Ecuador es uno de los países de Sudamérica más interesantes para visitar y conocer. Posee una atractiva historia cultura y turística, pero además de impactantes mitos y cuentos que valen la pena indagar. Por eso te invitamos a conocer algunas de las principales y más famosas Leyendas Ecuatorianas a continuación.
Leyendas Ecuatorianas
A lo largo de la historia han sido muchas las Leyendas Ecuatorianas que se han quedado marcadas en la memoria de sus habitantes. Es por ello que nuestro artículo de hoy se lo queremos dedicar a esas historias más destacadas y populares que han sobrevivido al paso del tiempo y que se han ido transmitiendo de generación en generación.
Para nadie es un secreto que una buena parte de estas Leyendas Ecuatorianas nacieron desde la época de la conquista a manos de los españoles. Estas historias, al irse pasando de generación en generación, han sufrido ciertos cambios o modificaciones en su base histórica con la ficción, aunque sin dejar a un lado elementos que son propios de esa cultura sudamericana.
Vale la pena destacar que las leyendas ecuatorianas pueden variar según la región. A continuación te presentamos una interesante recopilación de las historias más populares y famosas de Ecuador, entre las que podemos destacar leyendas como La Cantuña, la doncella de Pumapungo, la princesa triste de Santa Asa, entre otras tantas.
Ecuador ciertamente es uno de los países más pequeños con los que cuenta el continente sudamericano, sin embargo, a pesar de lo corto de su territorio, es una nación caracterizada por su rica cultura, leyendas y folclore. Muchas de las leyendas que conoceremos a continuación fueron creadas para mantener a los niños en juicio y evitar malos comportamientos de parte de ellos.
Origen de las Leyendas Ecuatorianas
Estudiando un poco la palabra “leyenda” podemos entender por su definición que se tratan de historias ancestrales que han sabido mezclar elementos del pasado que realmente ocurrieron con aquellos hechos que son simplemente productos de la imaginación o creatividad de los habitantes de una región en particular. Estas historias se van transmitiendo de generación en generación.
Las nuevas generaciones han podido conocer de estas leyendas ecuatorianas gracias a la comunicación oral y la llegada de la nueva tecnología al mercado, por ejemplo, el internet. En pocas palabras se podría decir que el origen de las leyendas ecuatorianas se encuentra vinculado ampliamente con los usos y costumbres que tenían los pobladores originales del territorio que hoy en día conocemos como Ecuador.
De acuerdo a la historia e investigaciones realizadas, estas leyendas que han trascendido a través del tiempo, se han vuelto famosas debido a su transmisión permanente. Se dice que una buena parte de estas historias nacieron de las anécdotas o experiencias que los adultos mayores les contaban a sus niños con el objetivo de que éstos pudieran conciliar el sueño.
Leyenda de Cantuña
La primera leyenda que vamos a conocer en nuestro artículo lleva por título “Leyenda de Cantuña”. La historia hace referencia a un indígena al que todos en su pueblo le llamaban Cantuña. Toda la historia arranca en una época en la que los monjes franciscanos ya se habían establecido en territorio ecuatoriano. Se dice que fueron estos monjes los que le encomendaron al nativo que comenzará la construcción de un templo católico en Quito.
El indígena Cantuña no dudo en aceptar el reto y dijo que tendría lista la construcción del templo en un lapso de seis meses. Como condición del trato, pidió que al terminar su trabajo, le fuera otorgada una gran suma de dinero. Los franciscanos dudaron de la palabra de ese individuo, debido a que pensaron que, aunque sus compañeros lo socorrieron a edificar el templo, tardaría mucho más tiempo de lo estipulado en concluir con las obras.
Ya habían transcurrido cinco meses y la construcción del templo no iba ni siquiera a la mitad. Desesperado por ese escenario, el indígena Cantuña se le pasó por su mente hacer un pacto nada menos que con el mismísimo Satanás en el que él le entregaría su alma a cambio de que el diablo concluyera con la tarea de la construcción del templo en el tiempo esperado.
El diablo aceptó el trato propuesto por el indígena Cantuña y destinó a varios de los demonios del infierno para que trabajaran en la construcción. Cuando Cantuña se dio cuenta que la iglesia ya estaba casi concluida, pensó en un plan para no perder su alma como parte del pacto hecho con Satanás. Se acercó al lugar donde estaban las piedras que se estaban usando para construir el último muro.
En una de esas piedras el hombre talló la siguiente frase: “Aquel que coloque esta losa en su lugar, reconocerá de inmediato que Dios es mucho más poderoso que él”: Dos días después el diablo tomó la piedra en sus manos y miró el mensaje, automáticamente ordenó a su séquito que regresan junto con él al infierno. Así fue que el indígena Cantuña logró salvar su alma y concluir el templo en los seis meses que había prometido, haciendo que los monjes franciscanos le pagaran las monedas acortadas.
La dama tapada
La dama tapada se podría considerar como otra de las leyendas ecuatorianas más populares del país. Hay quienes confunden esta historia con la también famosa leyenda de la llorona, sin embargo, es importante aclarar que estamos hablando de dos historias completamente diferentes. La historia narra que en ocasiones suele aparecer en Ecuador una joven delgada a quien nadie le puede ver el rostro, dado que lo tiene cubierto con un velo.
Esta joven misteriosa viste de forma elegante y llamativa y lleva una sombrilla. Quienes la han visto aseguran que cuando está cerca de algún hombre, este espíritu comienza a emanar un aroma bastante agradable, con el objetivo de hacer que sus víctimas se sientan atraídos hacia ella y la sigan a donde quiera que vaya el espíritu de la dama tapada.
Dicen que el perfume resulta tan provocativo y seductor, que el hombre que lo huele no puede resistirse a seguir los pasos de la dama tapada, sin saber hacia dónde se dirige. Es de esa manera como la dama tapada conduce al hombre a una zona lejana. Un lugar en donde no hay ninguna otra persona que le pueda prestar ayuda.
En el trayecto, la mujer se detiene en medio del camino y se coloca frente al hombre y descubre su rostro. Cuando el hombre le ve la cara a la dama tapada, queda completamente aterrorizado debido a que se trata de un rostro horripilante que está en estado de putrefacción. El seductor perfume se convierte en un olor insoportable, parecido al de los cuerpos en estado de descomposición.
El impacto hace que las víctimas queden paralizadas hasta que el corazón deja de latir por completo y finalmente pierden la vida. La historia dice que son pocas las personas que han logrado sobrevivir a los ataques de la Dama Tapada, pues muchos de los que logran huir de la región del bosque y regresan a la civilización lo hacen sin razón, siendo recluidos en hospitales de salud mental por el terrible impacto de ver el rostro de aquella mujer.
El padre Almeida
El Padre Almeida es el protagonista de otra de las leyendas ecuatorianas más reconocidas en el país. De este personaje se dice que le gustaba salir por las noches sin ser visto para poder tomar un trago de aguardiente. Para dejar la iglesia lo hacía a través de una forma bastante extraña. Se subía hasta lo alto de una torre y luego se descolgaba hasta la calle.
Lo que no todos sabían es que, para arribar a ese lugar, tenía que pararse encima de una estatua de Jesucristo de tamaño natural. En una de aquellas noches en las que planificaba salir a tomar y saciar su sed, el padre se posó encima del brazo y cuando estaba a punto de irse, alcanzó a escuchar una voz que le decía ¿Cuándo será la última vez que hagas esto padre Almeida?
El padre pensó por un momento que esa voz que había escuchado era producto de su imaginación y sin más le contestó: Hasta que vuelva a tener ganas de tomar otro trago. Después de pronunciar aquellas palabras, el palabra se fue hasta la cantina clandestina en donde acostumbraba a beber y no salió de ahí hasta que estaba completamente ebrio.
El padre, de camino a la iglesia, iba dando tumbos por la calle y chocó con unos hombres que llevaban un féretro en camino hacia el cementerio. Dice la leyenda que el féretro cayó a media calle, ocasionando que la tapa del mismo se rompiera. El padre no podría creer lo que estaba viendo. El hombre que estaba dentro del féretro era él mismo.
El impacto de verse en el féretro lo hizo recobrar la sobriedad y cuando llegó a la iglesia, juró a Cristo de la torre que nunca más iba a probar una gota de alcohol en su vida. Desde entonces, la gente afirma que el rostro de dicha imagen cambió completamente y que aún hoy en día se puede ver que esboza una sonrisa de satisfacción al ver cómo una de sus ovejas regresó al redil.
La bella Aurora
Se trata de otra de las más conocidas leyendas ecuatorianas. La historia inicia en la ciudad de Quito y tiene como protagonista a una hermosa joven a las que todos en el pueblo conocían como Aurora, aunque en algunas versiones de esta leyenda dicen que su nombre original y completo era el de Bella Aurora. La joven venía de una familia adinerada, dado que sus padres eran sumamente influyentes.
La vida tanto de la Bella Aurora como de su familia transcurría de lo más normal, sin ningún tipo de preocupación debido a que tenía todo para cubrir sus necesidades. A esta muchacha no le faltaban los pretendientes y ella se daba el lujo de despreciar a la mayoría de ellos, pues no necesitaba casarse con ninguno de estos jovencitos para mejorar su situación económica.
Un domingo en la tarde, esta joven salió de su casa con dirección a la Plaza de la Independencia, sitio en el que se realizaban de manera regular corridas de toros. La actividad transcurría con total normalidad y calma hasta que de pronto hizo su aparición en el ruego un enorme toro de pelaje negro, con ojos inyectados en sangre y vapor saliéndose de la nariz.
El toro salió corriendo hasta la tribuna donde estaba sentada la joven Bella Aurora y se le quedó mirando fijamente a su cara. Esa acción del toro hizo que la muchacha perdiera el conocimiento de inmediato. Después, los padres de la joven la trasladaron hasta su casa para recobrara su conocimiento tras tomar un reposo. La muchacha despertó después de dos horas.
Cuando despertó y abrió sus ojos, escuchó un fuerte estruendo y uno de los muros de su dormitorio quedó completamente destrozado. Era el toro negro de la plaza quien de alguna forma había conseguido seguir el rastro de la joven. La joven intentó huir de allí pero ni su voz ni las piernas de respondieron. La bestia la embistió con una furia desmedida y la mayó en cuestión de segundos.
Cuando los padres de esta muchacha entraron a la habitación donde ella dormía, se encontraron con aquella terrible escena. El cuerpo sin vida de su hija estaba en el piso, sin embargo, no encontraron ningún tipo de rastros del animal, siendo una de las historias más misteriosas de todos los tiempos.
El gallo de la catedral
La leyenda del gallo de la catedral también se originó en la ciudad de Quito, capital de Ecuador. La historia tiene como protagonista a Don Ramón Ayala y Sandoval, un sujeto que tenía mucho dinero y que le encantaba la vida nocturna. Entre sus pasiones estaba la de tocar la guitarra y desde luego el beber acompañado de sus amigos. Dice la historia que el corazón de él le pertenecía a Mariana, una joven que vivía cerca de su hacienda.
Don Ramón era un hombre bastante rutinario. Se paraba a las seis de la mañana, luego desayunaba. El almuerzo que comía estaba conformado por un bistec asado acompañado de papas y huevos fritos, además de una taza de humeante y espumoso chocolate. Una vez que comía, el hombre se iba a la biblioteca para leer un rato y luego regresaba a su casa para tomar una siesta.
Después de la siesta, Don Ramón se paraba de su cama para bañarse debido a que tenía que salir por la tarde. El hombre paseaba por las calles hasta que llegaba al local de vino de Mariana a quien apodaban la Chola. Con unas copas encima, el hacendado una noche se topó con un gallo de pelea al que retó a un duelo.
El gallo aceptó el reto y pronto le dio un picotazo en la cabeza. Este hombre se asustó mucho que le pidió perdón enseguida al animal, a lo que éste le respondió: No vuelvas a beber, ya que si lo haces de nuevo no tendré clemencia y te mataré. Don Ramón cumplió el juramento que le había hecho a ese gallo de pelea. Duró muchos años sin volver a tomar hasta que uno de sus compañeros lo invitó a una fiesta donde no se pudo resistir.
Leyenda del Chuzalongo
Una de las leyendas ecuatorianas de la costa cortas más impactantes de todos los tiempos es precisamente la de Chuzalongo. Esta leyenda tuvo lugar en la región costera del Ecuador, donde un hombre que se dedicaba a la agricultura, tenía a su ganado pastando en el monte. De repente, el cielo se ennegreció anunciando que se aproximaba una terrible tormenta.
Este hombre, asustado por sus animales, les ordenó a sus hijas que condujeran al ganado al granero. Sus hijas hicieron caso a la petición de su padre y en pocos minutos encerraron a las reses en la bodega. En ese momento se percataron que junto a ellas se encontraba una extraña criatura de baja estatura, nariz larga exacta, orejas puntiagudas y una larga cabellera de color gris.
Al ver a esa extraña criatura, las hijas del granjero gritaron con todas sus fuerzas pero desafortunadamente nadie las escuchó. Después de varias horas y al percatarse de que sus hijas no habían regresado a casa, el granjero salió acompañado de su escopeta en busca de sus hijas. Cuando llegó al lugar se encontró con una terrible escena.
Estaban los cuerpos sin vida y destrozados de sus hijas sobre el pasto. A lo lejos pudo ver como una diminuta criatura se iba alejando poco a poco en dirección hacia el horizonte. De esta leyenda también existe otra versión en la que se indica que este tipo de duende enfrenta a los hombres en el bosque, cuando por alguna razón estos lo logran ver desnudo, pues es demasiado pudoroso.
También hay otra versión en la cual se señala que el Chuzalongo solo se deja ver en el momento en el que desea medir su fuerza con otra especie, sin importar que se trate de seres humanos o de animales.
Leyenda de María Angula
Para muchos ecuatorianos, la leyenda de María Angula se considera en realidad una historia de terror. Esta leyenda tiene como principal protagonista a una adolescente de 14 años de edad y cuya madre se dedicaba a vender tripa asada al carbón. En una oportunidad, la mujer envió a su hija María Angula a conseguir más tripas debido a que la mercancía casi se le había acabado por completo.
La adolescente de 14 años era un poco rebelde y no le hizo caso a las indicaciones dadas por su madre y tomó la decisión de jugar con sus amigos en lugar de buscar las tripas. Además, el dinero que le habían dado para que comprara las vísceras también lo gastó. Después de jugar un rato largo con sus compañeros, la joven cayó en razón y se imaginó que su mamá la regañaría fuertemente.
La preocupación que sentía no la dejaba en paz y mientras caminaba rumbo a su casa pasó por un cementerio municipal y pensó en entrar al camposanto y sacarle las tripas a uno de los muertos que habían enterrado recientemente. Esperó que cayera un poco la noche y llevó adelante su macabro plan. Después de sacar las tripas al muerto, las entregó a su madre y no hubo ningún tipo de reprimenda.
Las tripas se vendieron mejor que otros días. Ya estando en su casa Mariangula no dejaba de recordar el macabro plan que había cometido. De pronto, la adolescente comenzó a escuchar cómo la puerta de su casa era golpeada con fuerza, algo bastante extraño debido a que por allí no pasaba nadie a esa hora. Además era curioso porque nadie más escuchaba los golpes, sólo ella.
Después de eso, la joven empezó a escuchar una terrible voz en su habitación que decía: María Angula, devuélveme las tripas que me robaste en el sepulcro. La voz se fue haciendo cada vez más fuerte e inclusive la muchacha pudo escuchar claramente como si alguien subiera por las escaleras en dirección a su cuarto. Asustada, la niña no se le ocurrió otra cosa que sacar las tijeras que tenía en el cajón y abrirse su estómago para pagar la deuda.
La caja ronca
Cuenta la historia que hace mucho tiempo en la ciudad de San Miguel de Ibarra vivía dos grandes amigos, Carlos y Manuel. Una mañana el papá de Carlos les pidió que antes de ponerse a jugar, fueran a regar las plantas del jardín debido a que hacía ya varios días que no llovía en la zona y estaban por secarse. Los dos amigos accedieron pero al final no cumplieron la labor.
No cumplieron el objetivo dado que se pusieron a correr por el campo. Llegó la noche y fue entonces cuando Carlos se acordó de lo que le había pedido su papá. “Está muy oscuro y tengo miedo, ¿Me acompañas Manuel a regar las plantas?, Claro, vamos de una vez, le contestó su amigo. Antes de llegar a la parte trasera de la casa donde estaban las matas, los dos amigos comenzaron a escuchar una serie de voces.
Estas voces pronunciaban palabras en otro idioma, de la misma forma que ocurre cuando la gente sale en una procesión. Asustados se escondieron detrás de un árbol y pudieron ver que aquellos no eran seres humanos sino que se trataba de criaturas capaces de volar por el aire. A ninguna de estas criaturas pudieron verle el rostro, pues lo tenían cubierto con una capucha. En una de sus manos llevaban una vela larga apagada.
Una vez que desfilaron todas estas criaturas por el lugar, apareció en escena una carroza guiada por un ente horripilante que tenía en la cabeza un par de afilados cuernos y dientes iguales a los de un lobo. En ese momento se le llegó a la mente de Carlos una leyenda ecuatoriana que se le contaba desde pequeño su abuelo sobre una caja ronca.
Lo que le contaba el abuelo a Carlos era lo mismo que él estaba viendo en ese momento. El temor que sintieron ambos hizo que perdieran el conocimiento por completo. Cuando volvieron en sí, se percataron de que ahora ellos portaba también una vela larga de color blanco en sus manos, con la diferencia de que ésta vela no era de cera sino de hueso de difunto.
Soltaron las velas y salieron corriendo hasta la casa. Desde ese momento procuraron jamás salir de noche y mucho menos dudar de las historias y mitos que cuentan por las regiones cercanas a la capital de Ecuador.
La capa del estudiante
La leyenda comienza cuando unos estudiantes se preparaban para presentar los últimos exámenes del año escolar. Uno de estos estudiantes llevaba por nombre Juan, quien tenía otros pensamientos en su mente diferentes a los del resto de sus compañeros. Juan estaba bastante preocupado por lo viejas que era sus botas y que no tenía el dinero suficiente como para comprarse un par nuevo, eso lo hacían sentirse mal.
Juan era descrito como un joven vanidoso a quien le gustaba presentarse a sus exámenes perfectamente bien vestido. Sus demás compañeros de clase le aconsejaron que empeñara su capa y que con ese dinero se comprará el par de botas nuevas que soñaba. A Juan no le agradó la idea y después de conversar un largo rato con sus amigos de clases, estos accedieron a prestarle el dinero pero con una condición.
La condición era que Juan tenía la obligación de ir al cementerio de El Tejar y buscar en ese lugar la tumba de una mujer que hacía unos días se había quitado la vida. Una vez que encontrara la tumba, el próximo paso que debía hacer era clavar un clavo sobre esa tumba. La historia cuenta que aquella joven que se había quitado la vida había sido la novia de Juan.
La muchacha había tomado la decisión de quitarse la vida en el momento en el que descubrió que su novio le había sido infiel. Juan estaba indeciso pues no quería reabrir las heridas del pasado, sin embargo, por el otro lado estaban sus ganas de conseguir el dinero para comprarse sus botas por lo que tomó la decisión de ir al cementerio y cumplir con el plan.
Juan saltó la reja del cementerio y de manera rápida fue hasta donde estaba la tumba de su ex novia. De uno de sus bolsillos sacó el martillo y el clavo y comenzó a clavar. En cada golpe que le daba a la tumba inconscientemente era como si le estuviera pidiendo perdón a la joven, por todo el daño que le había causado en vida.
Una vez que terminó su labor, Juan quiso volver con sus compañeros de clase pero había algo que se lo impedía. Al día siguiente, los muchachos al darse cuenta que Juan no regresaba, decidieron entrar al cementerio y ver qué había sucedido. Después de varios minutos finalmente encontraron la tumba de la joven y vieron como el cuerpo de su amigo yacía sin vida al lado de la tumba. Lo más curioso es que la capa del estudiante estaba completamente clavada en la tapa del ataúd.
El Huiña Huilli de Bolívar
Está considerada como una de las leyendas más populares del Ecuador y por lo general es contada a cada uno de los turistas que van de visita al país suramericano. La historia hablar sobre José quien era un tahúr, es decir, un jugador de cartas experto a quien además le fascinaba hacerles trampa a sus contrincantes.
Una noche este joven salió de la cantina con los bolsillos repletos de monedas. Los habitantes del pueblo, cansados de las trampas que realizaba José, le entregaron un bote de vidrio lleno de luciérnagas, para que se esa manera todos pudieran ver que se acercaba al pueblo y así correr a esconderse en sus casas para no toparse con él.
Mientras iba caminando cerca de la quebrada de Las Lajas, el muchacho escuchó los lamentos de un recién nacido. Vale la pena destacar que a José no le importaba el sufrimiento de las demás personas, sin embargo, el llanto de aquel bebé era tan fuerte que no pudo más que seguir el rastro del sonido para prestarle su ayuda.
Cuando iba bajando por la colina, José dejó caer el frasco lleno de luciérnagas, es decir, quedó en completa oscuridad. Luego encontró al bebé, lo cubrió con su capa y en ese instante la criatura paró de llorar. De regreso, José se percató que la parte de su cuerpo en donde estaba cargando al niño comenzó a calentarse de una manera desmedida.
Allí trató de soltar al bebé en el suelo, sin embargo, en ese momento sintió como una puntiaguda garra se le clavó en el abdomen. Después escuchó una voz grave y profunda que le dijo: Te tengo, ahora eres mío y te devoraré. José, al escuchar la voz, contestó tartamudeando: ¿Por qué? Si yo no te he hecho nada, inclusive acabo de salvar tu vida.
“Eres una persona egoísta y la gente como tú merece la muerte”, le replicó aquella voz que salía de la criatura. José nuevamente volvió a suplicar por su vida hasta que se desmayó del enorme pavor que sentía. Al día siguiente, lo despertaron los rayos del sol de la mañana. En cuanto se levantó del suelo, volvió a escuchar el llanto del pequeño.
José entendió en ese momento que no se había tratado de ningún sueño, ni de alucinaciones causadas por el exceso del alcohol. Prometió desde entonces no volver a tomar más y portarse bien por el resto de sus días en la tierra. Sin duda una de las leyendas ecuatorianas más impactantes de todos los tiempos.
Leyendas Ecuatorianas para Niños
En esta parte de nuestro artículo vamos a compartir con ustedes algunas de las leyendas ecuatorianas cortas para niños más conocidas de todos los tiempos. Estas leyendas son narraciones que unen de manera correcta elementos de la cultura popular con hechos históricos. En la antigüedad, estas historias se pasaban de generación en generación usando solamente el lenguaje oral.
Después, con el arribo de nuevos tipos de tecnologías, entre ellas la imprenta, las leyendas se hicieron mucho más populares dado a que justamente pudieron llegar a muchas más personas en menor tiempo. Conoce a continuación las leyendas ecuatorianas para niños más famosas de la historia.
El Tsáchila que se convirtió en Sol
Para quienes no lo sepan, los Tsáchilas son un grupo de indígenas ecuatorianos que se asentaron principalmente en la región de Santo Domingo De los Colorados. Su significado a la traducción en español se podría entender como “Gente verdadera”, aunque personas que vivían en asentamientos cercanos a la comunidad los bautizó con el nombre de Colorados debido a que en la antigüedad tenían su cabello teñido con achiote.
Una vez que los incas arribaron a la zona que hoy en día conocemos como Quito, se dispusieron rápidamente a conquistar el territorio, sin embargo, las comunidades indígenas que vivían allí, conocidos como la tribu Kitu-Kara, decidieron mudarse de ubicación dado que no querían convertirse en unas personas esclavas.
Luego de un largo andar, arribaron a un nuevo poblado en donde echaron raíces. Fue precisamente en ese sitio en donde se originó la famosa leyenda que conocemos como Tsáchila que se convirtió en sol. En esa época se tenía la creencia de que los viejos podían comunicarse con los pájaros y que en el cielo vivía un enorme tigre que le gustaba salir únicamente cuando el firmamento se encontraba en total oscuridad.
La historia narra que en una noche en la que el tigre tenía mucha hambre, abrió sus fauces y de un solo bocado se tragó el sol, dejando a la Tierra en completa oscuridad total. Los Tsáchilas no podían soportar más esa situación debido que al no tener luz solar prácticamente no tenían alimento que comer. Los brujos de la tribu llegaron a la conclusión que la única solución de salvarse era creando su propio sol.
Fue así como los integrantes de la tribu escogieron a un joven y fuerte, hijo de una madre soltera. Después de hacerle un ritual, este muchacho comenzó a brillar, mientras que su cuerpo se empezó a elevar. Todos en el pueblo estaban alegres y regresaron a sus casas pensando que a la mañana siguiente alumbrará un bello y resplandeciente sol.
Sin embargo, el cielo sigue nublado por al menos tres días más. Cuando llegó el cuarto día, salió nuevamente el sol, solo que ahora existía otro problema. La luz que salía de este sol era demasiado fuerte que cegaba a todo aquel que salía de sus casas. Los brujos se percataron que el joven convertido en sol tenía sus dos ojos abiertos y que sólo debía alumbrar con uno.
El líder de la comunidad de los chamanes se encargó de lanzar una piedra para que uno de los ojos del joven convertido en sol se cerrará para siempre. La piedra cayó en el lugar indicado y fue así como los Tsáchilas y sus descendientes pudieron seguir sus vidas con normalidad.
La Tacona
En Ecuador existe una hermosa ciudad que lleva por nombre Esmeraldas y en ella vivió hace muchos años atrás una muchacha de cabellos rubios quien una noche de luna llena salió a dar un paseo. Cuenta la historia que mientras caminaba por una angosta calle, un hombre se le acercó y la jaló hasta llevarla a la fuerza a una esquina en donde le robó un beso obligado.
Luego de un tiempo esta joven muchacha regresó a su casa con el vestido maltratado y sus ojos llenos de lágrimas dado a que ese sujeto desconocido le había robado un beso. Después se metió en el baño y mientras estaba lavándose el pelo, juró que ningún otro hombre se aprovecharía de ella. De su armario sacó un vestido rojo y unas sandalias.
Después salió de su cuarto con la intención de tomar unos tragos para olvidar lo que le había pasado. Los hombres que la veían no podían admirar su gran belleza, pronto le apodaron la Tacona debido a que sus zapatos tenían el tacó sumamente alto. De pronto un hombre, decide sacarla a bailar y al terminar la pieza le propone que le acompañe a la orilla del mar, para poder platicar a solas con ella.
Esta joven mujer accedió a la protestas y una vez que estaban en la playa, el sujeto la tomó fuertemente de la cintura para besarla a la fuerza, sin embargo, antes de que sus labios toquen los de la joven, se da cuenta que la muchacha se había transformado en un horrible cadáver. Lo que sucedió es que aquella mujer había realizado un pacto con la muerte, para cobrar venganza de todo aquel que quisiera hacerle daño a una mujer.
Leyendas ecuatorianas por Región
Para nadie es un secreto que las leyendas y mitos ecuatorianos pueden variar de acuerdo a la región del país en la que nos encontremos. Durante el desarrollo de este interesante artículo hemos podido conocer algunas de las historias más famosas y populares de la nación, sin embargo, ahora queremos realizar una lista con aquellas leyendas más destacadas de acuerdo a la región del país.
Ecuador está considerado como un territorio relativamente pequeño, sin embargo, a la vez es un país rico en culturas, leyendas y tradiciones. Cada una de las actividades culturales toma diversas formas de acuerdo a el área, la ciudad e incluso los edificios a los que son asociados. Conozcamos cuáles son las leyendas más importantes de Ecuador por región.
El luterano y el escudo de Riobamba
Cuenta la historia que un hombre de origen extranjero llegó a la región de Guamote y se ganaba la vida alquilando su caballo para todas las personas que lo necesitara. Además de ese trabajo, el hombre también recibía dinero a través de otra manera. Se trasladaba a la provincia de Riobamba en donde les pedía caridad a los lugareños, pero no como hacían la mayoría de los mendigos, es decir, éste no pedía limosna.
Al contrario, este hombre extranjero pedía que le dieran directamente una moneda o un pedazo de pan. Lo más curioso de este caso ocurrió un día cuando el hombre entró a una iglesia y mientras se estaba conmemorando una misa en conmemoración a San Pedro, se acercó a donde estaba el sacerdote y sin más dilación le quitó la hostia que sostenía con sus manos.
Quienes se encontraban de asistentes en la iglesia no pudieron soportar tal acto de herejía por lo que sacaron sus espadas y procedieron a matar a este sujeto. Después del hecho, comenzaron las investigaciones y se determinó que el extranjero era un luterano que estaba mal de sus facultades mentales. Esta noticia se extendió por todo el país y llegó hasta Quito.
En Quito, el presidente municipal ordenó que de inmediato los restos de aquel extranjero fueran cremados. Se dice que este suceso traspasó fronteras, pues hay quienes aseguran que llegó incluso a oídos del rey de España, quien de manera inmediata le otorgó al presidente municipal, un nuevo escudo de armas como muestra de su agradecimiento por preservar las doctrinas católicas.
El descabezado de Riobamba
Está considerada como una de las leyendas ecuatorianas cortas más conocidas en el país. Se llama la leyenda del descabezado de Riobamba, historia que narra la anécdota de cómo un espíritu de ultratumba empezó a pasearse por las calles de la ciudad durante la época del siglo XIX. Una cosa que llamó poderosamente la atención es que se cuenta que todos aquellos que lo pudieron ver de frente, perdieron el habla de manera inmediata.
La historia revela que se trataba de un cuerpo descabezado que vagaba sin destino alguno. Transcurrieron varios días para que el espectro dejará de recorrer las calles de Riobamba. Los lugareños trataban de llegar a sus hogares antes de que se escondiera el sol debido a que en las noches era que acostumbraba a salir por las calles. Solo se sentían seguros dentro de sus casas.
El Agualongo
Durante el siglo XVIII ocurrió en Ecuador un terrible terremoto que prácticamente dejó devastado a todo el centro del país suramericano. Existen registros que aseguran que poco antes de que el movimiento telúrico tuviese lugar, comenzaron a ocurrir ciertos fenómenos extraños, como el asunto que les contaremos a continuación. Todo sucedió en la plaza del centro de Riobamba.
En esta plaza había una estatua de un niño tejedor. 24 horas antes de que ocurriera el terremoto, varias personas que estaban reunidas en la plazuela observaron con sus propios ojos cómo ésta estatua comenzó a girar de manera extraña y sorpresiva sobre su propio eje. Una vez que ocurrió este misterioso fenómeno surgieron muchas hipótesis.
Una de las explicaciones que se dio por parte de varios especialistas es que la figura de alguna manera conocía lo que estaba a punto de ocurrir en Ecuador y tuvo la intención de ver la ciudad de Riobamba como era originalmente, por última vez, debido a que el día siguiente, solo quedarían escombros en las calles de una ciudad destruida. A esta escultura todos en Ecuador la conocen como el Agualongo.
El duende de San Gerardo
En la localidad de San Gerardo, un pueblo cercano a Riobamba ocurrió una de las leyendas más famosas de Ecuador. En esa localidad, un hombre de nombre Juan trabajaba en un lugar retirado del bosque el cual se encontraba bastante lejos de la parroquia del pueblo. Para poder llegar a su lugar de trabajo, el sujeto tenía que cruzar un espeso bosque.
Por esa razón, todos los días salía de su domicilio antes de que el reloj marcara las ocho de la mañana. Después de dos horas de largo caminar, llegaba a su destino y comenzaba con su labor diaria hasta que llegaban las ocho de la noche y era el momento de retornar a su hogar. En una oportunidad en la que Juan iba de regreso a su casa, tuvo la sensación de que alguien lo venía siguiendo.
En un primer momento, Juan decidió no prestarle atención a esa sensación pues pensó que se trataba del viento que movía las hojas de los árboles. Luego de un rato de seguir caminando, oyó una fuerte voz que le dijo: Por ninguna razón mires para atrás. Lo único que quiero es que me des el cigarro que llevas en la mano. No se sabe por qué Juan le hizo caso a esa misteriosa voz.
Lo cierto es que al día siguiente, para no quedarse sin pitillos de fumar, el hombre se llevó una cajetilla completa. Otra vez, cuando iba a medio camino rumbo a su casa, vuelve a escuchar la voz diciéndole que le diera un cigarro pero Juan se hizo despistado, pero logró ver a través del rabillo del ojo que quien le pedía los cigarros era un sujeto de baja estatura que en la mano izquierda llevaba un látigo y en la derecha un sombrero grande.
Cuando llegó a su casa, el hombre le contó todo lo que había sucedido a su mamá, quien le aconsejó que desde el día siguiente no saliera de su casa sin llevar una cruz consigo a fin de que ese amuleto lo protegiera. El hombre se llevó la cajetilla de cigarros y el crucifijo en su pantalón. En esa ocasión, el duende no le pidió cigarros, sino que simplemente empezó a darle latigazos por la espalda.
El dolor que Juan sentía por los golpes de los azotes era demasiado fuerte e insoportable. Por esa razón, se armó de valor y tomó la cruz con una de sus manos y se la enseñó al enano. En ese preciso momento, la criatura desapareció en la oscuridad del bosque y desde allí nunca más se le volvió a ver. Así como está, hay otras infinidades de historias en Riobamba relacionadas con el duende de San Gerardo.
La silla del Cementerio
Para nadie es un secreto que los cementerios están considerados como lugares donde la vida y la muerte se mezclan, esto lo decimos dado a que cada vez que se entierra una persona, sus dolientes acuden para darle el último adiós. Algunos autores de leyendas ecuatorianas de terror aseveran que, en este lugar, existen miles de historias que merecen ser narradas.
Si lo analizamos desde un punto de vista es verdad debido a que si las lápidas pudieran hablar, seguramente nos contarían crónicas fantásticas de fantasmas o entes que se aparecen durante las horas de la noche en los cementerios. Ahora bien, vamos a conocer una de las historia de amor. Se trataba de un matrimonio que por azares del destino había arribado a la ciudad de Riobamba a finales del siglo XIX.
Cuenta la historia que se trataba de dos seres que compartían todos sus gustos y preferencias, sin embargo, lo que más les complacía era llevar a cabo acciones que desencadenaran en el bien social. Nadie pudo imaginar la tragedia que estaba por sufrir aquella pareja. Y es que de momento Elizabeth, como se llamaba la mujer del matrimonio, se enfermó de manera sorpresiva y luego de luchar varios meses contra una desconocida enfermedad, murió.
Por su parte, su esposo Joseph se quedó con el corazón entristecido. Lo peor de todo es que no podía sacar la imagen de ella de su mente. El hombre pasada día y noche abrazado a la lápida de su esposa. Una cosa que no hemos mencionado es que los dos eran de origen extranjeros y por lo tanto tenía un plazo de estancia máximo dentro del territorio ecuatoriano.
No obstante, cuando éste se cumplió, Josef se negó rotundamente a dejar solitaria la tumba de su mujer debido a que él decía que en su país de origen ya no le quedaba nadie quien le hiciera compañía. Las autoridades del cementerio tuvieron compasión de él y accedieron a dejarlo seguir visitando de manera regular la tumba de su esposa.
Así que, cualquiera que visitará el cementerio podía ver a aquel hombre sentado en una silla, junto a ella. Había ocasiones en las que ambos conversaban, mientras que otras tantas, él leía poemas de su libro favorito. Después de algún tiempo, Josef también murió y fue enterrado por los mismos trabajadores del cementerio al lado de la tumba de su esposa. Allí colocaron para siempre una silla en honor a su memoria.
Leyendas Guayaquileñas
La ciudad de Guayaquil está considerada como una de las más hermosas y atractivas de Ecuador. Si usted tiene la oportunidad de visitar esta ciudad no puede dejar de salir a recorrer sus hermosas calles, donde sus habitantes le empezarán a narrar misteriosas historias y leyendas propias de la ciudad. Estamos hablando de historias que fueron creadas en la región y que se han ido pasando de generación en generación.
La viuda del Tamarindo
La viuda del Tamarindo está descrita como una de las leyendas más populares de la región. Es un espectro que se asemeja a la silueta de una mujer vestida de manera muy elegante. Misma que sale en horas de la noche por la ciudad para impregnar terror y miedo a quienes salen de rumba. Esta mujer tiene la característica de caminar rápidamente hasta que se sitúa por delante de su víctima.
Después de eso, hace una señal a su víctima para que la siga. Luego de caminar más de 2 kilómetros, la mayoría de los hombres proceden a detenerse a recuperar el aliento debido a que su estado de ebriedad les impide caminar con normalidad. En ese preciso instante en el que el hombre pronuncia una palabra, la viuda del tamarindo, como se le conoce a esta mujer, deja al descubierto su rostro, el cual es de una macabra calavera.
Existen otras versiones acerca de esta leyenda, por ejemplo, en una de ellas se asegura que entre los árboles de tamarindo que se hallaban en la parroquia de Morro, solía aparecer en las horas de la noche una mujer vestida de color negro persiguiendo a los transeúntes. La diferencia entre ésta y la historia anterior es que el espíritu desaparecía de inmediato una vez que alguien intentaba de verle el rostro.
El ataúd ambulante
Cuentan lugareños que en horas de la noche en la zona en donde se forma el gran Guayas normalmente se puede observar un féretro de madera que está flotando con la tapa entreabierta. Sobre el féretro hay una vela que sobresale por un gran tamaño. Esta vela sirve para iluminar a los dos cuerpos que reposan en el ataúd.
Estos dos cuerpos corresponden al de una madre y su pequeño hijo. La historia narra que ella en vida se llamaba Mina y que su bebé no alcanzó a ser bautizado. Esta mujer se enamoró perdidamente de un soldado de origen español, con quien contrajo matrimonio en completo secretismo. Por su parte, el padre de la dama al enterarse de esa noticia, se enfadó mucho, debido a que para él, los españoles habían traído la desgracia a su país.
Con una gran rabia, el hombre lanzó un maleficio en contra de su propia hija, no sólo por haberse casado con el español, a quien consideraba como un enemigo, sino que además sentía rabia por su hija al dejar su religión y convertirse en católica. Esta maldición se conoce como Chauma y básicamente el conjuro consiste en no dejar que el alma de su hija ni de su nieto descansen en paz.
Fray Simplón y las palomas
En esta leyenda se narra la historia de un hombre llamado Fray Simplón, quien era un padre perteneciente a la orden de los franciscanos, el cual guardaba un especial cariño por las palomas. Desafortunadamente en la década de 1726, sucedió un hecho lamentable como lo fue la erupción del volcán Cotopaxi que ocasionó que el campanario del templo edificado en honor a San Francisco quedara seriamente dañado.
Luego de aquella erupción del volcán, el corregidor de Guayaquil le dijo al fraile que tanto él como sus demás acompañantes tenían únicamente tres semanas para reparar los daños del templo, pues de lo contrario iba a enviar a las autoridades a demoler por completo la iglesia. Como era de imaginarse, el tiempo otorgado por las autoridades fue extremadamente poco.
Por eso una mañana, personas del ayuntamiento llegó y acabó por completo con el templo en tan solo horas, quedando en el lugar sólo escombros. Aunque resulte imposible de creer, esa misma noche muchas palomas blancas llegaron y con sus picos comenzaron a recoger cada uno de los escombros y de alguna manera empezaron a reconstruir el lugar como si se tratara de un rompecabezas.
El corregidor quedó muy asombrado al punto de pedir entrevistarse de inmediato con Fray Simplón a quien le preguntó: ¿A quién le rezaste para que tu templo quedara de nuevo en pie? A nadie señor, respondió. Sólo fueron los ángeles en forma de palomas quienes decidieron ayudar en la tarea.
El niño de la mano negra
La leyenda del niño de la mano negra está considerada como una de las historias infantiles más conocidas en el país. La misma narra la vida de un niño que llevaba por nombre Toribio, nacido sin una de sus manos, específicamente la mano derecha. Sus padres, al darse cuenta de eso, le rezaban una novena a la Virgen del Soto para que intercediera por su hijo y le concediera el milagro de recobrar la extremidad.
El tiempo fue transcurriendo y el pequeño Toribio, en vez de sentirse mal por su problema, era uno de los pequeños más queridos de la región, puesto que siempre estaba dispuesto a ayudar a los mendigos y a los desamparados que pasaran cerca de su domicilio. Un día llegó a su casa una señora mayor acompañada de un niño pequeño.
Ella le pidió un plato de comida. Toribio no solo les entregó los alimentos que le había solicitado sino que además les dio una bolsa llena de frutas para el camino. La señora al darse cuenta de ese gran gesto de amabilidad, le dijo que al día siguiente ella le daría un obsequio. Por la mañana los padres de Toribio despertaron sobresaltados debido a los gritos del pequeño.
No eran gritos de terror sino de algarabía. El pequeño estaba sumamente alegre debido a que cuando le mostró su mano derecha ya la tenía, pero ésta era de color negro. La historia cuenta que cuando Toribio se hizo adulto, enfrentó en más de una oportunidad a los piratas que pasaron por Ecuador. El cuerpo fue sepultado y después de eso exhumado, dado que aquellos terrenos en donde descansaban sus restos, serían usados para otro propósito.
Es importante aclarar que aún existen personas que afirma que, dentro del féretro, solamente había dos elementos: Polvo de huesos y la mano negra la cual estaba en perfecto estado. Se podría decir que es una de las leyendas ecuatorianas de mayor impacto y conocidas en el territorio suramericano.
Posor-Já
En Ecuador existe una parroquia que lleva por nombre Posor-Já y fue bautizada con ese nombre debido a la llegada de una niña que llegó sola a esa localidad en una extraña embarcación. Para quienes no lo sepa, el nombre de Posor-Já es la forma que tenían los nativos para expresar la siguiente oración: “Espuma de Mar”. De hecho, había algunos indígenas que la consideraban como una princesa que había llegado para brindarles protección.
Justo en el momento en el cual la niña se convirtió en mujer, los lugareños de la parroquia comenzaron a escucharla con suma atención, pues los pobladores se dieron cuenta de que poseía el don de la adivinación. Es decir, era capaz de predecir los acontecimientos futuros. Prueba de ello se dice que vaticinó el fin del reinado de Atahualpa tal y como ocurrió.
Después de haber realizado una serie de predicciones, se dirigió al mar y comenzó a caminar hacia él, hasta que se perdió por completo en el horizonte. También se podría considerar como otra de esas leyendas ecuatorianas que han perdurado en el tiempo y que se van transmitiendo de generación en generación.
La princesa triste de Santa Ana
En la zona que conocemos hoy en día como Guayaquil, se encontraba un rey que amasaba una gran fortuna en sus fortalezas. La hija de este rey en una ocasión se enfermó y no encontraba cura para su enfermedad. Un día apareció un brujo ante el rey y le ofreció curar el mal de la princesa pero a cambio el rey tenía que entregarse toda su fortuna a este hechicero. El rey se negó y ante la negativa del mismo, el brujo lanzó un hechizo sobre las tierras que habitaba este regente, condenando a su pueblo a la desaparición.
Siglos después, uno de los expedicionarios españoles escalaba uno de los cerros de la zona, éste se encontró con una hermosa princesa que le dio dos opciones; le ofreció una ciudad hermosa repleta de oro o ser una esposa devota y fiel para él. El español se decidió por la opción de la ciudad de oro y ante eso la princesa decidió conjurar una maldición sobre él. Éste comenzó a rezarle a la Virgen de Santa Ana que lo salvara y ésta lo rescató. Por esa razón es que el cerro donde fue fundada la ciudad de Guayaquil fue bautizado con el nombre de Santa Ana en su honor.
El demonio del barranco
Cuenta la leyenda que en los barrancos cerca de los ríos del Ecuador habita un demonio. Éste demonio siempre está en busca de casas construidas en los bordes para jalarlas hacia el río y ahogar a sus habitantes. Una noche, el demonio se disfrazó de un hombre elegante y encantador y en su intento por tumbar la casa con sus habitantes dentro, hechizó a la familia para que fueran a dormirse en el momento.
La historia narra que uno de los niños que estaba dentro de la casa logró ocultarse debajo de una silla y huyó en búsqueda de un sacerdote. Éste, con sus rezos, logró salvar a la casa y a la familia entera.
El duende
El duende está considerada como una de las criaturas místicas más conocidas en las diferentes regiones del Ecuador. Se dice que habita en los bosques y las junglas del país y suele reposar sobre grandes rocas en los ríos. El duende además se le describe usando un gran sombrero y ropas oscuras. Este personaje se suele enamorar de jóvenes hermosas a las que comienza a seguir.
Del duende llama la atención su manera de capturar a sus víctimas. Arroja piedras o hace silbidos y se muestra celoso cuando las parejas de éstas aparecen. Algunos piensan que no se trata de duendes aislados, sino de toda una comunidad que se distribuye a lo largo de cuevas, desfiladeros y ríos ecuatorianos.
Leyendas Cuencanas
En esta parte de nuestro artículo vamos a hablar acerca de las leyendas cuencanas, conocidas bajo ese término todas aquellas historias o mitos que tuvieron lugar durante el periodo de la conquista dentro de la ciudad ecuatoriana de Cuenca, una de las más históricas y turísticas de la nación. Las leyendas de esta región se caracterizan por ser bastante variadas y misteriosas. Conozcamos cuáles son algunas de las más importantes a continuación:
El cura sin cabeza
Es importante comenzar diciendo que esta leyenda de nombre el cura sin cabeza no solo es famosa y conocida dentro de la ciudad de la Cuenca sino que existen registros de testimonios de personas que aseguran haber observado la misma historia en otras regiones del país. La leyenda narra que hace muchos años atrás, específicamente hace más de un siglo, había un sacerdote al que le encantaba salir con muchas mujeres después de dar la misa.
La actitud que tenía aquel sacerdote era rechazada por la mayoría de los lugareños de Cuenca, sin embargo, nadie podía hacer nada para evitar que la autoridad eclesiástica continuará con esa actitud, tomando en cuenta que el cura era muy amigo de todas las autoridades eclesiástica que en algún momento pudieron removerlo.
Este cura siguió saliendo por mucho tiempo con diferentes mujeres solteras del pueblo, incluso se dice que mantuvo esa actitud hasta el día de su muerte. La historia cuenta que a su funeral no acudió nadie, salvo la persona que se iba a encargar de su entierro. Cuando el trabajador del cementerio empezó a echar la tierra sobre el ataúd, la tapa del féretro se abrió y pudo ver que el cuerpo del cura no tenía cabeza.
A pesar del susto, el trabajador del cementerio continuó haciendo su trabajo y luego se dirigió a una cantina en la que les relató a los asistentes lo ocurrido. De forma inmediata hubo quienes afirmaron: “Seguramente fue el demonio el que se llevó su cabeza al infierno”. Se dice que desde ese momento, el espíritu del cura recorre las calles del pueblo, sobre todo en horas de la noche, con la esperanza de recuperar su cabeza.
El farol de la viuda
Está descrita como una de las leyendas ecuatorianas de la Cuenca más famosas de todos los tiempos. La historia tiene como protagonista a una mujer casada que aparentemente era infiel a su marido, escapándose por las noches con otro hombre. La mujer, para no ser descubierta por su marido, siempre salía de su casa en compañía de su hijo pequeño, alegando que el bebé no podía dormir si no daba su paseo nocturno.
En una de las tantas noches que salieron, la mujer iba caminando al lado de su amante a orillas del río Tomebamba. De manera sorpresiva e inesperada, la mujer dejó caer al bebé al agua. Segundos después la mujer recobró la razón y recordó lo que había hecho. Allí entró en un estado de depresión, no paraba de llorar y decía estar arrepentida de lo que había cometido.
Salió corriendo a buscar un farol de petróleo para alumbrar las orillas del río y empezar con la búsqueda de su pequeño hijo, sin embargo, desafortunadamente el infante nunca fue encontrado. El marido de la mujer, al enterarse de lo que había ocurrido, procedió a quitarse la vida, lo que provocó que la mujer perdiera la cordura y optará también por suicidarse.
Los lugareños de la ciudad de Cuenca aseguran que su espectro ha permanecido merodeando las orillas del río donde murió el hijo de aquella mujer. Dice que allí sale su espíritu y que el mismo no se irá hasta que logre encontrar a su bebé. Hay una versión de esta leyenda donde se asegura que el fantasma de la viuda del farol se dedica a asustar a los hombres infieles que salen a pasear con mujeres que no son sus esposas.
El perro encadenado
En esta oportunidad hablaremos sobre la leyenda del perro encadenado, que se podría decir que era una especie de bestia o criatura que según versión de las mujeres que iban a la iglesia en el siglo XIX, representaba el retorno de Lucifer a la Tierra. Esa hipótesis se debía al hecho de que de acuerdo con las crónicas que se tenían, se trataba de un perro que tenía dos cuernos y sus ojos eran muy brillantes, al punto de parecer dos carbones ardiendo.
Algunos lugareños expresaban que Dios había permitido que el perro rondará las calles de la ciudad de Cuenca con el objetivo de recordarles a los sacerdotes que debía continuar con su labor de evangelización y que no se dedicaran únicamente a comer y beber como era la costumbre hasta ese entonces. Este perro arrastraba una pesada cadena por todas las calles por donde se trasladaba.
El ruido al mover esas pesadas cadenas era muy horrendo, tanto que de solo escucharlo, le gente quedaba horrorizada y atemorizada. El perro también tenía otra manera de generar pánico y era dando aullidos durante las noches de luna lleva, incluso, había oportunidades en las que sus gruñidos se mezclaban con el sonido de la lechuza, provocando que el ambiente se volviera aún más tétrico.
Los indígenas de la época interpretaban esos ruidos del perro como señales que provenían del más allá y que indican un mal augurio o que algo malo iba a ocurrir. Dicho de otra manera, cada vez que se escuchaba al perro y al búho al unísono, ellos sabían que un integrante perteneciente a su tribu estaba a punto de morir. En México hay un dicho popular que dice: Cuando el tecolote canta, el indio muere.
La doncella de Pumapungo
Pumapungo, localizado en la ciudad de Cuenca, estaba considerado como el lugar de descanso preferido por los emperadores incas. Ese lugar estaba impresionantemente decorado y en la actualidad es posible visitar sus ruinas. El espacio contaba con una fuente sagrada que era usada exclusivamente por el emperador.
En el lugar también se encontraba atendido por unas doncellas que era conocidas como las Vírgenes del Sol. Estas mujeres eran criadas desde pequeñas en diferentes artes y habilidades que utilizaban para entretener a los emperadores. Una de estas mujeres era Nina y aunque estaba prohibido, se enamoró de uno de los sacerdotes del templo.
Ambos tenían la costumbre de reunirse en horas de la noche cuando había luna llena. Su encuentro lo tenían en los jardines del lugar. Cuando el Emperador se enteró de este hecho, mandó a asesinar al sacerdote, pero prohibió que se informará a Nina de esto. La doncella al ver que su amante no acudía a sus encuentros, finalmente murió de pena moral. Se cuenta que actualmente, en las noches de luna llena, se puede oír su lamento entre las ruinas del lugar.
El Guagua Auca
La historia cuenta que Guagua Auca es como especie de un demonio que fue creado por el alma de un niño que nació y murió sin llegar a ser bautizado. La leyenda se centra en que éste espíritu aterra a borrachos en los caminos, especialmente durante altas horas de la noche. Por lo general se manifiesta con un chillido incesante que desespera a cualquiera.
Las víctimas, sin saberlo, buscan desesperadamente el origen del sonido hasta que se encuentran lo que parece ser un niño envuelto en una manta. Después de eso, las personas descubren cómo la fisionomía del supuesto niño se va transformando y se dan cuenta de que en realidad estaban cargando a un demonio y no a un niño. Dicen que muchos han sido hallados muertos y con espuma en la boca como resultado del encuentro con el Guagua Auca.
Leyendas Quiteñas
Ha llegado el momento de conocer cuáles son las leyendas quiteñas más importantes y populares de todos los tiempos. Las leyendas que tienen lugar en la capital de Ecuador han sido desde su invención, una forma en la que las personas de generaciones pasadas han logrado comunicarse con la gente que vive en el Quito actual, debido a que estas historias se han ido transmitiendo de generación en generación.
El Cristo de los Andes
Esta leyenda tiene como principal protagonista a un muchacho de origen indígena que llevaba por nombre Manuel Chili, quien tenía la capacidad de ir de un lado a otro dentro del templo de La Compañía. Esa agilidad tenía sorprendida a los sacerdotes, quienes eran los encargados del templo. Con el transcurrir de los años, este muchacho de convirtió en un magnífico artista, al punto de que los jesuitas pidieron hacerse cargo de él.
Para nadie era un secreto el impresionante talento que tenía este muchacho, talento que se podía ver a kilómetros de distancia. Por esa razón, uno de los frailes le pagó un curso de pintura y escultura para que finalmente emergiera su potencia que aún permanecía oculto. Así fue como nació Caspicara, un brillante artista quien pasaba más de la mitad del día balanceándose en andamios.
Se comenta que esa actividad fue lo que provocó en él un fuerte miedo a las alturas. Su miedo era de tal dimensión, que en oportunidades mantenía sus ojos cerrados por largos períodos hasta que lograba calmarse y así poder continuar con su trabajo. Si el capellán de la iglesia lo llegaba a ver por alguna razón, de inmediato lo reprendía, pues pensaba que Manuel estaba descansando en vez de trabajar.
El artista de origen indígena pudo expandir su talento por muchos lugares de Sudamérica, llegando incluso a países como Venezuela y Colombia. Las obras que aún se conservan de este artista no tienen un precio establecido, pues se trata de piezas únicas de incalculable valor. Lamentablemente el pobre Manuel murió prácticamente abandonado en un albergue.
La olla del Panecillo
Para quienes no lo sepan, el Panecillo es una elevación que se ubica dentro de la turística ciudad de Quito. Las personas que narran esta historia dicen que hace muchos años atrás, una mujer tenía la tradición de llevar a pastar a su vaca a esta zona del país debido a que no tenía otro lugar en donde alimentar al animal, tomando en cuenta que esta mujer era de bajos recursos económicos.
En una oportunidad, la mujer dejó a la vaca sola cerca de la olla, sin embargo, cuando regresó por ella, el animal había desaparecido. Sintió mucha angustia por perder a su única fuente de sustento. La mujer comenzó a recorrer con preocupación las cercanías del lugar a ver si podía encontrar a la vaca. Mientras avanzaban las horas, el temor de la mujer aumentaba.
Su preocupación era tal que la mujer bajó hasta el fondo de la olla para revisar si la vaca se encontraba allí. La sorpresa de la mujer fue que en aquel lugar se alzaba un palacio de impresionante tamaño y belleza. La historia narra que ese palacio tenía las puertas abiertas y en el interior del mismo se observaba una bellísima princesa sentada en su trono.
Cuando la princesa se percató de la llegada de la mujer de inmediato le preguntó con una sonrisa: ¿Por qué has venido a visitarme el día de hoy? La mujer le respondió; “No señora, no es una visita. De hecho, me apena mucho que me vea así. Lo que pasa es que he extraviado a mi vaquita y si no la encuentro, quedaré aún más pobre de lo que soy, puesto que es mi única fuente de ingresos”:
Después de escuchar la explicación de la mujer, la princesa le obsequió una mazorca y un ladrillo de oro para compensar de alguna manera su pérdida y dolor. De igual manera, le dijo que no se preocupara debido a que lo más seguro la vaca ya había regresado a su casa. La mujer le agradeció a la princesa por cada una de sus atenciones y cuando salía del castillo, vio con mucha alegría que su vaca la estaba esperando.
El penacho de Atahualpa
Cuenta la leyenda que una vez que murió el último de los Shyris, como se le conocía a los jefes indígenas que tenían autoridad sobre Quito, los moradores elevaron al trono a la hija de éste, cuyo nombre era Pacha. Luego, el conquistador Huayna Cápac acudió para reunirse con la soberana en son de paz. Pacha escuchó atentamente las palabras del extranjero.
El hombre quedó locamente enamorado de la joven princesa. Poco tiempo después, ambos se casaron y empezaron a vivir en el palacio real. En ese lugar fue donde nació el príncipe de nombre Atahualpa. Este príncipe se caracterizaba por obedecer todas las reglas que le imponían sus padres. En una tarde, el joven paseaba por los alrededores del palacio cuando de repente vio a una hermosa guacamaya de atractivos colores.
De manera rápida sacó su arco y flecha y procedió a matar al ave de un tiro certero. El príncipe estaba contento por lo que había hecho y se le ocurrió la idea de enseñarle el ave muerta a su madre. La reina se molestó mucho y le dijo a su hijo: “A los únicos que nos está permitido matar es a los enemigos, pues ellos cuentan con armas para defenderse de nuestros ataques, sin embargo, las aves solo están en este mundo con el propósito de adornarlo con sus bellos plumajes”.
Después de expresar esas palabras, Pacha tomó una de las plumas del ave muerta y la agregó al penacho de su hijo, como un recordatorio de que no se debe matar a ninguna criatura sólo por placer o gusto.
La Iglesia del Robo
La leyenda narra que una mañana un grupo de sacerdotes se trasladaba hacia la quebrada de Jerusalén. Cuando por fin había logrado arribar a su destino, la tristeza los envolvió debido a que observaron que alguien había robado las hostias y el cáliz de la iglesia. ¿Quién pudo llevar a cabo este sacrilegio? Preguntó el más antiguo de los curas.
“No lo sé padre, pero debemos encontrar los objetos perdidos” Respondió otro de los sacerdotes que se encontraban en el lugar. Los clérigos convocaron a que la gente saliera en procesiones por todas las calles de la ciudad de Quito, hasta dar con los pillos. Algunos de los indígenas salieron inclusive con objetos de flagelación, para demostrarle a Dios que ellos no estaban involucrados con el robo cometido en el templo.
Había quienes arrastraban pesadas cadenas o también los que azotaban la espalda con látigos. La reacción de este grupo de personas quizás resulte un poco extraña en la actualidad, sin embargo, hay que tomar en consideración que esta historia tuvo lugar hace más de 200 años cuando las personas demostraron su fe de otra manera como se puede demostrar hoy en día.
Expertos en el tema aseguran que estas acciones fueron llevadas a cabo, especialmente, para evitar que la ira de Dios llegará a la ciudad de Quito. En estas procesiones, la muchedumbre recorrió desde la Iglesia de Santa Clara hasta la de Santa Catalina sin hallar el más mínimo rastro de los ladrones. Cuando la esperanza ya estaba prácticamente perdida, una indígena corrió a avisarles a los sacerdotes que había encontrado el cofre de plata en donde se guardaba el cáliz y las hostias.
Se dice que los delincuentes creyeron que esa caja estaba repleta de monedas o de algún tipo de tesoro, sin embargo, cuando la abrieron se encontraron que solo había una copa y cientos de hostias y por ese motivo la dejaron abandonada cerca de la quebrada. Hipótesis indican que los bandidos huyeron a Conocoto, aunque es importante aclarar que esas versiones nunca fueron comprobadas en su totalidad.
Lo cierto es que todos los delincuentes involucrados en este robo fueron detenidos y condenados a morir en la horca. También, en el sitio en el que se encontraron los objetos sagrados, los sacerdotes mandaron a construir un nuevo templo al que bautizaron bajo el nombre de La Iglesia del Robo.
El último ensueño de Manuelita
Manuelita Sáenz se encontraba en su casa al momento de su muerte. Estaba agonizando, debido a una alta fiebre. En uno de sus delirios vio un destello de luz que segundo después se convirtió en la silueta del Libertador de las América, Simón Bolívar. La leyenda narra que el libertador se le apareció a Manuelita y le dijo con una voz suave:
“Querida Manuelita, te devuelvo esta corona hecha de rosas, por si no lo recuerdas, fue la misma que arrojaste desde el balcón el día que entré triunfante a la ciudad de Quito”. ¡Bolívar! Contéstame una cosa… ¿Te parece que me veo bonita con este vestido blanco?
Por supuesto mi señora. No olvides que ese es el color de la libertad. Además, vine para llevarte conmigo a un lugar en donde no existen las barreras del tiempo. Dame tu mano y acompáñame a la inmortalidad. La mujer quiso incorporarse de la cama, pero no pudo y de manera desesperada comenzó a gritar.
“Bolívar no me abandones aquí. Deseo irme contigo”. De pronto, el eco resonó en la habitación diciendo: Querida mía, no puedo esperar más tiempo, Vámonos ahora. En ese momento Manuelita volvió a intentar levantarse de la cama pero no lo logró. Frustrada comenzó a gritar y a llorar de manera desesperada: “No me dejes amor mío, quiero estar de nuevo entre tus brazos”:
Quien era la criada de Manuelita escuchó las lamentaciones de la mujer y corrió rápidamente hasta la habitación para brindarle atención. ¿Llamó usted? No Imaya, no estaba hablando contigo, me encontraba hablando con Bolívar, ¿Acaso no lo viste? Temo que no señora, respondió la criada de quien fuese esposa del libertador.
En el preciso instante en el que sonaron las campanas de la capilla ubicada cerca de su casa, justo cuando el reloj marcaba las seis de la tarde, Manuelita Sáenz expiró su último aliento. Ya estaba lista para reencontrarse con quien fue el gran amor de su vida, Simón Bolívar.
Kuartam el sapo
La leyenda narra la historia de un cazador de la cultura Shuar que se internó en el bosque. Su esposa le había advertido que no hiciera burla del sonido que emitiera un sapo de llevárselo a encontrar. Efectivamente el cazador en su rutina se topó con el particular sonido y no reparó en comenzar a imitarlo en tono de burla. El sapo molesto se transformó en un puma y se comió parte del cuerpo del hombre.
Su esposa, al enterarse de lo que sucedió, decidió tomar venganza en sus manos y encontrar al sapo. Una vez que lo encontró, tumbó el árbol en el que se encontraba causando la muerte del animal. En su interior, la mujer pudo encontrar los restos de su marido.
Etsa y el demonio Iwia
Iwia estaba considerado como un demonio que solía atormentar a la comunidad Shuar en la selva. En una ocasión, devoró a todos los integrantes de una familia con excepción de un pequeño niño llamado Etsa. Éste lo llevó a su guarida en donde lo crió y le hizo creer que él era su verdadero padre. Etsa creció y su tarea era la de proveer pájaros a Iwia como postre.
Un día observó que ya no quedaban más aves en el bosque y se hizo amigo de una paloma llamada Yapankam. Ésta le contó lo que había sucedido con sus padres y le dijo que la manera de devolver las aves a la selva era la de introducir las plumas en la cerbatana y soplar. Así hizo Etsa y decidió matar al demonio para liberar a las aves de su yugo.
Nunkui y la yuca
La leyenda cuenta que los Shuar habían consumido todos los recursos de las llanuras que habitaban. Un día Nunkui, la madre tierra, le ofreció al pueblo a su hija como regalo. Les advirtió que, si cuidaban de ella, les proveería de alimentos de toda clase pero que si la llegaban a maltratar sufrían de nuevo de hambre.
Los Shuar aceptaron la propuesta y pudieron encontrar una cantidad de alimentos a su disposición. Un día los niños de la comunidad maltrataron a la niña y como castigo, la tierra se tragó a los alimentos. Es por eso que hoy en día alimentos como la yuca tienen que ser buscados por debajo de la tierra.
El muro de las lágrimas de la isla Isabela
Muy cerca de Puerto Villamil en la isla Isabela de las Islas Galápagos está ubicado un lugar de mucha historia conocido como el muro de las lágrimas. Éste fue construido entre 1945 y 1959 por prisioneros que eran enviados a pagar sus penas en la isla. La pared tiene aproximadamente 25 metros de altura y se cuenta que provocó la muerte de muchos durante su construcción.
Los lugareños que viven en la isla aseguran que cuando la niebla se sienta sobre el lugar, durante el crepúsculo o la noche, pueden ser oídos débiles lamentos. Otros aseguran que los fantasmas de algunos prisioneros se pueden ser en el camino que conduce al sitio.
Los hijos del padre Chimborazo
Esta historia narra que en tiempos antiguos, la Madre Tungurahua acusaba a su esposo de que éste no le podía dar hijos blancos como él. En represalia y mucho enojo, ella solía escupirle el lodo y la ceniza que hervía en su vientre. Por su parte, el Padre Chimborazo, repleto de amor propio y de virilidad, no quiso que su esposa que siguiera escupiéndole.
Es así como comienza esta interesante historia que se ha convertido en una de las leyendas más populares de todos los tiempos. Cuenta la leyenda que hizo que una atractiva joven pasara por sus faldas en persecución de una de sus ovejas perdidas que el Padre Chimborazo había dejado escapar por las breñas. Fue a sus plantas, encontró un hermoso frijolito de piel blanca.
Procedió a recoger ese frijolito de piel blanca con bastante cariño y lo aprisionó en la cintura, entre la faja y su vientre maternal. Así se obró el prodigio del Padre. El frijolito buscó camino y se introdujo en el vientre de la joven. A partir de ese momento el vientre de aquella hermosa joven fue creciendo día a día, mes a mes, hasta que en nueve lunes, alumbró un hermoso bebé parecido al Padre Chimborazo.
Este bebé era de piel completamente blanca, sus cabellos dorados, igual al Apu de la nieve. Éste se convirtió en el primogénito del Padre Chimborazo. De seguro usted se preguntará qué son los Apus, éstos son espíritus que habitan dentro de los cerros. Son concebidos como una fuerza inmanente, capaz de ejercer el poder de su liderazgo y vigor sobre las cosas y las personas. Un Apus también es espíritu de los cerros, a veces es masculino y otras femenino.
Por esa razón, haciendo memoria de cada una de esas características, los lugares aseguraban que éstos niños son hijos del monte. Es por eso que nuestros adultos mayores tienen la creencia que el fréjol abulta el vientre, más aún cuando se lo come cocido y enfriado. También está la creencia de los abuelos que aconsejan a sus nietos o lugareñas a no caminar por las faldas de los montes ya que éstos procrean con las doncellas.
El misterio de la Bocana del Río Misahuallí
Cuenta la historia que en los albores de la colonización del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la bocana del río Misahuallí y en un fresco claro de la selva, se asentó con su campamento un hombre de color blanco quien estaba dedicado principalmente a la explotación del árbol de caucho en la cuenca del río Aguarico. Fueron transcurriendo los meses hasta que un nuevo colono llegó al lugar acompañado de su hermosa hija quien inmediatamente generó reacciones de amor en el corazón del cauchero.
El lugar se prestaba para el amor entre ambos. La playa, las aves y las flores fueron provocando que el cariño y amor floreciera aún más y el romance sonreía en las riberas orientales. Ellos vivían en plena selva por lo que la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba.
Lamentablemente para nadie es un secreto que el amor no es suficiente para vivir, al menos desde el punto de vista económico. Por esa razón el cauchero tuvo que tomar la decisión de viajar una vez más al Aguarico, otro lugar ubicado en el oriente ecuatoriano, con la intención de recoger la balata, un fruto de la planta de caucho, recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos.
Aquella hermosa mujer, con el recuerdo de su amado en la atractiva sonrisa de sus labios, recorría la extensa playa solitaria cuando la bañaba el suave sol de la mañana. La chica tenía la costumbre de hacer este tipo de actividades desde que se había enamorado perdidamente. El tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el cauchero jamás volvió.
La bella dama, víctima de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si la tierra se la hubiese tragado por completo. Tanto sus amigos como familiares más cercanos comenzaron a realizar una gran búsqueda por cada rincón de la región pero esos esfuerzos fueron en vano debido a que no lograron saber más nada de ella. Las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia.
Los años fueron pasando, dándole espacio a la historia y una mañana brumosa y fría, unos indígenas que pescaban por el sector vieron a una hermosa y atractiva mujer que se encontraba parada en la piedra grande de la margen izquierda del río. Procedieron acercarse a ella y cuando le hicieron la pregunta que de dónde vivía, la mujer respondió señalando el agua y se lanzó al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie donde se sumergió.
Cuando los ancianos y lugareños de la zona escucharon lo que había sucedido, inmediatamente aseguraron que se trataba del espíritu de la dama que desapareció alguna vez sin dejar rastro alguno. En esa gigantesca piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí, se escucha con frecuencia en las mañanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor perdido.
La historia dice que en ocasiones la mujer se aparece a los que acuden al río con la intención de pescar, pero quien va al lugar con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo. Es sin duda alguna una de las leyendas ecuatorianas del oriente más famosas y conocidas a lo largo de toda la historia.
La boa y el tigre
La leyenda de la boa y el tigre también se podría considerar como una de las historias del oriente ecuatoriano más famosas y populares de todos los tiempos. Dice la leyenda que por el camino que lleva a Misahualli, a unos seis kilómetros de Puerto Napo en la comunidad de Latas, vivía una familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo.
Dice la historia que un día, la madre se encontraba lavando la ropa de toda la familia, mientras que la hija más pequeña estaba jugando tranquilamente en la playa, tan concentrada estaba la señora en su arduo trabajo de lavar la ropa, que en ningún momento se dio cuenta que la niña se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era de mayor profundidad.
Un presentimiento en su corazón obligó a la madre de aquella pequeña niña a levantar su cabeza y salvar a la bebé, sin embargo, para ese momento ya era demasiado tarde debido a que la infante ya había sido arrastrada por la fuerte corriente y sólo su cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas del río Napo.
La madre, llena de dolor y desesperación, no encontró otra salida que doblar sus rodillas en la arena y clamar con todo su corazón a Dios: “Te lo suplico Dios, salva a mi guagua” Y vaya que Dios respondió su clamor. La tierna niña retorna en la boca de una inmensa boa que medía más de 14 metros de largo. El animal la traslada a la orilla y allí la deposita, sana y salva.
La mujer comenzó a abrazar a su hija. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el gigantesco reptil era quien se encargaba de cuidar a los más pequeños de la familia. Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a vigilar a los niños como solía hacerlo todos los días.
La ausencia de la boa cuidadora fue aprovechada por un gran y hambriento tigre que se hizo presente en el lugar pero con intenciones malas. Los niños desesperados empezaron a gritar a todo pulmón y cuando el reptil escuchó las voces de los niños salió del río y fue hasta la casa, se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar al hogar de sus amigos. La lucha que se originó fue a muerte.
La boa se enroscó en el cuerpo del tigre, pese a las dentelladas del sanguinario animal, los anillos del reptil se cerraron con poder, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la cabeza. Al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales quedaron muertos en la entrada de la casa. Cuando los padres de los niños regresaron, recogieron con tristeza los restos de su boa y la velaron durante dos días para después enterrarla. A continuación le dejamos algunos enlaces de su interés: