión dedicó bastante tiempo en la elaboración de modestas esculturas de arcilla de la diosa, señalando que era indispensable para poder escoger la pose apropiada. Al comenzar a hacer la efigie definitiva, quedó asombrado al descubrir que quería finalizar, inclusive conociendo que habría que desposarse con alguien al hacerlo. El motivo de esto era que se había encariñado de la escultura. Al más trabajar en ella, más la modifica, hasta que ya no tenía ningún parecido con Afrodita.
En el mismo instante en que Pigmalión se distanció de la efigie concluida, Afrodita hizo su aparición y le dijo que escogiera a su novia. Pigmalión escogió a la estatua, a lo que Afrodita contestó que no podía ser, solicitando que seleccionar otra. Pigmalión le dio un abrazo a la estatua, y rogó a Afrodita que lo convirtiese en efigie para así poder quedarse con ella. Afrodita tuvo piedad de él y en vez de esto le dio vida a la estatua.
Otros Amores de la Diosa del Amor
Sumado a Ares, Afrodita estuvo inmiscuida amorosamente con Adonis y Anquises con quien concibió a Eneas (héroe troyano y figura de La Eneida de Virgilio) y a Lirno.
Pero, la deidad fue particularmente célebre por sus blasfemias e iras, pues cuando alguno se atrevía a ofender a la diosa, se sentenciaba a suplicios terribles. Por ejemplo, escarmentó a la Aurora con un amor incontenible por Orión, ya que había sucumbido a las invitaciones de Ares.
Igualmente castigó a todas las féminas de Lemnos, ya que éstas no la hacían honor, y las roció con un olor tan inaguantable que sus hombres las abandonaron. Asimismo castigó a las hijas de Cíniras y las forzó a pervertirse con foráneos.
De otro lado, hacerle sentir bien era tan o más peligroso. Al lanzar la Discordia una manzana la más bella de las diosas, y hacer que rivalizan Afrodita, Palas Atenea y Hera, y Zeus resolvió que fuera Alejandro (Paris, héroe de Troya) el que decidiera quién era la más bonita, cada una le brindó un obsequio a cambio de que la seleccionara.
Palas Atenea le prometió hacerlo inderrotable en la guerra, Hera le hizo el ofrecimiento del reino del cosmos, y la diosa del amor le ofrendó la mano de Helena (hija de Zeus y hermana de los Dioscuros), quien era la mujer de mayor belleza del mundo. Paris escogió a Afrodita y fue debido a esta promesa que se dio inicio a la célebre Guerra de Troya.
Afrodita en agradecimiento a París, le dio protección a través de toda la contienda así como a los otros aqueos, donde se incluía a su hijo Eneas, a quien pudo salvar de morir. A pesar de que Troya no iba a ganar la guerra definitivamente, Afrodita alcanzó a rescatar a la estirpe de los aqueos con su hijo Eneas, quien posteriormente habría de viajar a un territorio desconocido en el cual sus descendientes Rómulo y Remo llegarían a fundar la ciudad de Roma.
De esta manera, Afrodita, es para los romanos Venus, quien fuera su defensora particular, por lo que César le erigió un templo bajo la oración de Venus Madre.
Los animales predilectos de esta deidad eran las palomas, y ciertamente estas aves tiraban de su carro. Su flora favorita eran la rosa y el mirto.
Afrodita en el Ciclo Troyano
La deidad Afrodita desempeñó un rol protagonista en muchos episodios del ciclo troyano, colaborando en todo instante con los ejércitos de Príamo. Los orígenes de su vinculación con los troyanos data de unas décadas previas al estallido de la guerra. A través de la celebración de las nupcias de Tetis y Peleo, la deidad Eris, divinidad de la desavenencia, airada por no haber sido convidada a dicho acontecimiento, hizo repentina aparición en él y lanzó una manzana de oro en el centro de la reunión.
“Para la más hermosa”, fueron sus solitarios vocablos antes de esfumarse. Las divinidades empezaron a polemizar entonces para resolver quién de ellas tendría derecho a apropiarse de la manzana. Tres diosas competían por el título de la diosa más hermosa: Atenea, Afrodita y Hera.
Para impedir que la disputa entre ellas se volviera violenta, Zeus resolvió buscar un juez neutral que zanjara el pleito. Seleccionó a Paris, un pastor que pastorea sus reses en el monte Ida, en las proximidades de Troya.
Dio a Hermes la manzana de oro para que se encargará de hacérsela llevar al pastor, para que éste se la presentara como obsequio a la deidad que considerase más bonita. Hermes se acercó hasta el monte Ida y notificó a París de los propósitos de Zeus. El pastor admitió lo encomendado, de tal manera que las tres diosas se fueron exhibiendo ante él en la máxima plenitud de su belleza. Para intentar comprar al juez, cada una de ellas hizo el ofrecimiento de un don de llegar a ser elegida.
Atenea le prometió la sabiduría. Hera la dicha conyugal y la prosperidad familiar. Afrodita, de último, le ofrendó el amor de la mujer mortal de mayor belleza del mundo. París no lo dudo ni un momento y, ya fuese debido a que su obsequio le parecía el más deseable, ya sea debido a que estimara que ciertamente era ésta la deidad más hermosa, eligió a Afrodita y le adjudicó la manzana de Eris.
De esta manera, Hera y Atenea prometieron odio perpetuo al pastor, al tanto que la diosa del amor se transformó en su defensora.
A la diosa no le tomó mucho tiempo en hacer efectivo lo prometido. Al pasar de los años fue que París, al darse cuenta de que no era un humilde pastor, sino que su progenitor era Príamo, soberano de Troya, decidió retornar a la ciudad para llegar a vivir la existencia que le era debida como príncipe. Siendo considerado como tal, Príamo le mandó como embajador a Esparta, localidad del Peloponeso con la que Troya quería constituir una asociación comercial.
Al llegar París a Esparta se dio cuenta que su soberano, Menelao, se hallaba fuera de la ciudad, y que era su cónyuge, Helena, la que fungía de regente. Helena era una muchacha, hija de Zeus, estimada como la mujer más bella de todo el planeta. París quedó embelesado de la hermosura de Helena, y es, en ese instante, cuando Afrodita cumplía su promesa, provocando que Helena se encariñarse apasionadamente del príncipe troyano.
Paris secuestro a la joven y largó en sus barcos, extrayéndose además consigo gran parte de los riquezas de Esparta. Al regresar Menelao y descubrió el secuestro de su esposa resolvió proclamar la guerra a la ciudad de Troya, considerándose éste el inicio del conflicto. A través de la contienda, París continuó teniendo la protección de Afrodita.
Puesto que éste no era un gran combatiente, en cada oportunidad en la que debía presentarse a combate, la deidad se encargaba de que los recios héroes griegos no hirieron a su protegido. En cada oportunidad que París estaba bajo amenaza, Afrodita le envolvía con una espesa nube que le hacía imperceptible a sus enemigos, para luego llevarle por los aires hasta sus habitaciones en el palacio de Príamo, en el cual Helena esperaba impaciente su retorno.
Su ocupación de defensora de París no fue la única razón que tuvo la diosa del amor para resguardar a los troyanos en la contienda. Ella misma, décadas previas al combate, había adorado a un joven troyano de nombre Anquises, con el que procreó un hijo, el pequeño Eneas.
Eneas había seguido creciendo hasta transformarse en uno de los combatientes más valerosos aliados de Príamo. Anquises, no obstante, había envejecido como mortal al fin, y en el instante de inicio de la guerra, Afrodita se había desinteresado por él.
La deidad sí se inquietó en todo instante en proteger a su hijo en la contienda, devolviéndole en una nube protectora en cada oportunidad que el peligro de ser malherido por armas griegas amenazaba a Eneas. Afrodita fue la encargada de anunciar a Eneas de que Troya sería ocupada por los griegos, anuncio merced al cual el héroe pudo abandonar la ciudad previo a que los argivos la desolaron, pudiendo así salvar su vida y la de sus familiares.
Ámbito de Influencia y Culto
El entorno de actividad de la diosa del amor Afrodita fue siempre el amor ardiente, la lascivia y el sexo, pero en oportunidades igualmente se la vincula con la maternidad y la fertilidad. A causa de la relevancia que en la antigüedad mantuvieron todos estos aspectos, la veneración a Afrodita fue de gran extensión en todo el Mediterráneo.
En efecto, la diosa Afrodita fue una de las deidades que maduró un sincretismo más complejo, ya que fue absorbida por cuantiosas deidades inferiores de tipo local e inclusive por grandes diosas del Oriente como Astarté o Ishtar. Sumado a los implementos de adoración habituales igualmente siempre se contemplaba una oración a la diosa del amor como parte del ceremonial.
De acuerdo a ciertos autores, en diversos templos ofrendados a Afrodita se ejercía la prostitución sagrada como fórmula para venerar a la diosa. Las sacerdotisas sostenían relacionamiento sexual con los devotos que asistían al templo. Se conoce que ésta era una práctica usual en los templos de ciertas diosas orientales como Ishtar o Inanna, por lo que se ha inferido que la prostitución sagrada pudiese haber sido traída a Grecia desde estos territorios.
Más Sobre la Diosa del Amor
La mitología que rodea a Afrodita además de ser exuberante es de gran riqueza cultural no solo dentro del mundo griego sino en otros, ya que se proyectó a la civilización romana posterior y a muchas otras culturas donde la presencia de una deidad relacionada con el amor y el deseo parece omnipresente.
Otras Historias
En cierta interpretación de la historia de Hipólito, Afrodita fue la causante de su muerte. Hipólito rechazó su veneración por la de Artemisa y, en retaliación, Afrodita ocasionó que su madrastra, Fedra, se encariñarse con él, conociendo que Hipólito la repudiar. En la versión más conocida de la crónica, el «Hipólito de Eurípides», Fedra se quería vengar de Hipólito al suicidarse y dejar una nota en la que hacia saber a Teseo, su esposo y padre de Hipólito, que éste la había violado.
Hipólito había hecho la promesa de no citar el amor de Fedra por él y rechazó caballerosamente defenderse no obstante las consecuencias. Teseo blasfemia entonces a su hijo, maldición que Poseidón estaba forzado a obedecer y así Hipólito fue cogido por un toro que emergió del mar y espantó a sus caballos, provocando el volcamiento de su carro.
Extrañamente esta no es la muerte que Afrodita máquina en la obra, ya que en el prólogo señala que espera que Hipólito se rinda ante la lujuria con Fedra para ser sorprendidos por Teseo.
Hipólito absuelve a su progenitor previo a su fallecimiento y Artemisa descubre la verdad a Teseo previamente a hacerle prometer que asesinará a uno de los amores de Afrodita (Adonis) en retaliación.
- Glauco de Corinto, hijo de Sísifo, hizo molestar a Afrodita, quien logró que sus caballos se alborotaron en los juegos funerarios en respeto al rey Pelias, y lo descuartizaron. Su fantasma espantaba presuntamente a los caballos en los Juegos Ístmicos.
- Afrodita era frecuentemente vista en compañía de las Cárites, que son las Tres Gracias; Aglaya (‘Hermosura’), Eufrósine (‘Júbilo’) y Talía (‘Floreciente’).
- Afrodita fue una de las deidades de las que se burló Momo, lo que ocasionó su expulsión del Olimpo.
- Afrodita aparece como la bisabuela del dios Dioniso, a pesar de que en otras interpretaciones se mostraba como su amante.
- En el libro III de la Ilíada de Homero, Afrodita lora salvar a París cuando está a punto de ser aniquilado por Menelao.
- Afrodita protegía mucho a su hijo, Eneas, quien peleó en la guerra de Troya. Diomedes casi llega a asesinar a Eneas en la lucha pero Afrodita lo salvó. Diomedes lastimó a Afrodita y esta dejó caer a su hijo, en vuelo hacia al monte Olimpo. Luego Eneas fue rodeado por una nube hecha por Apolo, quien le llevó a Pérgamo, un sitio sagrado de Troya. Artemisa sanó allí a Eneas.
- Transformó a Anaxáreta en piedra por responder tan desinteresadamente a las ruegos de Ifis para que la amara, inclusive tras el suicidio de éste.
- Afrodita colaboró con Hipomenes en una competencia contra Atalanta para obtener la mano de esta, proporcionándole tres manzanas con las que pudo distraerla. No obstante, como la pareja no agradeció a Afrodita, ésta los transformó en leones.
Consortes y Descendencia de la Diosa del Amor
Deidades
Ares
- Anteros
- Deimos
- Eros
- Fobos
- Harmonía
- Hímero
Dioniso
- Himeneo
- Príapo
Hefesto
Hermes
- Hermafrodito
- Peito
- Tique
Poseidon
- Rodo
Mortales
Adonis
- Beroe
- Golgo
Anquises
- Eneas
Butes
- Érice
Faetón
- Astínoo
Epítetos y Títulos
- Acidalia, ‘de la fuente Acidalia’;
- Afrodita en kepois (Ἀφροδίτη ἐν Κήποις), ‘de los jardines’;
- Ambologera, ‘la que difiere la vejez’;
- Anadiómena (Ἀναδυομένη), ‘que emerge del mar’, al igual que en la pintura de Apeles;
- Androfono (Ἀνδροφόνος), ‘potente’;
- Anosia (Ἀνόσια), ‘irreligiosa’;
- Areia, (por su amante Ares), combatiente;
- Autómata, como fuente del amor natural.
- Baeotis, la de orejas modestas, sobre todo en Siracusa;
- Basilis (Βασιλίς), ‘soberana’;
- Caliglutos (Καλλίγλουτος), ‘de los bellos glúteos’;
- Callipigia (Καλλίπυγος), ‘hermosa fogosa’;
- Cipria o Cipris’ (Κύπρις), ‘de Chipre’;
- Citerea (Κυθήρεια), ‘de Citera’;
- Despoina (Δέσποινα), ‘la dama’;
- Enoplios (Ἐνόπλιος), ‘provista’;
- Epitimbidia, ‘sobre los sepelios’ (parecida a Melaina y Melainis);
- Epitragidia, ‘detrás del macho cabrío’;
- Escotia (Σκοτία), ‘sombría’;
- Filopannyx, ‘Amante de la Noche íntegra’
- Gentilis, ‘de la concepción’;
- Hetera (Ἑταίρα), ‘la meretriz’;
- Melaina (Μέλαινα), ‘negra’ (parecida a Epitimbidia y Melainis);
- Melainis (Μελαινίς), ‘la juvenil negra’ (parecida a Epitimbidia y Melania);
- Morfo (Μορφώ), vocablo que puede vincularse con la «apariencia» (‘de varias apariencias’ o ‘de bellas apariencias’) o con el «sueño», con culto en Esparta;
- Pandemos (Πάνδημος), ‘usual a todos’, una forma venerada en las proximidad del ágora de Atenas;
- Persephassa (Περσεφάεσσα), ‘soberana del inframundo’; un característica de Perséfone
- Porni (Πόρνη), ‘la meretriz’, deidad de la lujuria;
- Praxis (Πράξις), ‘del hecho sexual’;
- Sosandra, ‘emancipadora de los hombres‘;
- Timboricos (Τυμβωρύχος), ‘percusionista’;
- Urania (Οὐράνια), ‘divina’.
Templos
Templos de Afrodita en Corinto. Corinto era llamada la ciudad de Afrodita. En dicha ciudad la deidad contaba con al menos tres santuarios: El de mayor importancia, en la cima del Acrocorinto (que presuntamente le había sido obsequiado a la diosa por Helios), del siglo V a. C., era de pequeñas dimensiones (10×16 m) y sus materiales fueron empleados para erigir una iglesia cristiana en el siglo V d. C.
El denominado Templo F del balcón oeste, de mármol, en estilo jónico, se construyó al mediar del siglo I. Disponía de una efigie de Hermógenes de Citera. El tercero, en el Kraneion, se ubica próximo al cementerio y a un bosque de cipreses, destinado a Afrodita Melinis («negra», una deidad ctónica asociada a esos ámbitos, que mantuvieron la misma función en tiempos cristianos, cuando se transformó en basílica).
Otros dos santuarios de Afrodita se edificaron en los puertos, Lequeo y Céncreas. Con su figura se troquelaron más tipos de monedas que de alguna otra divinidad, exceptuando a Poseidón. Las fuentes cristianas registran que al arribo de San Pablo existía en Corinto un millar de prostitutas consagradas de Afrodita.
- Templo de Pafos.
- Templo de Santorini o Thera.
- Templo de Cnido, para el que se realizó la Afrodita de Cnido de Praxíteles.
- Templo de Afrodita o Venus en la Villa Adriana de Tívoli, en forma tholos, que copiaba el de Cnido.
- Templo de Amatunte (Chipre).
- Templo de Rodas.
- Templo de Afrodisias.
- Templos de Afrodita Pandemos (Atenas, Megalópolis y Tebas).
- Templo de Afrodita Urania (Atenas).
- Templo de Afrodita en kipois («Afrodita de los jardines») en la Acrópolis de Atenas.
- Templo de Afrodita Praxis Πραξις en Megara. La figura de la deidad era de marfil, previa a la época de Praxíteles. Estaba en compañía de las correspondientes efigies de Peitho y Paregoros. El grupo señala que esta advocación ha de entenderse como «éxito en el amor».
En diferentes ciudades se erigieron altares y santuarios de Afrodita en respeto de viudas y concubinas de los Epígonos.
El comediógrafo del siglo IV a. C. Philaeus satiriza: «en cualquier sitio hay templos de Afrodita la amante, y en ninguno existen altares de Afrodita, la deidad casada.» A pesar de que lo primero es exagerado y lo segundo algo desconocido, sí que manifiesta el estado de la devoción a Afrodita en sus tiempos.
Iconografía de la Diosa del Amor
De las imágenes de mayor antigüedad de Afrodita se encuentran las de tradición micénica, en que se exhibe con una paloma (que igualmente es atributo de la deidad fenicia Astarté) o cabalgando un toro (siglo VIII a. C.).
En cualquier caso, las personificaciones de diosas femeninas en la estatuaria griega (korai) se muestran siempre ataviadas en la escultura arcaica, lo que se preserva inclusive para Afrodita, en el inicio de la escultura clásica de la centuria V a. C., de lo cual es muestra la Afrodita Sosandra de Calamis (ca. 460 a. C.) y la denominada «agrupación de Afrodita» del frontón oriental del Partenón, pieza de Fidias (o de Alcámenes).
Esta última es un sublime modelo de la práctica de paños mojados, con equivalentes en dos piezas que son conocidos por fuentes literarias: la Afrodita Urania de Fidias (ca. 435 a. C., con una tortuga) y la Afrodita de los jardines de Alcámenes (ca. 420 a. C.). La Afrodita de Frejus, de Calímaco (ca. 415 a. C.), se quita el manto, pero sustenta la túnica, exhibiendo un seno, y porta en su mano la manzana de Discordia (el patrón se mantendrá en tiempos romanos como personificaciones de Venus Genetrix).
Desde entonces, la iconografía de Afrodita mantiene diversas convenciones: La de la Afrodita púdica (sin ropas, pero que trata de ocultar la desnudez) se estableció desde la Afrodita de Cnido, creación de Praxíteles en Atenas hacia 360 a. C. (patrón que prosiguen, entre otras, las réplicas de tiempos romanos como la Afrodita de Menofanto, la Venus Ludovisi y la Venus de Médici).
Relata Plinio el Viejo que Praxíteles había elaborado dos efigies de Afrodita, una ataviada (que fue escogida por la localidad de Cos), y otra desnuda (con la que se conformaron los de Cnido, por ser los segundos en escoger), y que habría sido la representación inicial desnuda de esta deidad. Ciertamente, la tradición fenicia de figuras desnudas jamas se había abandonado en escenas narrativas.
Se está en deuda con Lisipo por el modelo de la Afrodita de Capua, observándose reflejada en el interior del escudo de Ares (que prosigue, por ejemplo, la Venus de Milo). A Escopas, la Afrodita Pandemos (sentada sobre un macho cabrío, ca. 350 a. C.).
Una desviación de la Afrodita púdica es la Venus Calipigia, que gira su rostro hacia atrás y expone sus «hermosas nalgas» con un ademán de levantarse la falda (anasyrma). Otro ejemplar es el de la Afrodita encogida, descubierta en el trance de contemplarse en la superficie del agua, reivindicada a Doidalsas de Bitinia (ca. 260 a. C.) Proviniendo de ella, la Afrodita desamarrándose la sandalia (ca. 130 a. C.).
Afrodita Anadiomena («levantada» o «emergida de las aguas») es el nombre de las representaciones de la escena del alumbramiento de Afrodita, de la cual Apeles (fines del siglo IV a. C.) hizo una célebre pintura, en la que se mostraba desnuda y escurriendo el agua de su extensa cabellera.
En contraste, la efigie que se ha preservado que simboliza esa escena es el Trono Ludovisi (ca. 450 a. C.), en la cual la deidad es literalmente elevada por otras dos figuras, y se muestra cubierta por una toga húmeda que hace transparentar la parte superior de su cuerpo. La Afrodita de Rodas mezcla la posición arrodillada con el ademán de secarse el pelo de la Anadiómena.
Las alteraciones contemporáneas de ciertas efigies antiguas pueden agregarles otros elementos, tal es el caso de la Venus de Arlés a la que Girardon exhibió como ganadora del veredicto de París (con una manzana y un espejo), cuando la mayor probabilidad es que fuese una réplica romana de la Afrodita de Tespias de Praxíteles (solicitada por Friné).
Dentro de las más extrañas personificaciones antiguas de Afrodita se encuentra la agrupación helenística, de Afrodita, Pan y Eros, proveniente de Delos, en el que Afrodita desafía a Pan con una sandalia; o el doble pilar (herma) de Afrodita y Eros.
Asimismo es muy abundante la simbolización de Atenea vinculada a otras deidades, como Hermes, o el episodio del juicio de Paris, donde no es extraño que Atenea y las otras dos divinidades se muestren trajeadas. Se muestra en todo clase de soportes, como el relieve, la porcelana o el mosaico. Un raro ejemplo de imagen imperial muestra a Adriano como Ares y a la emperatriz Lucila como Afrodita (siguiendo el patrón de la Venus de Capua).
Desde el Renacimiento, la pintura mitológica consiguió en Afrodita-Venus una de sus primordiales temáticas, en solitario (como en el cuadro de Giorgione) o en todo clase de combinaciones (con Ares-Marte, con Eros-Cupido. tal cual en el cuadro de Velázquez, con Hefaistos-Vulcano, con Adonis o en simbologías como la de Botticelli, las de Tiziano o la de Bronzino).
La pintura neoclásica prosigue empleando a Venus, como a los otras temáticas mitológicas. El adiestramiento académico de los artistas llevaba incluido no sólo el aprendizaje de los modelos antiguos, sino de los escritos clásicos.
Estos eran igualmente de entendimiento general entre los no profesionales (dilettanti) y el cada vez más extenso público que podía acceder al arte; así pintores como James Barry podían señalar sus fuentes literarias, como esta que hace compañía a su Venus: «Lucrecio, libro I, y Homero, Himno a Venus».
De cara a la mayor libertad que se posibilitan los pintores, los escultores se inclinaron más a imitar los modelos antiguos con escasas alteraciones, como Coysevox (que replica la de Doidalsas) o Canova (Venus Itálica, que copia la de Praxíteles), aun así este mismo hizo igualmente el retrato mitologizado de Paulina Bonaparte como Venus Victrix.
Poesía Afrodita / Venus
Fue concebida de los castrados genitales
de Urano, arriba del mar; la espuma era
la simiente de dios, y ella una bestia
de ardientes impulsos animales.
Un poco de amor, y mareos sexuales,
desabrigo y hermosura a su manera,
se antoja, cautiva y adúltera
en el Olimpo y entre los humanos.
Helena del firmamento, dada
a marido tosco, pues su arribo
causó entre los dioses rivalidad.
Semen astral debajo de su piel corría,
que en estallido erótico emergía
como testigo de su origen.
A continuación le dejamos algunos enlaces de su interés: